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PROTOHISTORIA 3

Autoría : Asunción Blesa Castán

Facilitar y dar a conocer toda la información posible de la mujer en la historia es el objetivo y la finalidad de este trabajo que realizamos desde el GREC. No obstante, no hay que olvidar la carencia de información sobre ella y el rol social que se le asigno históricamente. Es innegable que, a la mujer desgraciadamente, se la ha ignorado sistemáticamente.

En este capítulo haremos una breve referencia al concepto de género, y su relación con las Ciencias Sociales, como la Antropología, la Historia y la Arqueología. Desde la antropología, el género ha sido definido como la interpretación cultural e histórica que cada sociedad elabora en torno a la diferencia social. En consecuencia, el género estructura tanto la percepción como la organización concreta y simbólica de toda la vida social.

Seguiremos con la protohistoria en la península ibérica, hablando de los demás pueblos que en ella habitaban: íberos, celtas y los que fueron llegando: griegos, cartagineses y romanos. Todos ellos se relacionaron entre sí dejando impronta de su cultura y conocimiento que asimilaron los otros pueblos. Generaron los orígenes de nuestra cultura, que nos conducirán a la actual forma de ver y entender la sociedad. 

¿Qué entendemos por género?

Desde la antropología, el género ha sido definido como la interpretación cultural e histórica que cada sociedad elabora en torno a la diferencia social. En consecuencia, el género estructura tanto la percepción como la organización concreta y simbólica de toda la vida social. Entendemos el concepto de género, distinto al de sexo, no sólo como una cuestión biológica sino como un concepto construido social y culturalmente, que variaba según las sociedades y las épocas.

La incorporación del enfoque de género tanto en Antropología como Historia o en otras Ciencia Sociales tiene un objetivo añadido: influir en el marco teórico metodológico del corpus disciplinar. Se considera que la incorporación de la perspectiva de género en la investigación socio-cultural y en otras cuestiones de la vida civil, constituye una herramienta esencial para comprender aspectos fundamentales relativos a la construcción cultural de la identidad personal, así como para entender cómo se generan y reproducen determinadas jerarquías, relaciones de dominación y desigualdades sociales.

Aclaraciones sobre el género en Arqueología

Las investigadoras norteamericanas M. Conkey y J. Spector iniciaron e hicieron hincapié en la preocupación por el género en la arqueología, en su obra:  Archeology and the study of gender, publicada en 1984. Entendieron el concepto de género, distinto al de sexo, no sólo como una cuestión biológica sino como un concepto construido social y culturalmente, que variaba según las sociedades y las épocas.  A partir de entonces se multiplicaron las investigaciones en torno a las relaciones de género con autores destacados como Gilchrist, Wright o Sorensen. Las universidades anglosajonas y escandinavas fueron las pioneras en este tipo de investigaciones.

En los países mediterráneos fueron más lentos en incorporar los estudios de género. Desde la perspectiva arqueológica, los estudios de género se inician en España a principios de siglo con la celebración de los seminarios sobre Arqueología y Género en la Universidad de Granada en 2003 y 2005, iniciativa de Manuel Sánchez Romero, y los Encuentros Internacionales de Arqueología de Género en la universidad Autónoma de Madrid de 2005 y 2010, organizados por Lourdes Prados y Carmen López.

¿Por qué estudiar el papel de la mujer a través de la arqueología?

La arqueología nos brinda la oportunidad de recuperar restos y huellas de un pasado del que no tenemos constancia escrita. El estudio y la identificación de los materiales que se localizan, sean del tipo que sean, son la forma con la que trabajar aclarar y llegar a conclusiones definitorias. Las referencias comparativas de pueblos semejantes, por supuesto, pueden ayudar a descifrar situaciones y conceptos aclaratorios.

La mujer ha sido, en todos los tiempos, la que se ha hecho cargo, de las cuestiones vitales, para la supervivencia del grupo, ya se denominen unidades familiares, grupos, clanes, familias… como queramos identificar al grupo de personas unidas por relaciones de parentesco o por identidad cultural, que se mantienen juntas.

Esas cuestiones vitales, como son la alimentación, la higiene, la salud, la maternidad, el cuidado y educación de su descendencia, la atención al grupo y especialmente a las personas ancianas o disminuidas, así como a la participación y ejecución en ceremonias y rituales sociales han pertenecido siempre al ámbito de lo femenino.  Así deben de ser vistas las recuperaciones y hallazgos arqueológicos relacionados con el ámbito del hogar, desde esta perspectiva relacionada con el género.

Además, en el caso de la arqueología ibérica las últimas investigaciones han puesto en tela de juicio el papel social de la mujer. Por ejemplo, los restos óseos encontrados dentro de la escultura de la Dama de Baza siempre fueron identificados como masculinos por la riqueza de la sepultura que presidía. El análisis osteológico que afirmó rotundamente que esos restos eran femeninos abrió una nueva visión a los roles femeninos. La arqueología de género invita a analizar el pasado desde otro ángulo lo que enriquece la visión global no sólo del pasado sino también del presente, cuestionando los roles sexuales.

Dama de Baza

Información facilitada por restos arqueológicos y escritos clásicos

A través del análisis de los restos materiales y constructivos de los poblados se conoce el día a día de la mujer íbera. La Dama de Elche y la Dama de Baza, descubiertas respectivamente en 1897 y en 1971, son las representaciones más célebres de la mujer ibera, pero no son los únicos testimonios. , además de las excavaciones arqueológicas que se han desarrollado en la península Ibérica, ofrecen valiosa información sobre el importante papel que tuvo la mujer en la sociedad ibera.

Historiadores como Polibio, Tito Livio, Estrabón y Salustio mencionan a las mujeres íberas, pero de manera muy somera. Son parte del botín en las guerras o dadas en matrimonio para cerrar pactos. Se sabe que las mujeres que pertenecían a las élites en la sociedad ibérica eran indispensables para forjar alianzas con otras familias ibéricas o con pueblos vecinos.

El papel de las mujeres en la ideología íbera, destaco como sacerdotisas y acompañantes de sus poderosos maridos en las principales ceremonias rituales. Formaban parte esencial de las grandes ceremonias, en las que tocaban instrumentos o bailaban junto a los hombres. Se preocupaban por la salud y la fertilidad y por ello no olvidaban a sus dioses, a los que ofrecían exvotos de piedra o bronce.

También la figura de la mujer fue protagonista encarnando a la diosa de la fertilidad. Ataecina o Ategina, una antigua diosa, adorada por los antiguos iberos, lusitanos, carpetanos y celtiberos en nuestra península. Una de las deidades ibéricas más importantes, de carácter ctónico, considerada la diosa de la primavera, la fertilidad, la naturaleza la luna y la curación.  Por todos estos atributos fue asimilada por los cartagineses con Tanit y por los romanos con Proserpina.

Tanit, diosa cartaginesa.
Proserpina, diosa romana.

Las diosas ibéricas se relacionan con la fecundidad y la naturaleza. En las pinturas cerámicas deidades aladas emergen entre exuberantes vegetaciones aludiendo claramente a la eclosión de la vida. La falta de fuentes escritas impide conocer sus nombres, atributos concretos y los rituales que se llevarían a cabo en su honor. En la escasa iconografía divina se observan claras influencias mediterráneas, como las diosas coronadas con kalathos que, identificadas tradicionalmente con una equivalente a Démeter, tienen reminiscencias púnicas y clásicas.

Los exvotos son representaciones de la propia persona o de una parte del cuerpo que se entregan a la divinidad para pedir o agradecer un favor en un santuario. Reflejan a las damas, no físicamente, sino de manera social, puesto que vestidos, velos y joyas se traducen como signos de un estatus elevado. Incluso es posible distinguir a las jóvenes que van con la cabeza descubierta y trenzas. Algunas mujeres aparecen desnudas, con joyas y cinturones. Podría tratarse de una forma sagrada de presentarse a los dioses o de escenificaciones de ritos de iniciación de la adolescencia a la madurez. Las mujeres ofrecen también libaciones, aves, frutos y objetos personales como fíbulas o joyas.

Muchas peticiones estarían enfocadas a la maternidad. La maternidad, como cuestión principal se manifiesta en diversos restos materiales aparecidos en yacimientos formando parte de ajuares femeninos como sacaleches, juguetes, etc. Una cuestión de difícil interpretación es la aparición de inhumaciones infantiles en poblados, concretamente bajo las casas y otra puede ser la falta de estructura interna en el urbanismo.

La mujer también forma parte del lenguaje iconográfico en torno a la muerte, ejemplos son las imágenes que integradas en pilares-estela, caso de las Damitas del Corral de Saus en Mogente Valencia, de El Prado de Jumilla Murcia, o las golas con manos sosteniendo aves del Cigarralejo en Mula Murcia y en Cabecico del Tesoro Murcia, que muestran símbolos de rituales de tránsito al más allá o alusivos a lo sagrado, como son las aves o los frutos, las granadas o membrillos del conjunto de Mogente.

Tareas ocupacionales de la mujer íbera

En las clases populares la mujer dedicaba su tiempo a las labores domésticas. Su vida cotidiana transcurría en el poblado y era en la casa donde se ocupaba de tareas tan tradicionales como la maternidad, así como a cuidar a los niños que traían al mundo y amamantaban. En el interior de la vivienda, donde realizaba los trabajos domésticos se ubicaba la chimenea, el horno, la zona de molienda y textil, y la zona de almacenaje, aquí es donde realizaba las tareas de hilado y tejido.  Las mujeres más humildes incluso trabajaban en el campo.

Dibujos de posibles casas íberas

La mayor información del papel en sociedad de las mujeres lo proporcionan las decoraciones cerámicas, como las de Sant Miquel de Liria donde las mujeres, junto a los hombres, forman parte activa de fiestas y rituales. Ceremonias donde danzar y tocar música parece uno de sus cometidos principales.

Tossal de Sant Miquel de Liria

La importancia de actividades como las relacionadas con los tejidos quedan patentes en los textos de autores clásicos como Éforo, que menciona competiciones entre las mejores tejedoras, en escenas de la decoración cerámica y en la inclusión de útiles de hilar en ajuares funerarios femeninos.

Gracias a las imágenes en escultura y pintura de la cerámica se conoce como vestía la mujer ibérica. Durante cinco siglos la moda en el vestir apenas fue modificada, solo los aderezos parecen mostrar cambios. La preocupación por la belleza ocupaba una parte importante de sus vidas, como lo demuestran los ajuares funerarios que han sido hallados y que incluyen ungüentarios que en su día contenían cosméticos y perfumes.

A grandes rasgos se puede decir que el cuerpo era cubierto por dos túnicas largas, a veces ornadas con cenefas bordadas, o incluso hasta tres. La cabeza permanecía desnuda o era cubierta con un velo largo, sobre el que caía el manto alargado hasta los pies, calzados con zapatos cerrados. La mayor o menor abundancia de adornos en las vestiduras y aderezos sobre el cuerpo distinguía a unas mujeres de otras. Altos tocados en forma de mitra, diademas, collares, pendientes, anillos y fíbulas constituyen el conjunto de piezas de bronce o de orfebrería que completaban el atuendo. El código de vestir de las jóvenes es diferente. Siempre con la cabeza descubierta, se recogían el cabello en trenzas y vestían túnicas ceñidas a la cintura. Lo femenino también se identifica a través de símbolos como la paloma, la granada o la decoración vegetal.

Recreación en dibujos de la posible vestimenta ibera.

El ajuar femenino

El concepto tradicional de ajuar femenino afirmaba que las tumbas con armas eran masculinas, nunca femeninas. Sin embargo, la investigación actual intenta identificar mediante análisis osteológicos el sexo de los restos, aparte del número de individuos que contienen las tumbas o su edad, estudiando la proporción de enterramientos por sexos.

Estos estudios han ampliado la visión de la mujer rompiendo en ocasiones determinados esquemas tradicionales. La aparición de armas en tumbas femeninas ha generado variadas hipótesis. Aunque los análisis de restos óseos corroboran que los ajuares funerarios ibéricos con armas responden mayoritariamente a enterramientos masculinos, existen polémicas excepciones.

Panoplia completa

Una es la tumba contenedora de la famosa Dama de Baza, en Granada, guardaba restos femeninos junto a cuatro panoplias completas, formadas por falcata, escudo y lanzas.

Coímbra del Barranco Ancho, en Jumilla Murcia, cuenta con tres tumbas de mujeres con armamento. Una de ellas también tiene objetos típicos femeninos como vasos en forma de ave o punzones de hueso. Pero parece que se entiende que no fueron mujeres guerreras, las armas sugieren significados como la libertad personal, un estatus social elevado o la pertenencia a algún linaje familiar

El poder también se manifiesta en los hallazgos de los enterramientos, como muestran ciertas sepulturas denominadas “principescas”, destacadas por el tamaño de su cubierta pétrea y la riqueza de sus ajuares funerarios, respecto al resto de la necrópolis.

En el yacimiento del Cigarralejo, aparecen un par de tumbas con encachados (revestimientos) de más de cuatro metros y ricos ajuares femeninos y masculinos, se interpretaron como las tumbas de dos importantes personalidades, ¿reyes quizás?. En Jumilla, destaca además de por ser la más rica de la necrópolis, por hallarse coronada con el pilar-estela decorado con una procesión de jinetes. 

Tumba “principesca” del Cigarralejo

¿Ejercieron las mujeres algún tipo de poder?

No se sabe si ostentaron cargos poderosos, pero sí que intervinieron activamente en las alianzas políticas. Las damas de Elche y de Baza representan a mujeres poderosas. Dos espléndidas esculturas, son exponentes de la estatuaria ibérica femenina. La Dama de Elche, de una belleza idealizada y de una ejecución impecable, no sólo es un mito de la escultura, sino que se convierte en referente de estudio por la riqueza con la que plasma indumentaria y joyas. Además, lo fortuito de su hallazgo y su extraña tipología como busto no hacen sino aumentar su misterio.

La Dama de Baza es aparentemente la imagen de una mujer más común, rica en sus vestimentas y sus aderezos, pero con atributos propios de una diosa: el trono alado y el ave remiten a la púnica Astarté-Tanit. Su hallazgo en una de las sepulturas más complejas de la necrópolis de Baza en Granada aumenta su valor y hace crecer las lecturas del personaje que representa.

LOS IBEROS

¿Quiénes eran esos pobladores peninsulares a los que los griegos denominaros iberos? Parece ser que este nombre se lo dieron a la gente del levante y del sur de la península para distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y costumbres eran diferentes. Aunque estos pueblos compartían ciertas características comunes, no eran un grupo étnico homogéneo ya que divergían en muchos aspectos. No se sabe detalladamente el origen de los iberos, aunque hay varias teorías que intentan establecerlo.

Curiosamente los griegos también llamaban íberos a un pueblo de la actual Georgia, conocido como Iberia caucásica, de donde consideraban descendían los íberos de Hispania y Portugal. Una hipótesis sugiere que llegaron a la península ibérica en el periodo Neolítico y su llegada se data desde el V al III milenio aC. La mayoría de los estudiosos que adoptan esta teoría se apoyan en evidencias arqueológicas, antropológicas y genéticas estimando que los iberos procedían de las regiones mediterráneas situadas más al este.

Aunque las fuentes clásicas no siempre coinciden en los límites geográficos precisos ni en la enumeración de pueblos concretos, parece que la lengua es el criterio fundamental que los identificaba como iberos desde el punto de vista de griegos y romanos. Las inscripciones en lengua ibérica aparecen a grandes rasgos en el territorio que las fuentes clásicas asignan a los iberos: la zona costera que va desde el sur del Languedoc-Rosellón hasta Alicante, que penetra hacia el interior por el valle del Ebro, por el valle del Segura, en gran parte de La Mancha meridional y oriental hasta el río Guadiana y por el valle alto del Guadalquivir.

Desde el punto de vista arqueológico actual, el concepto de cultura ibérica no es un patrón que se repite de forma uniforme en cada uno de los pueblos identificados como iberos, sino la suma de las culturas individuales que a menudo presentan rasgos similares, pero que se diferencian claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no identificados como iberos.

Otros estudiosos han señalado que su origen puede ser el norte de África. Los íberos inicialmente se asentarían a lo largo de la costa oriental de España y más adelante se propagarían por parte de la península ibérica. Otra hipótesis alternativa afirma que formaban parte de los habitantes originales de Europa occidental y los creadores/herederos de la gran cultura megalítica que surge en toda esta zona, una teoría que los estudios genéticos ha descartado.

La hipótesis que actualmente siguen los iberólogos es la de un origen en la Cultura de campo de urnas, a los que consideran portadores del linaje paterno estepario. Esta hipótesis considera que el parentesco entre las lenguas ibérica, vasca y aquitana debería traducirse en términos históricos y culturales en algún factor común que justificaría la expansión de esta familia lingüística en un amplio territorio en pocos siglos. Así pues, se postula que esta familia de lenguas procedería de una capa demográficamente invasiva que formaría parte de la cultura de Campo de Urnas, puesto que en la península ibérica el área de difusión de esta cultura coincide básicamente con el territorio de difusión de la lengua ibérica, además de la costumbre de incinerar a los difuntos y guardar sus cenizas y restos de huesos en urnas.

CULTURA DE CAMPO DE URNAS

El cuadrante noreste de la península recibió el influjo cultural de los grupos que formaban la denominación de Campos de Urnas centroeuropeos, que aproximadamente a partir del año 1100 aC., incluso antes, comenzaron a llegar a través de los Pirineos e introdujeron una serie de innovaciones culturales y lingüísticas importantes, quizás sobrevaloradas en algunos momentos de la investigación. Durante años, fue objeto de estudio y de polémica la manera en que pudieron entrar las nuevas formas culturales y si fueron introducidas por contingentes humanos numerosos, hablándose de invasiones indoeuropeas para describir las supuestas y sucesivas entradas de grupos procedentes del sur de Alemania que habían traído los nuevos ritos funerarios, nuevos modelos de hábitat y nuevos objetos materiales.

Hoy en día no puede negarse la presencia de estos influjos, pero, aunque se trata de un tema aún no cerrado, se acepta una llegada paulatina, seguramente siguiendo el modelo de onda de avance, sin ningún matiz de invasión guerrera, que continuaría una evolución local, a partir de la absorción o simbiosis con las poblaciones indígenas preexistentes.

Historiadores como Rovira Soriano han sugerido una primera llegada de elementos de Campos de Urnas por vía marítima hasta las costas de Tarragona, donde se localizan las necrópolis de incineración más antiguas, en vez de la tradicional vía terrestre de los Pirineos Orientales. Cataluña fue la primera región peninsular en la que se detectaron estas influencias, primero en forma de cerámicas encontradas en cuevas como Janet o Marcó en la provincia de Tarragona y a también por la presencia de las primeras necrópolis de incineración, verdadera novedad en el ritual funerario peninsular.

Urna bicónica de la necrópolis de Can Missert en Terrassa

Las necrópolis de la zona costera muestran las típicas incineraciones en urnas cerámicas de forma bicónica enterradas en el suelo sin protección especial, como en la necrópolis de Can Missert en Terrassa, mientras que los cementerios descubiertos en el valle del Segre ofrecen incineraciones en urnas cerámicas protegidas por una pequeña estructura tumular, ejemplos de ello localizamos en: Llardecans o Pedrós, en LLeida.

Esta variación en las sepulturas hizo pensar a algunos autores en la penetración por los Pirineos de variadas tradiciones culturales europeas. Otros investigadores creen ver en estas estructuras de piedra una revitalización de las viejas costumbres megalíticas plasmadas ahora en forma tumular y asociadas al nuevo rito de la incineración. En las formas de hábitat también se pueden detectar innovaciones, pues surgen poblados de nueva planta asentados en lugares elevados, con viviendas rectangulares dispuestas alrededor del perímetro del cerro y que, en algunos casos como el yacimiento de Carretelá en LLeida, han proporcionado dataciones de C-14 del 1090 y 1070 aC.

La difusión de las características culturales de los Campos de Urnas se produjo con relativa rapidez, ya fuera por la vía del Segre-Cinca remontado el valle del Ebro desde Tarragona o llegando a la llanura de Lleida desde la costa; detectándose en el Bajo Aragón, a finales del siglo X aC.

Los cambios se perciben, sobre todo, en las formas de poblamiento, pues en esas fechas se empiezan a ocupar los cerros de mediana altura, situados en los valles de los ríos por su claro valor estratégico, tanto defensivo como económico, siguiendo el modelo denominado de calle central con las viviendas de planta rectangular adosadas y dispuestas a lo largo del perímetro del cerro, dejando libre un espacio central común.

El poblado de Palermo en Caspe ha proporcionado fechas todavía más antiguas. El nivel inferior está datado por el C-14 en 1100 aC., con cerámicas típicas de los Campos de Urnas Antiguos. Pero es a partir del siglo X y IX aC. cuando se percibe una mayor densidad de hábitats, reflejo de un claro aumento de la población, que encontró en el valle del río una zona fértil donde asentarse. Otros poblados importantes de la misma región caspolina son los del Cabezo de Monleón, con más de cincuenta viviendas dispuestas según el modelo típico, el de Záforas y La Loma de los Brunos, entre otros.

Las necrópolis, en esta zona, están peor documentadas que en Catalunya, pero también se conocen bastantes ejemplos y todas ellas son de incineración en urnas cerámicas, protegidas por una pequeña estructura tumular. Únicamente la necrópolis de Els Castellets de Mequinenza parece ofrecer nuevos datos, puesto que en uno de sus túmulos, fechados entre el siglo X y IX aC., ha aparecido un enterramiento de inhumación que ha sido considerado muy significativo porque indica la coexistencia de los dos rituales; por un lado, el ancestral de la Península entroncado con la tradición megalítica y, por otro, el novedoso de la incineración cuya coincidencia demostraría el proceso de adaptación por parte de la población indígena de las nuevas formas culturales, en este caso el ritual funerario y las formas de las vasijas cerámicas que acompañaban los enterramientos.

Remontando el valle del río sigue existiendo un abundante poblamiento documentado hasta la llanura alavesa, el yacimiento más significativo de esta zona es el de Cortes de Navarra, excavado en los años 50. Del siglo pasado por Maluquer y en el que todavía hoy continúan las investigaciones. Proporcionado una estratigrafía que documenta muy bien el tránsito del Bronce Final a la Primera Edad del Hierro. Está situado en la terraza del Ebro y se pudo documentar tanto su disposición urbana del tipo calle central, como su actividad económica, ya que se encontraron restos vegetales en muchas de las despensas de las casas; se conservaba trigo, cebada y mijo, lo que hace suponer que el sistema empleado era el de la rotación de cultivos y también se practicaba la ganadería con los ovicápridos en primer término, lo que seguramente supone un aprovechamiento lanar, seguidos de los bóvidos y del cerdo. Los supuestos límites máximos de la expansión íbera habrían llegado desde el Mediodía francés hasta el Algarve portugués y el norte de la costa africana. Los iberos fueron, en definitiva, los diferentes pueblos que evolucionan desde diferentes culturas precedentes hacia una serie de estructuras proto-estatales, viéndose ayudados en dicha evolución por la influencia de fenicios primero y luego de griegos y púnicos, que traerán consigo elementos de lujo que ayudarán, como bienes de prestigio, a la diferenciación interna de los diversos grupos sociales.

Los íberos más cercanos

No podemos dejar de mencionar el legado histórico de estos pueblos íberos en nuestra zona geográfica. Si hoy en día consultamos internet, en cualquiera de las páginas web que hagan referencia a los íberos, aparecerán ofertas y presentaciones de rutas que dan a conocer recorridos por los múltiples yacimientos de nuestra geografía más cercana. En la página del Gobierno de Aragón: http://aragonhoy.aragon.es  podemos leer:

IBEROS-PROVINCIA DE TERUEL. La mayor concentración de asentamientos iberos se localiza en la zona del Bajo Aragón, habitada por la etnia de los Ausetanos del Ebro. La importancia y calidad de los yacimientos ha dado como resultado la constitución del Consorcio “Patrimonio Ibérico de Aragón” encargado de gestionar el proyecto de turismo cultural y arqueológico “Ruta Iberos del Bajo Aragón”. En este proyecto participan once ayuntamientos de cinco comarcas de la zona oriental de Aragón. La Ruta incluye diecinueve yacimientos arqueológicos ya excavados y once centros de visitantes de diversa temática que proporcionarán en conjunto una completa y detallada visión de la cultura ibérica.

En el término municipal de Caspe, en la comarca zaragozana de Bajo Aragón-Caspe, se localizan los yacimientos de La Tallada y la Loma de los Brunos, así como el poblado ibérico de Palermo. En Azaila, en la Comarca del Bajo Martín, encontramos el yacimiento de Cabezo de Alcalá y el centro de visitantes centrado en la organización del territorio, el urbanismo y la vivienda ibérica. En la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos existen varios asentamientos: El Cabo en Andorra y El Palomar y el Cabezo de San Pedro en Oliete. En esta última localidad y en Alloza se han creado dos centros de visitantes dedicados a las fortificaciones y actividades productivas y a la cerámica ibérica respectivamente.

Continuando en la Comarca del Bajo Aragón, en Alcañiz se ubican El Palao, El Tarratrato y El Cascarujo además de un centro de interpretación cuya temática gira en torno a la historia de la cultura ibérica bajoaragonesa; en Foz Calanda los hornos de El Olmo y Mas de Moreno y en Alcorisa el Cabezo de la Guardia. Por último, en la Comarca del Matarraña se sitúan los yacimientos de San Cristóbal y del Piuro del Barranc Fondo en Mazaleón; el Tossal Redó y el Cabezo de San Antonio en Calaceite; la Torre Cremada y Tossal Montañés en Valdeltormo y el asentamiento de Els Castellans en Cretas. Pueden visitarse también dos centros de interpretación: el dedicado a la lengua y el alfabeto ibéricos en la localidad de Cretas y el centro de Calaceite consagrado a la figura del arqueólogo Juan Cabré y a la vivienda, indumentaria y tecnología ibéricas.

Además de estos importantes yacimientos del Bajo Aragón, en la provincia de Teruel destaca el poblado ibero-romano del Alto Chacón próximo a la capital turolense, que conserva importantes estructuras arquitectónicas y donde fueron hallados abundantes restos cerámicos y monedas procedentes de diferentes cecas.

También hacemos referencia a un artículo aparecido en la revista de noticias https://otraiberia.es, que nos llamó la atención con el sugerente título:

La necrópolis íbera de Andorra escondía un cementerio de mujeres de alto estatus.

Cerca del yacimiento ibérico andorrano de El Cabo, a 400 metros, se encuentra una necrópolis formada por seis túmulos. Durante los años 2005 y 2006 se realizaron trabajos de excavación, consolidación y puesta en valor de la necrópolis. Ya en ese momento sorprendió que ambos yacimientos no se correspondían en el tiempo.  El cementerio se sitúa sobre el 600 aC. y el poblado es del 450 aC. Los trabajos fueron realizados bajo la dirección de los arqueólogos José Antonio Benavente y Fernando Galve.

En los últimos años se han analizado los restos recuperados en dicha excavación, por un equipo de investigadores formado por: Raimon Graell, del museo de Mainz, Alemania, que estudio los ajuares metálicos depositados en las urnas. El antropólogo Ignacio Lorenzo, del Gobierno de Aragón, quien se encargó de los restos humanos calcinados. La investigadora Alejandra Balboa, de la Universidad de Toulouse, realizó los análisis metalográficos de los ajuares. El arqueólogo Salvador Melquizo, encargado del estudio de los huesos, afirmaba que se trataría de “personas gráciles” es decir “no musculosas ni fuertes”. Todos ellos coincidieron en una misma atribución de género para los restos humanos allí depositados. Estos análisis de ajuares y huesos, ha facilitado resultados inéditos en la arqueología protohistórica peninsular.

Parece ser que los seis túmulos de la necrópolis albergaron exclusivamente restos de mujeres que murieron con edad comprendida entre los 20 y los 30 años, posiblemente con un elevado estatus social a juzgar por la riqueza de los ajuares depositados en las urnas con las que en la Edad del Hierro se distinguía a la clase dominante.

Uno de los seis túmulos, todos ellos planos y de planta circular, conservaba dos urnas funerarias que fueron depositadas al mismo tiempo, lo que indica que las cenizas de dos mujeres habrían sido depositadas al unísono. Melquizo dijo “No es muy habitual en la Edad del Hierro, cuando empiezan a aparecer tumbas individuales y donde el poder de los individuos, forjado a base de intercambios comerciales, se demuestra con riquezas”. “Que estén dos urnas juntas puede deberse a que haya una relación familiar muy directa entre individuos” interpreto el arqueólogo. Al preguntarle si le sorprendía la edad de la muerte de estas mujeres, Melquizo explicó que la esperanza de vida de la época era de 40 años por la dureza de aquellos tiempos.

El gerente del Consorcio Patrimonio Ibérico de Aragón, José Antonio Benavente, reconoció “Ha sido una sorpresa para nosotros mismo”, quien explico que los ajuares son brazaletes, fíbulas y anillas de pequeño tamaño, que se podrían corresponder con adornos femeninos.

El hecho de que solamente aparecieran elementos decorativos femeninos es “inédito en la arqueología protohistoria peninsular” aseveró Benavente, “planteando numerosos interrogantes de tipo sociocultural y ritual, de difícil explicación por el momento y abre nuevas líneas e hipótesis de trabajo que habrá que confirmar mediante excavaciones en otras necrópolis de características muy similares ya localizadas en los valles del Guadalope y del Bergantes”.

Benavente se refiere a dos cementerios ibéricos en Aguaviva y La Ginebrosa, ambos en la ruta de comunicación histórica por el cauce del río Bergantes: “Sería la mejor forma de confirmar si este fenómeno se da en otros yacimientos”.

Dama de Baza

Otra posibilidad que se plantean es que la necrópolis andorrana fuera más grande y, por la” erosión” solo se conservasen seis tumbas. Melguizo, también afirmó: “Si aceptamos que existe un cementerio femenino, tenemos que aceptar que hay uno masculino no muy lejos” llegándose a plantear “que todo esto fuera un error y fuéramos incapaces de diferenciar el sexo de los individuos solo por los ajuares y por los restos sólidos”, “estamos trabajando con cenizas, resultando muy complejo además de no disponer de medios materiales ni de capacidad de realizar investigaciones de ADN por falta de financiación.”

En la última investigación se ha aprovechado también para realizar prospecciones, con un radio de tres kilómetros a la redonda, con las que se han localizado varios yacimientos por excavar. “En todo lo que es la Val de Ariño hay un pequeño curso de agua, un pequeño arroyo, que favorecería el asentamiento de núcleos poblacionales”, explicó Benavente.

Queda claro que unos resultados arqueológicos en función del genero sorprende y plantea dudas sobre la capacidad de identificar unos restos. La falta de concepción de genero puede dar una visión sesgada de una realidad que intentamos revelar. El predominio de lo masculino sigue siendo el protagonista que marca las pautas de relaciones sociopolíticas del ejercicio del poder y del reconocimiento social. En este caso quedó patente que las riquezas funerarias indicaban poder y por lo tanto consideraban los estudiosos que pertenecerían a restos masculinos con la consiguiente sorpresa al demostrarse que eran de  restos femeninos.

Aun después de saber que los restos pertenecen a mujeres, y que los definen como “personas gráciles” es decir “no musculosas ni fuertes” no se plantean la posibilidad de estar ante individuos que ejercieron un poder en el grupo. ¿Quién puede negar la capacidad de liderazgo de las mujeres, ya sea a través del poder político o religioso o simplemente por su capacidad intelectual? 

LOS GRIEGOS

Ya vimos la cultura griega y toda su evolución en un capitulo anterior, pero ahora nos referiremos a ellos y su relación e influencia con los habitantes de nuestra península ibérica. El hecho de que los griegos hayan tenido un papel tan importante en la historia de Occidente se debe a que fueron grandes recolectores de conocimiento e iniciadores novedosos en la ciencia, las artes y la tecnología.

De los fenicios obtuvieron el alfabeto consonántico que adaptaron al suyo propio; de los egipcios su arquitectura, tecnología y la estructura de su panteón divino.  De los babilonios y persas, los griegos de la costa de Asia Menor se empaparon de su astrología e incluso de algo de su filosofía con influencias orientales. Resumiendo, los griegos, especialmente a partir de la Era Arcaica, siglo VIII aC. tuvieron la capacidad de recoger saberes y conocimientos de otras regiones, categorizarlos y darles un fuerte impulso a través de un pensamiento lógico y científico, aspecto que constituye el gran aporte griego a la humanidad.

La llegada de los griegos a la península ibérica, como así la denominaron, se produjo siglos más tarde de la llegada de los fenicios; después de haber fundado la colonia de Massalia, actual Marsella en el sur de Francia alrededor del año 600 aC.

Los griegos realizaron los primeros asentamientos permanentes en el levante ibérico en el siglo V aC. Se supone que además de por el interés comercial, que les guiaba, construyeron pequeñas polis a semejanza de la Magna Grecia, en el intento de recrear un espacio donde encontrarse como en su casa.

La primera colonia fundada en la península fue Emporiun, en la costa de Girona, actual Ampurias. Se considera que la fundación de este puerto comercial fue el año 575 aC. y desde ahí se fueron creando nuevas colonias en dirección sur, como Denia y Alicante. Según las crónicas de los historiadores griegos, también llegaron a Tartessos y comerciaron con el mítico rey Argantonio; aunque no se conocen pruebas arqueológicas de ello.

A la pregunta que nos podemos hacer ¿qué aportaron los griegos a los pueblos que habitaban la península en ese momento? Podemos afirmar que además de darle nombre a esta tierra peninsular como Hesperia o Iberia, influyeron en el tipo de organización social de los nativos. También en la arquitectura si juzgamos los yacimientos de Ampurias y otros centros urbanos del levante, Denia y Alicante (V-IV aC.) donde se encuentra la influencia griega en la construcción de edificaciones, torres, murallas y palacios. Otro ejemplo, podía ser el de la famosa Dama de Elche, pero conlleva polémica al respecto. Ya que los griegos pudieron llamar Helike a la ciudad donde han encontrado similitudes con el arte jónico arcaico.

Se sabe que fueron los fenicios los que introdujeron el vino y el aceite de oliva en la Península Ibérica, pero parece que los griegos exportaron una forma de cocina basada en cuatro ingredientes: vino, aceite de oliva, trigo y ajo que aun hoy en día se mantiene por tierras catalanas gironinas.

Pero no podemos olvidar que el aporte más novedoso e interesante que los griegos dieron a la población indígena fue la aportación de las artes del espíritu como el teatro, la poesía y la incipiente filosofía que con los romanos se expandiría por toda la península a través de la civilización greco-latina.

LOS CELTAS

El término keltoi es un nombre que los griegos conocieron oralmente de los indígenas, una transcripción fonética. Este término junto a keltiké nos da una ambigua referencia geográfica. Hay que tomarlo simplemente como un nombre dado a los habitantes al norte de los Alpes.

Ya aparecen noticias relacionadas con estos pueblos, en textos del historiador latino Avieno en su “Ora Marítima, en torno al 520 aC. También Heródoto y Hecateo de Mileto hablan de ellos en torno al 500 aC. Más tarde, con César, Posidonio y demás, se convierte esta información geográfica en una de ámbito etnográfico. Sin embargo, es una información limitada que no se puede extender ni geográfica ni cronológicamente. Una de las fuentes historiográficas puede ser la lingüística, para la cual las lenguas célticas son una rama de la familia indoeuropea. Gracias a este concepto lingüístico podemos trazar ciertos límites.

Herodoto de Alicarnaso, historiador y geógrafo griego, considerado el padre de la historia del mundo occidental.

No se ha logrado discernir etnias propiamente celtas entre los primeros grupos de indoeuropeos que penetraron en la Europa central. Según el punto de vista tradicional, solo hasta el siglo V aC. con el surgimiento de la cultura de La Tène es razonablemente seguro identificar a los portadores de esa cultura como hablantes de lenguas celtas. Desde un punto de vista igualmente tradicional, los primeros pobladores indoeuropeos podrían haber sido los portadores de la cultura de los campos de urnas que se propagaron rápida y extensamente por Europa hacia el siglo XIII aC. Los portadores de esta cultura se expandieron descendiendo por la margen derecha del Ródano ocupando Languedoc, Cataluña y el bajo valle del Ebro. Otra línea de expansión les llevó a Bélgica y el sureste británico.

Sin embargo, recientemente se ha asociado a los celtas o sus precursores inmediatos con la cultura del vaso campaniforme, que en el Neolítico medio se habría expandido desde la península ibérica, difundiéndose por el frente Atlántico hasta el centro de Europa zona media del Elba. Al confluir así con la cultura de la cerámica cordada se habría constituido el primer horizonte cultural Paneuropeo, que algo más tarde desembocaría en la cultura del bronce en Unetice, cerca de Praga.

El estudio aún más reciente de la distribución del haplotipo mitocondrial H, no solo es consistente con estas hipótesis, sino concluye que esta difusión, que parte del SO de Europa, habría supuesto un importante movimiento de población, y no solo la transmisión de un “paquete cultural”. En genética humana el haplogrupo H es un linaje mitocondrial humano (ADNmt) típico de Euroasia Occidental. Es derivado del haplogrupo HV y el  haplogrupo matrilineal más característico de toda Europa (excepto en los sami), predominando en Europa Occidental.

Lenguas celtas

Las lenguas celtas derivan de un conjunto de dialectos del proto-indoeuropeo, idioma que cronológicamente ocupa una posición intermedia dentro de la familia indoeuropea. A partir de los rasgos comunes a las lenguas celtas mediante los métodos de la lingüística histórica se ha reconstruido del proto-celta que es una aproximación a la lengua madre que dio lugar por diversificación a las lenguas celtas históricamente conocidas.

Fuentes arqueológicas

Las necrópolis nos aportan valiosa información, no solo sobre los ritos funerarios, sino sobre la importancia, la estructura social, la duración y la continuidad o discontinuidad de los grupos humanos que las utilizaban. El utillaje de cada sepultura, efectos personales u ofrendas funerarias, constituye un conjunto de objetos que han sido enterrados en el mismo momento.

Las sepulturas son el punto de partida de todos los sistemas cronológico: se basan en los objetos que aparecen en ellas. Proporcionan además un abundante material antropológico, fuente de primer orden para conocer las características de la población, morfología, edad y sus variaciones según el sexo y la categoría social, tipo de alimentación, enfermedades, etc.

Hay que señalar, que lo que sabemos sobre la antropología física de los celtas prehistóricos no concuerda en absoluto con la idea, arraigada, de una raza celta de hombres altos, rubios o pelirrojos de piel blanca, una especie de analogía menos nórdica con el Herrenvolk germánico glorificado entre guerras. La realidad es que los celtas, que se han podido identificar (siglos V-IV aC.) son casi tan heterogéneos como los pueblos actuales.

Los hábitats son una fuente de información tan valiosa como las necrópolis, pero que se han explotado muy desigualmente. La excavación de una cabaña es una operación más lenta y complicada que la de una sepultura. Sus resultados son más sensibles a los errores y el material, que suele consistir únicamente en cerámica, es menos espectacular.

Hay una excepción: los hábitats fortificados, especialmente los oppida. Su atractivo se debió a la facilidad de su localización en el terreno, la esperanza de confirmar la identificación de un lugar histórico y la supuesta concentración de restos arqueológicos, que aumentaba la probabilidad de un descubrimiento espectacular. El estudio de los hábitats es el complemento indispensable del de los enterramientos. Constituyen la principal fuente para el estudio de la economía.

Cultura celta

Los autores griegos y romanos describen a los celtas como personajes jactanciosos y turbulentos, muy amigos de armar camorra. Esto era aún más cierto durante sus festines. Los festines eran una parte importante de la vida de la nobleza celta. A menudo se celebraban festines para celebrar la victoria en una batalla. Los guerreros tenían entonces la oportunidad de alardear de sus hazañas. Antes de trinchar la carne, tenían lugar una contienda verbal de bravuconería, para decidir quién era el guerrero más valiente de los presentes. Los contendientes para la obtención del título eran estimulados por sus defensores para exponer los alegatos más extravagantes. El vencedor era premiado con trinchar el animal asado, y reservarse para él la parte superior del músculo, llamada la “parte del campeón”.

La mujer era quien se encargaba de cuidar y atender la casa y el huerto para el mantenimiento y alimentación del núcleo familiar, el hombre se encargaba de guerrear.

La vestimenta de los celtas, tal y como ha sido reconstruida, muestra un estilo colorista y bien ornamentado, con mucha tendencia a la mezcla de colores llamativos. Los tintes principales, que tanto fervor causaron, seguramente eran: para el rojo, la llamada “Roja” (Rubia tinctorum L.), para el amarillo Reseda luteola y para el azul, yerba pastel (Isatis tinctoria). El lino ha sido el material textil más antiguo hallado, usado por los proto-celtas. La lana se convirtió en la materia prima más usada una vez que las ovejas fueron domesticadas. En la Edad de Hierro la mayoría de ropa de los celtas estaba hecha de lana. La tela se tejía con telares, a cuadros y rayas, pero más simples que el “tartán” actual. Las piezas de vestir básicas eran braccae para los varones y túnicas largas y peplum para las mujeres, así como un saquito en el cinturón denominado pouch para ambos.

Posible vestimenta del pueblo celta.

Las casas estaban formadas por una armadura de postes de madera, ramas y mimbres entrelazados y embarrados, cubiertas de entramados de paja. Hoyos distribuidos alrededor de la vivienda, servían para almacenar los cereales. Las viviendas se encontraban dentro de cerros fortificados, como es el caso de Maiden, en Dorset.

Reconstrucción poblado celta
Cerro fortificado de Maiden en Dorset, Gran Bretaña

Espíritu celta

Se les atribuyen ciertas virtudes y características a los celtas como es la independencia, el heroísmo, la arrogancia… Los clásicos les darán estas virtudes características a través de sus textos. Estrabón y Diodoro Sículo remarcan este espíritu, resaltando sus particularidades. Otro texto de Flavio Arriano sobre una reunión entre Alejandro Magno y galos también lo pone de relieve, así como Polibio en la batalla de Telamón.

La religión de los antiguos celtas, particularmente la de los galos antes de la conquista romana, no es bien conocida, y los datos de que se disponen para reconstruirla son escasos y no muy precisos.

El culto estaba a cargo de los druidas, sacerdotes que a la vez eran los educadores de la juventud. Los monumentos tradicionalmente llamados “piedras druídicas”, anteriores a la llegada de los celtas al oeste de Europa, parecen no haber representado ningún papel en la religión de los antiguos galos.

Es en el periodo del siglo IV aC. cuando el druidismo se extiende entre los celtas. Contrariamente a lo que se cree, los druidas no tenían templos de piedra ni arqueológicamente se ha podido enlazar el druidismo celta con Stonehenge, siendo la cultura megalítica anterior en varios milenios a la cultura celta y al fenómeno del druidismo. Este error de asociar la cultura megalítica atlántica, presente en las islas británicas, Francia y España, con Stonehenge está muy extendido entre la gente por ser un invento del romanticismo del siglo XVIII. Como ejemplo: los celtas ibéricos no conocieron el fenómeno druídico, pero en España hay muchos restos megalíticos.

Durante mucho tiempo solo existieron cultos locales especialmente relacionados con las montañas, los bosques y las aguas, a los que se invocaba bajo diferentes nombres. Hallamos el dios Vosgos, la diosa Ardenas, el dios Dumias; las divinidades de las fuentes o de los ríos: Sequana (la fuente del Sena), Nemausis (la fuente de Nimes).

Más tarde se estableció el culto de las grandes divinidades, más o menos común a toda la Galia. En la época galorromana éstas se fueron identificando con las divinidades de Roma, mediante un proceso cultural llamado “sincretismo”: Teutates, especie de Mercurio con algo de Júpiter y de Marte; Taranis, relacionado con el rayo, pero carente del poder supremo de Júpiter; Esus, dios de la guerra y del ganado, asimilado a Marte o a Silvano; Belenus, dios de las artes, relacionado con el sol y comparado con Apolo; Cernunnos, dios del sueño y de la muerte asimilado a Plutón. Junto a ellos figuraban diosas como: Rosmerla, asociada a Teutates; Belisma, diosa de las artes del fuego, asimilada a Minerva; Epona, diosa de la abundancia agrícola, asimilada a Ceres.

Dios celta Teutates
Dios celta Cernunnos.
Dios celta Taranis

Entre las prácticas de la creencia popular es famosa la recolección, de acuerdo con prescripciones fijas, del muérdago, al que se consideraba dotado de virtudes extraordinarias. Asimismo, el roble se consideraba un árbol sagrado.

El druidismo es una institución pan-celta. De manera comparable a otras sociedades indoeuropeas, los druidas forman un cuerpo profesional procedente de la aristocracia, de especialistas en las técnicas del derecho y del culto asociados a la función soberana. Auxiliares de la realeza, velan por las actividades de palabra y de enseñanza asegurando la transmisión del saber tradicional.

En la época que precedió a la conquista romana de la Galia, y, al parecer, posteriormente en las islas, la característica principal de la práctica religiosa de los antiguos celtas es el druidismo. La palabra druida que es específicamente celta proviene de *der-w/dr-ew que se entiende como «el que sabe fielmente, el que tiene una visión verdadera, cierta». La existencia del clero druida está atestiguada en varios autores antiguos, para diferentes épocas y en diferentes lugares del mundo celta. En la Galia, los druidas parecen haber desempeñado un papel clave en la insurrección de -52 y, posteriormente, en las revueltas galas del siglo I: la de las Guerras de Secesión, liderada por el Eduen Julius Sacrovir en 21 dC. y descrita por Tácito en sus Historias, habría conducido al estallido de las hostilidades de Roma contra los druidas galos.

El «clero» druídico estaba encargado de la celebración de las ceremonias sagradas y de los ritos cultuales: sólo él tenía derecho a practicar los sacrificios, a veces humanos, pero más generalmente de animales o simbólicos (como atestiguan los exvotos de madera inventados en las fuentes del Sena). Fue la práctica de los sacrificios humanos la que sirvió de pretexto para la prohibición de los druidas bajo el emperador Tiberio (o Claudio para algunos historiadores). Otras prerrogativas de los druidas eran lógicamente la enseñanza, la diplomacia, la historia, la genealogía, la toponimia, la magia, la medicina y la adivinación. El druida, gracias a su saber (cuya adquisición podía requerir veinte años de estudios, según César) y gracias a su dominio de las prácticas mágicas, era un intermediario entre los dioses y los hombres.

El druida tenía también un papel de consejero político ante el rey con el que pudo formar un binomio en el que el rey ejercía la soberanía bajo la inspiración del druida. El druida Diviciacos, contemporáneo de Cicerón y directamente en el origen de la conquista romana de la Galia, aparece sobre todo como el jefe político de los eudos.

Los celtas en la península ibérica

Los celtas cruzarían los Pirineos en dos grandes migraciones: en el IX y el VII siglo aC. Los celtas se establecieron en su mayor parte al norte del río Duero y el río Ebro, donde se mezclaron con los iberos para conformar el grupo llamado celtíbero.

En cuanto a la península ibérica, los primeros intentos de identificación celta corrieron a cargo de Rubio de la Serna. Ciertas zonas peninsulares, como la gallega, han intentado identificarse con lo celta para reforzar su identidad nacional. Algo ciertamente lógico debido al tangible patrimonio heredado a través de los siglos que no solo se restringe a una presencia arqueológica ingente —la más extensa de toda Europa— sino a una verdadera inercia cultural que pervive actualmente con vigor y que no solo busca en lo celta un signo de diferenciación. A pesar de ello hubo que esperar a Martín Almagro Basch y Pere Bosch Gimpera para que se aclarase la presencia celta en España, y ya fue a mediados del siglo pasado.

Es posible que grupos celtas estuviesen presentes en territorios peninsulares, a partir de la II Edad del Hierro. Colin Renfrew, arqueólogo británico en su obra Arqueología y Lenguaje, ha resumido ocho puntos que podrían configurar lo céltico. Estos puntos han dado paso a un nuevo momento sobre la concepción de lo celta.

A partir del siglo VIII aC. otros pueblos presuntamente indoeuropeos fueron los portadores de la cultura de Hallstatt (Hierro I), extendiéndose en esta fase por el interior de la península ibérica (siglo VII aC.) En el siglo VI aC. los pueblos presuntamente indoeuropeos fueron desplazados del noreste ibérico a manos de los iberos, quedando así los celtas de Iberia aislados del resto de pueblos celtas continentales.

Los pueblos y cultura célticas tuvieron una fuerte presencia en el sudoeste de la península, documentada por Plinio el Viejo y otras fuentes. Según historiadores como Adolf Schulten el norte de la Península estaba habitado no por pueblos celtas sino por ligures. Además, los celtas, un pueblo guerrero que habitaba zonas de Irlanda, Inglaterra, Escocia, Francia y Norte de España, celebraban ya hace más de 3 mil años lo que hoy conocemos como Halloween. Precisamente el 31 de octubre, los celtas celebraban el fin del verano y pensaban que los muertos salían de sus tumbas como zombis y para protegerse de ellos decoraban las casas con motivos siniestros.

Castros celtas en Santa Tecla, La Guardia.

Entre los restos arqueológicos celtas destacan los castros y los petroglifos, que se encuentran con frecuencia en el noroeste de la península ibérica. (nota: muchos petroglifos son mil años anteriores a la cultura celta, aunque se seguirán haciendo durante el periodo celta)

Las necrópolis de incineración, con sus diferencias de ajuares en las sepulturas, ponen de manifiesto una sociedad estratificada con una clase militar dominante a juzgar por la presencia de ricas armas con nivelados de cobre y plata, vistosos escudos con decoraciones a base de arquerías y soles radiados, fíbulas, broches de cinturón ricamente damasquinados, etc.

No puede aceptarse el concepto de que la metalurgia del hierro había sido introducida en la península por los celtas, ya que los descubrimientos realizados en las colonias del sur, donde se halló en Almuñécar, el fragmento de hierro más antiguo de la Península Ibérica, fechado en el siglo VIII aC. Pero si es cierto que fueron los celtas los que ponen en valor las minas de hierro de la Meseta y su explotación les da preponderancia sobre otros grupos. Esa época se caracteriza por el gran desarrollo de la metalurgia del hierro, que inunda los yacimientos de la Hispania celta de ricas manifestaciones en metal, como son las armas y los objetos de adorno. Se atestiguan en ese momento relaciones de la Meseta con el sur y sudoeste, constituyendo los jarros y braserillos rituales, los ídolos de Calzadillos y El Berrueco, el broche de cinturón de Sanchorreja y algunas joyas testimonios arqueológicos de ese comercio cuyo objeto eran los metales, oro, estaño del noroeste peninsular. Los ricos hallazgos metálicos de la necrópolis de Alcácer do Sal acreditan la pericia de los lusitanos en la fundición de los metales.

Se sabe que los celtas y celtíberos actuaban de mercenarios de los pueblos del sur y en otras ocasiones de los cartagineses y de los romanos. También se han relacionado la presencia de mercenarios celtas hispanos fuera de sus fronteras.

La sociedad celta hispana se estructuraba en tres estados: nobles, libres y esclavos. No se sabe hasta qué punto se puede mantener esta clasificación social, pero parece que si se puede afirmar que la sociedad celta hispana era una sociedad estratificada, como se comprueba en la existencia de poblados fortificados y en las diferencias de ajuar de las sepulturas. Las fuentes han conservado los nombres de algunos príncipes celtíberos, que parecen denunciar un régimen aristocrático militar más que una verdadera institución monárquica.

Estatuilla romana en bronce de un celta cautivo. Siglo II

Las numerosas inscripciones halladas en el área celta de la península, distinguen dos tipos de organización social, la gentilitas y la centuria. La gentilitas constituye una organización social autónoma con preeminencia sobre la familia, deducido del hecho de que el gentilicio aparezca en las inscripciones detrás del nombre del individuo y antes del nombre del padre, colocado al final. Este tipo de organización social, inferior a la tribu y superior a la familia, se atestigua entre los pueblos astures, cántabros, vetones, carpetanos y pelendones.

La centuria, forma de agrupación social intermedia también entre la familia y la tribu, se halla documentada por algunos casos menos en el área galaico-portuguesa, desde el Cantábrico hasta el curso inferior del Duero. Algunos estudiosos, como Schulten y Rodríguez Adrados, encuentran equivalencia en ellas. D’Ors cree que la centuria es una organización militar romana relacionada con las unidades sociales indígenas como base de reclutamiento. Tovar encuentra paralelismo entre los dos sistemas sociales mientras que Rodríguez Colmenero afirma que las centurias son unidades inferiores subordinadas a ciertos grupos gentilicios conocidos.

Otro tipo de instituciones de carácter sociopolítico y también religioso que se tiene documentado en la Hispania celta son: la clientela, la devotio y el hospitium. La clientela, consiste en un pacto personal de carácter bilateral, semejante a las clientelas galas y al comitatus germánico. Esta alianza es de carácter civil y militar y desaparece cuando una de las dos partes muere o incumple lo pactado. Blazquez afirma que las clientelas corresponden a pueblos celtíberos o a pueblos en íntima relación con ellos, sugiriendo que podría tratarse de una institución celta. La devotio es una forma de la clientela militar hispana. Constituida por dos elementos, uno de carácter social, cuyo objetivo exclusivo es la guerra y el otro de carácter religioso, por el cual el devotio no puede sobrevivir a su jefe. Viñas señala que la verdadera esencia de la devotio es la consagración religiosa al caudillo. Es una institución típica celtíbera la devotio, así como es el hospitium, de carácter religioso y social al mismo tiempo. Numerosos son los documentos que se conocen de hospitium en Hispania, algunos en lenguas indígenas.

Todas estas instituciones indígenas de origen celta constituyen, según Blázquez junto a la religión y la onomástica, el legado indoeuropeo de Hispania que perdura bajo la romanización.

En líneas generales la arqueología, la lingüística y los datos históricos coinciden en darnos el testimonio de que a una población indígena se superpuso una población formada por elementos centroeuropeos que en el siglo IV aC.  se distribuyen por las dos mesetas, Argón, Portugal y Galicia, con pequeños enclaves en Andalucía, Levante y Catalunya. En realidad, la “celticidad” constituyo un factor de unificación de la Hispania antigua, unidad confirmada lingüística y arqueológicamente por la onomástica que aparece en las estelas funerarias que se prodigan por toda la Hispania indoeuropea y por la decoración externa, rosáceas, esvásticas, trísqueles, que en esas estelas ofrecen un fondo racial único a pesar de su disgregación en tribus.

LOS CELTIBEROS

Dibujo de guerrero ibero, y detalle de sus arnas, vestimenta calzado y casco. Dibujo de guerreros celtiberos en lucha.

El territorio peninsular sobre el que se asientan los recién llegados (pre- celtas) estaba habitado por pueblos pre-íberos. Se discute mucho si se produjo un desplazamiento, una conquista, una alianza, asimilación, pacto o fusión entre celtas e íberos, ya fueran de buen grado o como siervos. Las primeras referencias escritas sobre los celtíberos se deben a geógrafos e historiadores grecolatinos: Estrabón, Tito Livio, Plinio y otros.

Dibujos coloreados recreando la posible vestimenta celtíbera.

Aunque su estudio se inicia con anterioridad no adquiere rango científico hasta principios del siglo XX, con el marqués de Cerralbo, Schulten, Taracena, Caro Baroja, etc., cobrando renovado impulso en los últimos años. Pese a este excepcional acervo literario, aún hoy se discuten aspectos claves para su definición: los confines de su solar, su verdadera personalidad o su propia genealogía.

Los datos disponibles son contradictorios y las teorías de los autores difieren sobre el tema. Incluso podría darse una mezcla de todas las opciones posibles, ya que las densidades de población y los recursos disponibles son muy especulativas. Las relaciones e influencias mutuas cambiaron con el paso del tiempo. Se atestigua una gran presencia pre-celta en zonas de la Bética, actual Huelva, Sevilla que se intenta explicar mediante la presencia de siervos, mercenarios o bolsas aisladas de colonos. La cultura de los celtíberos hizo suya la herencia de los iberos, de quienes adoptaron el sistema de escritura. Tras la caída de Numancia en el 133 aC. su territorio pasó a formar parte de la provincia romana Hispania Citerior.

También se sabe que posteriormente los pueblos celtíberos ejercieron influencia sobre otros pueblos del interior de la península. Esta influencia se aprecia en la llegada del torno de alfarero a muchas zonas de la meseta norte de la península, sobre todo a los pueblos limítrofes del valle del Ebro, e incluso a algunos más alejados como arévacos, pelendones o vacceos.

Reproducción de un torno en un yacimiento.

Existe también un buen número de monedas grabadas con el nombre celtíbero de la ciudad o de los habitantes de la ciudad en donde aquellas fueron acuñadas. Además, se han encontrado 20 teseras de hospitalidad grabadas, pequeñas placas de bronce utilizadas como símbolo de pacto entre dos partes, generalmente entre un individuo y una comunidad, con las que el portador podía solicitar hospitalidad a lo largo de sus viajes. La mayoría de estas inscripciones son muy breves, con la excepción de la tesera de Luzaga en Guadalajara de 24 palabras.

Teseras de hospitalidad, sumerias
Collar sacerdotisa del sol, celtíbero S.IV aC.
Tesera de Lugaza en Guadalajara. Bronce celtibero S. II-I aC.

LOS CARTAGINESES

Según Werner Huss, en su libro Los Cartagineses, decía: “que consideraba muy posible que comerciantes fenicios entablaran sus primeros contactos comerciales con los iberos a finales del II milenio Ac.  El motivo que atraía a los comerciantes fenicios hacia el lejano Occidente pudo haber sido, en primer lugar, la plata y en menor medida el zinc de la Península Ibérica.

Según los hallazgos arqueológicos, comenzó en el siglo VIII una intensa actividad colonizadora, por los fenicios del Este. La costa meridional, fue entonces una “provincia” fenicia. Además de Gades estaban situadas en ésta los siguientes lugares fenicios: Aljaraque de Huelva, Cerro del Prado de Gibraltar, El Villar en Málaga, Málaga, Toscanos con las necrópolis Cerro del Peñón, Jardín y Cerro del Mar y el fuerte, Cerro de Alarcón, Morro de Mezquitilla con la necrópolis Trayamar, Chorreras, las necrópolis Cerrillo de las Sombras, en Frigiliana, Almuñécar con las necrópolis Cerro de San Cristóbal, Puente de Noy y Velilla, Adra y Villaricos. Otras aclaraciones sobre la extensión del espacio colonizado por fenicios o púnicos se puede obtener de la valoración de los datos topónimos.

En el siglo VII, establecieron los cartagineses relaciones comerciales con ciudades y pueblos ibéricos. Y a finales del siglo VI intervinieron en España con medios militares. Al parecer los requirieron para prestar apoyo a los gaditanos que, por causas económicas habían entablado un conflicto con los pueblos hispanos vecinos. Y ellos prometieron la ayuda, solucionaron el problema y se quedaron en el sur de España. Posiblemente, además de Gades, las restantes colonias fenicias del sur de la península quedaron sujetas a la nueva potencia.

Quizás los cartagineses provocaron en el curso de estos contactos el hundimiento del imperio de Tartessos. Pero lo que, si se conoce por el tratado cartaginés-romano del año 348 aC., es que anteriormente cerraron la costa norte de África al oeste de Gibraltar y también declararon zona prohibida la costa sudeste y meridional de la península. Cerraron el estrechó y según Estrabón hundían a todo barco no púnico que se acercara a la zona.

No se sabe por cuánto tiempo tuvieron los cartagineses la supremacía en el sur de la península. Posiblemente solo durante la primera guerra contra los romanos o durante la guerra líbica, cuando posiblemente se les escapo el control.

Iberia no era una zona desconocida de los cartagineses; desde hacía siglos existían estrechas relaciones comerciales entre Cartago y la península, y de tiempo en tiempo los cartagineses controlaron también militarmente distritos enteros.

Amílcar emprendió sus primeras acciones militares desde la fortaleza de Gades. Estas expansiones imperialistas, que realizaba sobre un adversario que poseía una más amplia fuerza numérica, Amílcar las superaba en estrategia y táctica jamás igualada. Cuanto más luchaba con sus tropas en la península mayores eran sus éxitos.

El historiador Diodoro dice: Los “iberos y tartesios” fueron apoyados por el celtíbero Istolacio, que llego a ser la fuerza impulsora de la realización de la coalición celtibérico-ibérico-tartésica. Los cartagineses vencieron totalmente. Cayeron numerosos hombres en esta batalla y Amílcar enrolo en su ejército a los 3000 prisioneros.  Otro choque más que aparece mencionado en las crónicas hace referencia al enfrentamiento con un tal Indortes, que había puesto en pie un ejército de 50.000 hombres; la mayor parte de estas tropas fueron aniquiladas en la huida; los 10.000 prisioneros fueron liberados, posiblemente previo pago de rescate. El castigo que infligió a Indortes –ceguera, tortura y crucifixión- hace pensar en que este había sido un desertor. Muchos habitantes de la península fueron sometidos brutalmente, otros se anticiparon a un sometimiento forzoso entregándose.

No sabemos si la parte de Iberia dominada por los púnicos estaba organizada, en tiempos anteriores a los Bárquidas o en tiempo de los Barcas, a manera de provincias, ya que tampoco formaba Iberia propiamente una provincia, sino que estaba administrada juntamente con África.  Entre las ciudades fenicias parece haber ocupado Gades una posición especial, era la única que poseía el derecho de acuñar moneda.

No intervenían los cartagineses en los asuntos internos de los pueblos íberos. Solo estaban interesados en que pagasen regularmente sus tributos y entregasen los contingentes exigidos. Exigieron también la entrega de rehenes para asegurarse su lealtad. Hacer un juicio definitivo sobre la administración de Iberia resulta difícil, porque las cosas estaban todavía en trámite cuando los romanos se la arrebataron a los cartagineses.

La marina de guerra fue hasta la época de las guerras romanas la espina dorsal de las fuerzas armadas cartagineses. Cartago poseía la parte más considerable de barcos, remeros y soldados de marina, contribuían además a la construcción de la flota especialmente las ciudades libio-fenicias. En el siglo VI el tipo de nave predominante era la pentecóntera, a partir del siglo V, se introdujo el trirreme. En el siglo III se construyó el tetrarreme, o cuatrirreme invento cartagines, y en las guerras romanas se empleó el quinquerreme.

Localización de la estrella Polar
Imperio marítimo cartaginés.

Los cartagineses eran excelentes gentes de mar, reconocidos hasta por sus enemigos. El Mediterráneo no guardaba para ellos secretos, e incluso en la parte oriental del Océano Atlántico se orientaban bien. Por la noche se regían en su navegación por la Estrella Polar más segura que la Osa Mayor, que fue preferida por los griegos como astro- guía.

El historiador Plinio afirmaba: “los púnicos, descubrieron las transacciones comerciales” eran los oligarcas los principales armadores y banqueros, los dueños del comercio. Sus actividades de política comercial, que realizaban con la ayuda del estado, se proponían la meta de abrir mercados de importación y exportación, eliminar indeseables concurrencias y, en los casos en que una eliminación de concurrentes no era posible, concluir tratados y finalmente combatir los abusos de los piratas. Nos informan los autores antiguos de los tratados que los cartagineses concertaron con etruscos y romanos, pero es de suponer que también lo harían con los acragantinos, los siracusanos, los masaliotas y los cirenaicos.  Según afirmaban sus enemigos griegos y etruscos, los grandes negociantes no siempre fueron escrupulosos en sus procedimientos,

Es conocido que el número de importaciones que llegaba a Cartago de los países del Mediterráneo y del Atlántico figuraban metales, esparto, papiro, cereales, aceite, vino, peces, especialmente atunes y artículos de lujo, como botellitas de cristal, perfumes, vasijas de alabastro, amuletos y figuritas. Del África occidental y del interior fueron importados, en parte por mediación de los garamantes, esclavos, elefantes, marfil, plumas de avestruz, huevos de esta ave, pieles y sobre todo piedras preciosas y oro. Los cartagineses exportaron, al menos en período púnico tardío, aceite y vino, de calidad mediocre. Por el contrario, eran codiciadas las telas cartaginesas, así como los artículos de cuero. Y entre los artículos de exportación cartagineses en los territorios de Etiopia occidental, figuraban, ungüentos, loza fina, objetos de cerámica ática y vasijas, y no hay que olvidar los objetos de consumo diario, nueces, correas, amasaderas, azadas y bieldos.

El trabajo de la economía cartaginesas se hace notorio entre otras cosas porque los romanos no desdeñaban aprovechar sus técnicas y productos a los que designaban muchas veces como “púnico”. Aprovechaban la mayoría de productos de la civilización fenicia o griega, especialmente helenística. Las técnicas y productos aprovechados procedían de diversos ámbitos, los objetos de lujo, el lecho púnico, el vestido púnico, el cuero púnico, la linterna púnica, y la cera púnica; de la arquitectura el suelo púnico, la arcilla púnica, la ventana púnica, y la ensambladura púnica; de la agricultura la trilladora púnica, los guisantes púnicos, el manzano; en la pesca, el conocimiento del tímalo; en la esfera de la gastronomía, las gachas púnicas y la granada; finalmente en la esfera del consumo, utilización de objetos diarios como la esponja púnica.

La sociedad cartaginesa estaba dividida en una capa superior y otra inferior. El influjo dominante de los que pertenecían a la esfera superior se fundaba en las riquezas, en los antepasados y en los cargos. Como eran ricos podían pagar a una gran masa de individuos; como descendían de familias nobles, tenían a los ojos del común de las gentes, las calidades exigibles al mando y como desempeñaban los más altos cargos mundanos, estaban en situación de convertir en realidad sus ideas políticas. Esa posición gestora jamás la perdieron los pertenecientes a la “nobleza cartaginesa, ni a la de los tiranos ni a la del dêmos. Incluso se puede decir que la “nobleza” cartaginesa dio pábulo a una cierta conciencia de casta. Como en todos los gobiernos regidos oligárquicamente, existieron entre las familias dominantes fuertes rivalidades, exteriorizadas en la vida política; las raíces de estas rivalidades podrían residir mayoritariamente en el ámbito comercial.

Los que pertenecían a la clase inferior, parece que se ganaban la vida trabajando como modestos labradores, pescadores, obreros, trabajadores en los astilleros, transportistas, marinero y tratantes de ganado y probablemente también, junto a los esclavos se ocuparan como trabajadores en las manufacturas y en los señoríos de los ricos.

El número de esclavos y esclavas testimoniado epigráficamente no es pequeño, además existen testimonios literarios y arqueológicos para darnos una idea de la esclavitud cartaginesa. Se deduce que el número de esclavos era alto. Cuando en el año 396 aC. se sublevaron los “aliados africanos” 200.000 rebeldes, se considera que gran parte de ellos eran esclavos. Cuando a mediados del siglo IV Hannón intento organizar un golpe de estado, contaba con la ayuda de 20.000 esclavos. Cuando aproximadamente en el año 205 aC. formaron nuevamente las tropas, para entrar en combate en el norte de África, se compraron 5.000 esclavos para utilizarlos como remeros.

El mayor número de esclavos cartagineses llegaron como consecuencia de las guerras ganadas por Cartago; por eso se pueden distinguir muchos norteafricanos y sicilianos, otros importados de Cerdeña. Los esclavos negros debieron de llegar por medios de los garamantes, del Fezzan o las zonas marginales del Sáhara. También comprarían los cartagineses esclavos en los mercados griegos e itálicos.

Los esclavos, ya fueran del estado o de particulares, se utilizarían en menesteres domésticos, en las manufacturas, en las casas comerciales, en la marina mercante, y sobre todo en las fincas rurales. No se puede saber a qué condiciones de vida estarían sometidos, pero el hallazgo arqueológico de estelas votivas, tanto de hombres como de mujeres, hace deducir que poseían un peculio y eran admitidos a los actos culturales y sobre todo, se les permitía contraer matrimonio legal. La manumisión de esclavos se producía tanto por el estado como por iniciativa privada. En tiempos de guerra el estado cartaginés, igual que otros estados, otorgaba la libertad a los esclavos.

En lo que concierne a la familia, célula germinal de la sociedad cartaginesa, hay que hacer notar primero que los cartagineses tenían un matrimonio monógamo. No existe testimonio literario o epigráfico que pueda hacer deducir lo contrario. La mujer ocupaba una posición respetable, como ha demostrado, entre otras cosas, el hecho de que entre los oferentes de las estelas votivas figuren “sorprendentemente” muchas mujeres. La familia nuclear estaba integrada en una agrupación familiar más grande, formada por más familias nucleares a cuyo frente parece haber figurado el “jefe” de la gran familia. Lo que hoy denominaríamos Clan familiar.

CONCLUSIONES

Los textos de griegos y romanos no mencionan a la mujer peninsular, no le dan ningún tipo de importancia, como no se la dan a las mujeres de su propia cultura e identidad. Solo a veces hacen someras referencias anecdóticas, que ellos mencionan a modo de ilustración, de características chocantes con su forma de ver y entender. Ejemplo de ello podría ser la organización matrilineal de los linajes en los pueblos del norte, junto con costumbres como la covada (feminización del padre en el parto) causaron extrañeza a los romanos, que las interpretaron como signos de un matriarcado que ha sido objeto de debate en la antropología moderna, aunque no parece que significara en ningún caso un predominio social o político de las mujeres inverso al patriarcado (el predominio de los varones –lo habitual en la mayoría de las culturas antiguas y modernas–), sino una separación de ámbitos en la vida doméstica y económica.

Por eso es tan importante estudiar el papel de la mujer a través de la arqueología, ya que las cuestiones vitales para la supervivencia y mantenimiento del grupo como la alimentación, la higiene, la salud, la maternidad o la participación en rituales sociales, pertenecen al ámbito de lo femenino y deben ser vistas desde esta perspectiva. El protagonismo de reproductora y mantenedora de las unidades familiares en cualquier cultura, tiempo y lugar no se lo puede negar nadie. Además, estamos seguras de que las mujeres en todos los tiempos han sido y son capaces de realizar cualquier actividad que se propongan.

Como hemos hecho referencia anteriormente al hablar de la arqueología ibérica las últimas investigaciones han puesto en tela de juicio el papel social de la mujer. Por ejemplo, los restos óseos encontrados dentro de la escultura de la Dama de Baza siempre fueron identificados como masculinos por la riqueza de la sepultura que presidía. El análisis osteológico que afirmó rotundamente que esos restos eran femeninos abrieron una nueva visión a los roles femeninos.

Nuevamente vemos que se repite esta situación al estudiar los restos de la necrópolis de El Cabo en Andorra y descubrir que los hallazgos arqueológicos de personas “importantes” pertenecían a mujeres. En este caso quedó patente que las riquezas funerarias indicaban poder y por lo tanto consideraban los estudiosos que pertenecerían a restos masculinos con la consiguiente sorpresa al demostrarse que eran de restos femeninos.

El predominio de lo masculino sigue siendo el protagonista que marca las pautas de relaciones sociopolíticas del ejercicio del poder y del reconocimiento social. Aun después de saber que los restos pertenecen a mujeres, y que los definen como “personas gráciles” es decir “no musculosas ni fuertes” no se plantean la posibilidad de estar ante individuos que ejercieron un poder en el grupo. ¿Quién puede negar la capacidad de liderazgo de las mujeres, ya sea a través del poder político o religioso o simplemente por su capacidad intelectual?

Queda claro que los resultados arqueológicos en función del genero sorprenden y plantean dudas sobre la capacidad de identificar unos restos.  La arqueología de género invita a analizar el pasado desde otro ángulo lo que enriquece la visión global no sólo del pasado sino también del presente, cuestionando los roles sexuales. La falta de concepción de genero puede dar una visión sesgada de una realidad que intentamos revelar.

Bibliografía:

  • ANTROPOLOGÍA DEL GÉNERO

    BREVE HISTORIA DE LOS ÍBEROS

    L’ ARQUEOLOGIA DE LA MORT

    LOS CARTAGINESES

    LOS CELTAS

    Aurelia Martin Casares

    Jesus Bermejo Tirado

    Jordi RoviraSoriano / Jordi Dilodi

    Werner Huss

    Venceslas Kruta

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