PROTOHISTORIA 2 FENICIOS, CANANEOS, PÚNICOS Y CARTAGINESES
Autoría : Asunción Blesa Castán
Seguimos en la protohistoria de nuestra península y en este capítulo nos centraremos en los pueblos fenicios: cananeos, púnicos y cartagineses. Porque ellos procedentes del otro lado del Mediterráneo, llegaron hasta la Iberia pre-hispánica marcando con sus tratos comerciales el desarrollo y la evolución de los pueblos que habitaban en esos momentos la península.
El occidente mediterráneo siempre fue un misterio y un atractivo exótico para las gentes de las regiones más orientales, circunstancia causada por la enorme riqueza en materias primas que se les atribuía a estas zonas. Existían relatos donde se hacía referencia a la abundancia de metales preciosos como el oro, la plata, el estaño. Había una imperiosa necesidad de estas materias primas en las sofisticadas y desarrolladas civilizaciones del Mediterráneo oriental.
Todo ello, junto con la aventura que suponía su obtención, fueron el caldo de cultivo perfecto para el nacimiento de todos estos mitos. Tras esa mitología se escondía una realidad social y económica que empujaba a los pueblos orientales a buscar las materias primas en el fin del mundo conocido. Los fenicios fueron en ese aspecto unos auténticos innovadores, abriendo numerosas rutas que cruzaban el Mediterráneo de una punta a otra.
La llegada de los fenicios a las costas de Tartessos trajo el cambio en los modelos económicos establecidos a finales de la edad del bronce. Se basaban en la producción ganadera y en la agricultura. La alta demanda fenicia de los metales y el deseo de la aristocracia local de disponer cada vez de más de las manufacturas fenicias impulsaron el aumento de la explotación de los yacimientos metalíferos. Siendo este sector y no el primario la base económica más importante durante este nuevo periodo.
FENICIOS
Los griegos dieron el nombre de fenicios a los habitantes que durante el primer milenio aC. ocuparon la zona costera del norte de Cannán, desde más allá de la ciudad de Arados hasta el Monte Carmelo en Israel. Debieron de relacionar dicha palabra con la tez oscura de los habitantes de Fenicia o quizás con el color rojo de la púrpura, su industria más famosa, de todas formas, el origen de la palabra es confuso. Lo que sí se sabe es que ellos no se dieron aquel nombre a sí mismos; se hacían llamar cananeos, vocablo también relacionado con la industria de la púrpura.
Los autores clásicos romanos los designaban indistintamente como fenicios púnicos y cartagineses. Los historiadores modernos llaman cananeos a los habitantes del levante oriental del segundo milenio aC., fenicios a los del primer milenio aC. que vivieron a lo largo de la costa sirio-libanesa, y púnicos a los fenicios occidentales, reservando el término de cartagineses para los habitantes de Cartago. Pero todas estas gentes nunca tuvieron conciencia de pertenecer a un pueblo o una nación, a pesar de tener en común un sustrato racial, lengua, religión, cultura, mentalidad. Prefirieron agruparse en ciudades independiente y dedicarse a sus actividades artesanales y mercantiles.
HISTORIA Y GEOGRAFIA
Los datos históricos que se poseen de esta cultura son escasos. ¿Es posible que ello sea debido a no haberse constituido en una nación y no llevar una política unitaria? ¿O habrán sido los frecuentes enfrentamientos bélicos de la zona, o el crecimiento desproporcionado e incontrolado de las ciudades en la actualidad, lo que han dificultado el hallazgo de restos que revelen su cultura material?
Tierra poblada desde el III milenio aC. por semitas y cananeos, la Fenicia histórica se extendía en una estrecha franja costera de 40 km, desde el Monte Carmelo hasta la ciudad de Ugarit, aproximadamente 300 km. Fenicia era un estrecho paso entre el mar y el desierto de Siria. Contactaba por el sur con Egipto, a través de Canaán y del desierto del Sinaí. Al norte, a través del rio Éufrates con Mesopotamia y Asia Menor, fue una rica encrucijada comercial, siempre codiciada y hostigada por los grandes imperios vecinos.
De forma muy resumida y para hacernos una idea de la historia de todo el ámbito cananeo, seguiremos las indicaciones que hace el Doctor Federico Lara Peinado en sus múltiples trabajos. Dividiéndola en dos períodos, separados por el año 1200 aC. en el que se sitúan las grandes convulsiones que provocaron los Pueblos del Mar, causantes de la destrucción del pueblo Hitita.
En el primer periodo denominado paleofenicio, entre los años 3000 a 1200 aC. el territorio de Canaán conoció la sucesiva presencia de pueblos como: eblaítas, acadios, neosumerios, así como hurritas, amorreos e hicsos; estos últimos causantes de que el país cayera bajo el poder de los egipcios. Durante todo este periodo paleofenicio, el territorio estuvo bajo la tutela de la ciudad de Biblos, que había comerciado desde época muy temprana con Mesopotamia, Egipto, Siria, Micenas y Creta. Después de la invasión hicsa, otras ciudades también tomaron importancia. Ugarit que llegó a crear una civilización propia y la ciudad de Tiro, que continuaron las relaciones comerciales con los pueblos de su entorno.
En el segundo periodo, la invasión israelita y los movimientos de los Pueblos del Mar, cortaron el desarrollo histórico de la zona. La crisis del año 1200 aC. con la destrucción total de Ugarit y otras ciudades, se resolvió para los fenicios reduciendo su territorio. Se vieron obligados a entregar el sur de Canaán a los israelitas y a los filisteos, y el territorio del norte y del interior a las tribus arameas. Esta pérdida de terreno provoco serios problemas a las ciudades-estado, que atrapadas en la franja costera, se vieron en situaciones apuradas a causa de la carencia de productos y del exceso de población
Estos problemas y otros posteriores los obligaron a orientar definitivamente su vida hacia el mar. Gracias a esto muchas ciudades conocieron años de esplendor. Destacando al comienzo Biblos y Sidón, luego en el siglo X aC. fue la ciudad de Tiro que incremento sus relaciones comerciales con otros pueblos mediterráneos y arábigos y fundó numerosas colonias en las islas mediterráneas, llegando a Iberia y norte de África.
Pero pronto, las ciudades fenicias tuvieron que hacer frente a las amenazas, conquistas y tributos del Imperio Asirio y del imperio babilónico que se apoderó de Sidón y Tiro. Finalmente, del imperio persa, quien hizo de Fenica, Siria y Chipre una de sus provincias imperiales con capital en Sidón. Aquel momento fue aprovechado por la colonia de Cartago y se separó definitivamente de Tiro.
Más tarde, en el 332 aC., diferentes ciudades fenicias como Tiro, que sufrió asedio y destrucción, cayeron en poder de Alejandro Magno. Tras su muerte estas tierras fenicias fueron objeto de rivalidad entre seléucidas y ptolomeos, finalmente pasaron a formar parte del imperio romano, en la provincia de Siria.
SUS ENCLAVES
Levantaron la mayoría de sus ciudades y villas sobre promontorios rocosos, a orillas del mar o en pequeñas islas cercanas a las costas, siempre fáciles de fortificar y defender. El paisaje urbano se definía con el obligado puerto marítimo, por una acrópolis con la residencia principesca y por unas murallas almenadas. Alrededor de estas se disponían los barrios, así como comercios, talleres y algunos edificios de culto. Fuera del poblado y como medida higiénica se situaban las necrópolis. Se conoce el emplazamiento de algunas de ellas, unas totalmente en ruinas y otras modificadas, e incluso sepultadas, pero por su interés deben de ser recordadas.
Tell Sukas, enclave identificado con la Shukshu de finales del siglo XII aC. presenta restos de elementos cananeos, fenicios y griegos. Lo más interesante es un recinto sagrado, al aire libre, similar a los tofet de las colonias occidentales.
Arvad, se levantaba en una pequeña isla rocosa de la costa siria. En griego Arados y hoy Ruad. De origen cananeo, la ciudad llego a alcanzar fama gracias a sus marineros, destacó por su prosperidad comercial.
Biblos, hoy Djebail, ciudad conocida en los textos cuneiformes como Gubla y en la Biblia Gebal, fue uno de los enclaves fenicios más importantes. Ocupado ya desde tiempos neolíticos. Los griegos le dieron el nombre de Biblos porque acudían a su mercado a adquirir el papiro byblos. Desarrollándose la ciudad a partir del Bronce Antiguo, se rodeó de un recinto amurallado. Destacaron renombrados templos como los de Ba’alt, Gebal, y el de los Obeliscos. Del periodo fenicio y de las dominaciones asiria y babilónica se ha conservado muy poco. Su necrópolis reales y urbanas han proporcionado notables sarcófagos y ricos ajuares funerarios.
Beruta, según los romanos Bery-tus, sus restos son prácticamente desconocidos por hallarse bajo la moderna Beirut. No se han efectuado excavaciones arqueológicas, excepcionando una de sus necrópolis, pero se han producido hallazgos fortuitos de materiales en varios lugares de la ciudad.
Sidón, los restos de esta ciudad se hallan ocultos por las construcciones de la moderna Saida y poco se sabe de cómo fue su urbanismo antes del siglo VII aC. cuando fue arrasada por los asirios. Cerca de ella se levanta el Templo de Eshmun, proporcionando materiales de la ocupación babilónica y persa.
Sarapeta, un barrio artesanal dedicado mayormente a la tintura de la púrpura, dependiente de Sidón, distante en15 km. Excavado a partir de 1979 ha facilitado las ruinas de un pequeño templo dedicado a Tanit-Ashtart.
Tiro, ciudad de la que no queda casi nada. Se construyó sobre dos islas que fueron unidas entre sí y luego conectadas a tierra firme mediante un dique que ordeno levantar Alejandro Magno cuando la asedio y sometió. Las construcciones romanas bizantinas y medievales desfiguraron su primitivo aspecto urbano caracterizado por magníficos edificios públicos , palacio real, plaza del mercado, Templos de Melqart, Aba’al Shamem, sus murallas defensivas y sus dos puertos marítimos. A partir del siglo X aC. Tiro se erigió en la principal ciudad fenicia, convirtiéndose en una auténtica potencia naval, que dominaba todo el Mediterráneo, a través de las colonias que fundo en él, como la famosa Cartago.
LA EXPANSION FENICIA
Los factores demográficos, económicos y políticos obligaron a los fenicios, en especial a los tirios, a expandirse por el Mediterráneo. Buscando donde establecer a sus ciudadanos y dónde comerciar.
Dicha expansión y colonización se desarrolló en ochos siglos y se conocen tres etapas. La de los siglos XI-VIII aC. caracterizada por viajes de exploración e incipientes navegaciones de carácter comercial. De los siglos VIII-VI aC. donde a los grandes viajes comerciales se unió la fundación de numerosas colonias dando origen a una verdadera colonización. Y la última etapa de los siglos VI-II aC. donde el mundo púnico fue hegemónico, y la posterior caída y destrucción de su principal potencia Cartago.
COLONIAS EN EL MEDITERRANEO
Fenicia se vio obligada a cambiar la técnica de su política expansiva durante la segunda etapa colonizadora. Las causas fueron la competencia griega, que llego a controlar buena parte de Sicilia, sur de Italia e incluso las costas francesas y la presión asiria sobre las costas orientales.
Los lugares que habían sido visitados con anterioridad formando puntos de apoyo logístico, se reforzaron estableciendo colonias permanentes para dar acogida a las gentes que buscaban refugio. También se crearon nuevos enclaves desde donde seguir comerciando para acopiar metales y productos básicos.
En esta etapa el lugar que acogió a más fenicios fue Chipre. Las colonias y factorías que se habían fundado se convirtieron en florecientes reinos, como Kition, Tamassos, Idalion, Amathonte, Pafos. El contacto con Grecia fue en aumento, conociéndose la presencia fenicia en diferentes ciudades e islas del Mar Egeo.
El Mediterráneo central, siguió con la presencia fenicia. Sicilia y Cerdeña fueron los lugares donde se concentraron mayor número de enclaves coloniales. Italia, en pleno dominio etrusco, acogió sin problemas a mercaderes fenicios, griegos y púnicos, no dudando en establecer tratados de alianza y pactos económicos con todos ellos.
La Península Ibérica había sido visitada ya durante la primera etapa. En esos momentos conoció el nacimiento de importantes colonias, entre ellas Gadir (Cádiz) desde donde controlaban las riquezas de Tartessos. Así como otras factorías en las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería, situadas en islotes o promontorios costeros, cercanos a las desembocaduras de ríos. Las más famosas fueron Malaka (Málaga), Toscanos, Trayamar-Mezquitilla y Chorreras, en la costa malagueña; Sexi (Almuñécar) en la costa granadina y Abdera (Adra), cerca de Almería.
La isla de Ibiza también era conocida por los fenicios, pero Cartago, que progresivamente iba a relevar a Tiro en el control del comercio y de las explotaciones metalíferas y agrícolas del sur de España, fundó en dicha isla la colonia de Ebusus en el año 654 aC.
La última etapa la constituyo la colonización púnica, que se desarrolló por la nueva situación sociopolítica motivada por los desastres militares que sufrieron las ciudades fenicias originarias. Por ello, Cartago, pudo extender su dominio ideológico y económico por todo el oeste de la costa africana, por el sur de Sicilia y por las costas meridionales de nuestra península. Pero los sucesivos choques con Roma, las Guerras Púnicas, pusieron fin al mundo cartaginés.
SOCIEDAD
Su suelo montañoso y abrupto hizo que sus habitantes se orientaran hacia las actividades marítimas. Era poco apto para la agricultura, aunque parece que se esforzaron en sacarle provecho como bien se ha podido comprobar. En este punto, podríamos relacionar el papel de la mujer en esta forma de vida, ya que además de “cuidadora” del hogar, con toda la responsabilidad y trabajo que ello conlleva, seguro que tuvo que ser la “cuidadora” del huerto o zona agrícola y de los animales domésticos. Contribuían a la manutención de la familia a su cargo.
Esta falta de unidad política fue la causante de que las ciudades fenicias estuvieran a merced de otras potencias extranjeras en muchas fases de su historia. Las ciudades fenicias y luego sus colonias, tenían una sociedad estructurada en clases, diferenciadas básicamente por su riqueza material. Las clases ricas hicieron de los bosques del Líbano y del comercio marítimo su razón de ser. Estaban constituidas por la oligarquía económica de la cual se originó la aristocracia civil y la religiosa.
Muy lejos de ellas se hallaban las clases populares, gente de condiciones libre que formaban el grueso de los artesanos especializados, metalúrgicos, carpinteros, tejedores y tintoreros, ceramistas, orfebres y vidrieros, así como el de los campesinos y obreros sin cualificar. Se ignora que logros alcanzarían cuándo se constituían en asambleas populares.
Y por supuesto tampoco se hace mención a la mujer, como si la mitad de la población no lo fuera. Hembras hacedoras de vida, madres, hermanas, hijas, nietas, sobrinas primas, abuelas, en fin, todos los nombres que se les quieran dar a la mujer en relación con la familia de la que forma parte. Sin entrar en la condición de esposas concubinas, o esclavas….
Muy poco se sabe de la esclavitud, a la que contribuyeron las actividades piráticas de no pocos mercaderes fenicios. Es lógico pensar en un buen número de esclavos y esclavas urbanos, aunque apenas se tienen noticias. En el caso de qué recuperasen su libertad, pasaban a engrosar las filas de los libertos, libertas.
El sistema económico fenicio necesitó de numerosos extranjeros para su funcionamiento. Esto no supuso ningún problema para sus gentes abiertas al trato con forasteros y sin ningún tipo de xenofobia, conociéndose entre estos micénicos, sirios, egipcios y griegos principalmente. Estos extranjeros, ¿llegarían siempre solos o se desplazarían con su familia, buscando nuevas oportunidades? Seguro que en estas unidades familiares se encontrarían mujeres ya fueran hijas, esposa, hermanas o madres.
SISTEMA DE GOBIERNO
Los fenicios adoptaron como gobierno la monarquía, colocando a un rey al frente de sus ciudades. Éste controlaba la totalidad de poderes, pero de hecho su poder estaban limitados por el de las clases oligárquicas mercantiles de la ciudad. La realeza era hereditaria, pero los movimientos y levantamientos hicieron que las familias reales fueran cambiantes. En las épocas que estuvieron sometidos a otros pueblos, la figura del rey siguió siendo reconocida por los dominadores, así como el derecho de sucesión hereditaria.
El rey fenicio, como los monarcas orientales, reunía los cargos de sumo sacerdote y de soberano siendo el cargo religioso más importante que el civil. Permitiéndole el control religioso, político y económico de su ciudad, convirtiéndola en un estado teocrático. En algunos casos, además de su carácter sagrado, los reyes reivindicaron su naturaleza divina como ocurrió en la ciudad de Tiro.
Dependientes de la figura del rey, existen testimonios que aluden a cargos de gobernador, comandante de campo y sobrestante, cabezas responsables del poder civil, militar y comercial de la ciudad. Existió también una institución de alto rango, el Consejo de notables, que los textos definen como señores de la ciudad, hombres o grandes hombres, miembros de la asamblea. Los textos aluden también a dos magistrados y cargos públicos de menos importancia como los de secretario real, ministros, recaudador de impuestos y ciertas jefaturas militares.
Los representantes del Consejo de notables, componentes de las grandes familias mercantiles, recibieron como magistrados el título de spt, término equivalente al hebreo sophet, juez y el que los romanos denominaron sufes. Estas personas gobernaban las ciudades fenicias únicamente cuando las circunstancias lo requerían. En determinadas colonias, al no existir la realeza, los sufetes que eran elegidos anualmente, controlaban el poder político, siempre de modo colegiado. Siguiendo las costumbres del poder, tampoco aquí se hace mención a mujer alguna.
EL EJERCITO
Las ciudades-estado fenicias, la configuración geográfica de su territorio y su vocación comercial hizo que sus ciudadanos fuesen más marinos que soldados, más comerciantes que hombres de acción, por lo que el papel del ejército no fue muy relevante en la sociedad fenicia. En este punto, algo ganó la mujer fenicia que no pario a sus hijos predestinados a morir en batalla. Cuando sufrieron invasiones como las asirias, babilónicas o persas, Fenicia hubo de recurrir a tropas mercenarias reclutando entre gentes anatolias.
Por lo que cuentan los Anales de algunos reyes asirios se sabe que los fenicios tuvieron escuadrones de infantería y de caballería, así como cuerpos de arqueros, de honderos y carros falcados. Vehículos armados con hojas cortantes sobre los cubos de las ruedas. Los restos arqueológicos nos han dado a conocer el uso de armas defensivas, como cascos, escudos, corazas… y armas ofensivas como lanzas, puñales, hachas y mazas.
Como era imaginable, la marina de guerra fue más operativa que los ejércitos de tierra. Estaba formada por flotas de barcos de poco calado y línea estilizada, con la eslora generalmente siete veces mayor que la manga. Se conocía la de 50 remeros, 25 por cada lado y que los griegos llamaban pentecontera y a partir del siglo VIII aC. se le dotó de un espolón de bronce en la proa para poder hundir la nave contraria en cuanto se chocase con ella. Otro tipo de embarcación, de mayor velocidad, eran los birremes que disponían de una doble fila de remeros superpuestos por cada banda.
El trirreme, con tres pisos de remeros superaría a las anteriores. Albergaba una tripulación de 180 hombres con 36 metros de eslora. Finalmente, a partir del siglo IV aC., los cartagineses idearon la tetrera y la pentera, mucho más veloces, siendo el clásico barco de las Guerras Púnicas.
Cartago contó con un formidable ejército, incluso adopto el elefante como animal de guerra, desde el siglo V hasta el año 146 aC. momento en que fue derrotado por el ejército romano. Deben ser citados personajes que dejaron su huella en la historia fenicia como los generales Amílcar, Asdrúbal y Aníbal, este último castigó a Roma en el 216 aC. con la máxima derrota que conoció en su historia. Como queda constancia en los anales, los fenicios tuvieron que luchar y morir, tanto en el mar como en tierra.
LA FAMILIA
El conocimiento íntimo de como fue la civilización fenicia debe de ser imaginado o deducido de la cultura cananea. Las noticias facilitadas por la Biblia y por los escritores clásicos grecolatinos a cerca de ellos ignoran prácticamente los asuntos de la vida cotidiana y cuando los mencionan, es para criticarlos y difamarlos muy duramente. Aunque se tengan datos un poco más completos sobre Cartago y algunas colonias, tampoco se puede generalizar y aplicarlos a la civilización fenicia originaria. Esta carencia de información nos limita, como tantas otras veces, y hace que no podamos precisar muchos aspectos de su vida social, cultural o costumbrista.
La estructura de la familia fenicia descansó en la monogamia, aun cuando al igual que en otros pueblos semíticos, no estuvo prohibida la poligamia, a la que ponía límite únicamente la solvencia económica del esposo. Él podía disfrutar de relaciones con otras mujeres que podía tomar como segundas esposas o concubinas. El marido podía divorciarse legalmente de ella o repudiarla; a ellas no les estaba permitido. Ella debía ser fiel al esposo.
En el caso de la realeza, y por razones de la sacralidad de la persona del Rey, fueron corrientes las relaciones endogámicas. El matrimonio entre componentes de la misma familia, cómo pasaba en Egipto, era habitual. Un ejemplo de ello es el rey sidonio Tabnit, cuya esposa fue su propia hermana Amm’ashtart.
Se ignora cómo se llegaba a constituir la familia fenicia o la ceremonia de las nupcias. Pero como las genealogías se establecían por línea paterna, es fácil suponer que la familia se construiría alrededor del padre y formarían parte de ella cuantos vivieran junto a él, esposa, hijos, concubinas o esclavos.
Al igual que ocurría en las culturas mesopotámicas se formaba en base a la familia patriarcal, entendida como un grupo de personas con lazos consanguíneos, y otros miembros unidos por posesión como los esclavos. El hombre era el que tenía el poder sobre las propiedades y las personas. El contrato matrimonial podía culminar con la toma de posesión del marido sobre la esposa. Y es de suponer que ella fuera entregada por los hombres de su propia familia a la familia de su esposo. Pasaba de la potestad de su propio clan a convertirse en propiedad de su marido.
La mujer convertida en esposa tenía como principal obligación dar descendencia al marido. Desconocemos si este era el único vínculo definitivo que sellaba el matrimonio, o si al no concebir hijos, la mujer era legalmente repudiada, como pasaba en algunas culturas mesopotámicas. Era clave en la vida de una mujer la concepción y el parto. Los tratados médicos mesopotámicos, entre ciencia y magia, hablan de los días más propicios para concebir y los cuidados que se le debían de dar a la futura madre. Después del alumbramiento, durante treinta días, la mujer era considerada impura, condición que también sufría mes a mes con la llegada de la menstruación. Las madres amamantaban a sus hijos durante tres años. Si no tenían leche contrataban a una nodriza.
Los hijos permanecían bajo la protección materna hasta los diez años. Superada esta edad, los varones pasaban a la tutela paterna, educándolos en los roles masculinos y las niñas permanecían con las madres. La figura materna se encuentra ensalzada en estas civilizaciones como alguien a quien respetar y alabar. Además de su rol principal de madre, la mujer debía ocuparse del buen funcionamiento del hogar. Debía elaborar el vestido y la comida para los miembros de la familia y ayudar en algunos trabajos del campo.
No podemos afirmar ni desmentir que, en este pueblo fenicio, existieran mujeres que no optaran por el matrimonio, como ocurría en otros pueblos contemporáneos y próximos mesopotámicos. Recordemos las harimut, mujeres consagradas en un templo a una divinidad y las naditu, mujeres que vivían recluidas y alejadas de cualquier relación física con un hombre. Estas fueron activas mujeres de negocios que gestionaron sus propias tierras, compraban y vendían todo tipo de bienes y contrataban trabajadores para sus actividades económicas.
Tampoco debemos olvidar que el imperio hitita contemporáneo y cercano pudo influir en las costumbres y relaciones del pueblo fenicio. Aquel destacó por su visión original de igualdad entre la mujer y el hombre, según aparece reflejado en el código de las leyes hititas. Su estructura social era el patriarcado, pero en el matrimonio la mujer mantenía una cierta independencia, poseía bienes de su propiedad. El esposo entregaba a la mujer un regalo nupcial que en caso de disolución debía devolver por duplicado. Existía también la dote que la mujer tenía derecho legal a heredar en caso de viudedad. En el ámbito religioso, las mujeres tenían un papel destacado no sólo como sacerdotisas, sino también como magas y adivinadoras.
Esto nos hace suponer que la figura de la mujer o el papel que debió de asumir, fue como en otras muchas culturas el de reproductora. Además de ser la que tuviera de encargarse del hogar patriarcal y de cumplir con las necesidades de su esposo, social y económicamente.
INFANCIA
Pocas cosas se saben también de la infancia de los niños y niñas fenicios, sobre la cual pesaba el “molk”, ceremonia mediante la cual se los sacrificaba a la divinidad. Además de las enfermedades más variadas hasta la posibilidad de ser robados y vendidos como esclavos.
Los niños fenicios al igual que los judíos fueron circuncidados, una costumbre tomada de los egipcios. Está práctica probablemente se efectuaba en Fenicia cuando los niños alcanzaban la pubertad; y no a los 8 días de nacer según la costumbre israelita. Parece ser que esta práctica respondía más a razones higiénicas que a principios religiosos. En cualquier caso, tuvo un claro contenido ritual y sociológico, significando probablemente para los jóvenes su integración plena en la sociedad.
Pasado cierto tiempo después del nacimiento, a los niños y niñas se les imponía un nombre en el transcurso de un acto religioso. La onomástica fenicia constaba de diferentes elementos, uno de ellos era el nombre propio de una divinidad y el otro u otros podrían ser adjetivo, verbos o nombres comunes. Ejemplos: Eshmun’azar, significaba “Ehmun ayuda”; Hamba’al quería decir “Clemente es Ba’al”; Amat-melqart “Sierva de Melqart” y Ashtartshalam “Ashtart es la paz”. Parece que también en los nombres se puede apreciar la sumisión y el consuelo que se esperaba de las mujeres hacia los hombres.
Al parecer, durante los primeros años, las niñas y los niños estaban vigilados por la madre o por nodrizas en el caso de las familias ricas. Luego, los niños pasaban a ser instruidos en el oficio o actividad paterna, mientras que las niñas seguían aprendiendo los quehaceres del hogar como cocer el pan, acarrear agua o lavar la ropa en lavaderos comunales. Queda otra vez patente que la mujer quedaba excluida de funciones sociales y económicas, relegándolas a cumplir las imposiciones que se les asignaba por su género.
Parece que los hijos e hijas de los sacerdotes debían de tener sus escuelas, situadas en los templos, en donde aprendían los secretos de la escritura y de la lectura, así como la instrucción de los textos de la mitología. En los últimos tiempos de la historia fenicia algunos hijos de fenicios nobles se instruyeron en las letras y en distintas disciplinas griegas. Al igual que ocurrió en Cartago, Aníbal había estudiado estrategia en tratados griegos.
ACTIVIDADES Y COSTUMBRES SOCIALES
Tampoco se conocen cuáles fueron sus actividades sociales, pero se supone que además de disfrutar de algún tipo de espectáculo comunitario, practicarían diferentes competiciones atléticas, como podían ser las carreras de antorchas. También hay que señalar el gusto por los baños, que eran practicados en instalaciones balnearias, así como la pesca y en menor medida la caza.
Ha quedado constancia a través de sus detractores, la celebración de grandes banquetes y sobre todo la degustación del vino, al que fueron muy aficionados. Constituyendo momentos de regalado ocio y esparcimiento. Como casi siempre, las observaciones que se hacen a cerca de la forma de vida o costumbres sociales de una cultura ya desaparecida, solo hacen referencia a aquellas personas que mantenían un cierto nivel de poder.
Asimismo, la concurrencia a los mercados sería una buena ocasión para tener ratos agradables, asistiendo a las subastas de esclavos o curioseando por entre las jaulas de animales exótico puestos a la venta, o participando en el regateo para la compra de algunas telas. Los sacrificios infantiles, al ser de carácter público, es posible que fueran otro de los espectáculos religiosos con más seguimiento.
Hay pruebas de qué los fenicios se sintieron atraídos por la música; nunca de carácter profanó, ya que era interpretaba con ocasión de las solemnidades sagradas. Así como por los bailes, conociéndose incluso un santuario levantado en las cercanías de Beirut, que se dedicó a un Ba’al de la danza.
Una pieza arqueológica, localizada en Cerdeña, presenta una espectacular danza fenicia, en la cual participan tres mujeres desnudas y un hombre, probablemente un sacerdote, vestido a la usanza egipcia y que evolucionan en torno a un betilo, piedra sagrada. En dicha escena de danza se ha visto una alusión a la fertilidad, pues los fenicios pensaban que, en el interior de tales piedras sagradas, que eran asiento de la divinidad, existía una energía fecundante.
ACTIVIDADES Y COSTUMBRES SOCIALES
Los fenicios y también los púnicos fueron muy amantes de los baños, los tomaban en instalaciones adecuadas para tal fin como las termas, o simplemente en las playas. Lo que se puede asegurar es que fue un pueblo preocupado por su higiene personal.
Se sabe que hombres y mujeres consumía gran cantidad de perfumes, así como ungüentos y pomadas preparados con aceite y plantas aromáticas. Cuidaron de sus cabellos según prueban los peines, navajas de afeitar a las que se les dio un sentido religioso, y espejos de bronce con mango de hueso y marfil que nos han llegado.
Los tocados femeninos fueron complicados debido a la longitud de los cabellos. Las mujeres los enrollaban entorno a grandes anillos en forma de espiral o los peinaban hacia arriba recogidos en un moño. Había varios tipos de peinados, que fueron variando de acuerdo con los gustos, aunque al final se decantaron por la moda griega. Las mujeres púnicas no dudaron en hacerse sencillos tatuajes en sus rostros por razones, al parecer, más religiosas que estéticas.
Donde más se manifestó el carácter ecléctico de los fenicios fue en la indumentaria, ya que emplearon vestidos de inspiración egipcia, anatolia, asiria, persa y griega, siempre realizados con vivos colores, distribuidos en franjas.
El traje masculino variaba de acuerdo con la categoría social, el momento o las circunstancias. La gente común iba vestida con un simple taparrabos arrollado alrededor de las caderas o bien con una larga túnica sin cinturón y siempre tocada con el típico gorro fenicio, llamado lebbede
Los mercaderes vestían unas veces túnicas cortas, apretadas a la cintura con un ancho cinturón y otras, la mayoría, largas túnicas lisas de lana, con una amplia faja de cuero a la altura del pecho, sobre las que colocaban a veces un manto con franjas multicolores, iban cubiertos con gorros a modo de birretes.
Por su parte, las clases nobles y los altos dignatarios vestían túnicas plisadas de blanco lino, que solían recubrir con un amplio chal o con un largo caftán, abierto por delante y sujetado a la altura del talle por una pesada joya. Completaban el atuendo con gorros cilíndricos, más bien de poca altura, que recordaban la tiara aqueménide o la corona roja egipcia.
Aunque las referencias escritas dicen que los sacerdotes fenicios vestían ropa de lino blanco transparente, hay que suponer la existencia de especificas vestiduras ceremoniales. Lo mismo cabe decir del atuendo real teñido con la famosa purpura.
El traje femenino era mucho más sofisticado, aunque no se posee mucha información sobre él. Las mujeres llevaban larga túnica adornada, si eran lisas, con ricos bordados en forma de rosetas y palmetas. Otras veces vestían amplios ropajes que llegaban hasta los pies, con dos talles y artísticos plisados, con bordes y cuellos decorados con cenefas.
A veces se cubrían con vistosos chales de vivo colorido, con franjas rojas y azules. En ocasiones llevaban un velo de finos encajes, pero lo corriente es que realzasen su peinado con diademas formadas por laminas metálicas articuladas. A partir del siglo V aC. los vestidos femeninos estuvieron influidos por las modas griegas.
Aunque lo normal es que los fenicios anduviesen descalzos, las sandalias, formadas por dos trozos de piel adaptados a la planta y los zapatos de suela gruesa los protegías del rigor del suelo, también se conocieron botines de inspiración mesopotámica.
El vestido tuvo en las joyas su adecuado complemento. Tanto hombres como mujeres utilizaron pendientes, así como numerosos porta-amuletos y anillos de oro, plata o bronce. Hermosas joyas, torques, collares y brazaletes de varias vueltas realzaron sus cuerpos. El uso del anillo nasal, que llevaban colgados del cartílago central o en la ventana izquierda de la nariz fue cosa corriente entre las mujeres, sobre todo en Cartago y en las colonias occidentales. La Biblia lo cita con el nombre de nezem.
Las gentes más humildes se adornaron con simples collares hechos de cuentas de pasta vítrea o de conchas, así como con amuletos de hueso.
CASAS Y MOBILIARIO
Muy pocos elementos nos han quedado para estudiar la casa fenicia, ya que sus ciudades, que tantas invasiones y saqueos conocieron, se hallan hoy día bajo construcciones modernas. No solo ignoramos cómo fueron sus palacios y fortalezas, sino incluso cómo se estructuraron y distribuyeron interiormente las casas de los particulares.
Lo que sí se sabe es que las ciudades fenicias, perfectamente fortificadas, no fueron muy grandes, y qué sus casas se edificaron adosadas unas a otras. En no pocas ocasiones llegaron a tener hasta seis pisos de altura según dice Apiano al referirse a Cartago.
Las casas fenicias, lo mismo que las de Palestina y en general las de todo el Próximo Oriente, fueron edificadas con adobes o con ladrillos, aunque con cimientos y pilastras de piedra. Sus tejados, perfectamente impermeabilizados con pez, eran horizontales y estaban rematados con balaustradas, según sabemos por algunos relieves asirios.
Las casas corrientes fueron en general de pequeñas dimensiones, contando con una o dos habitaciones, en cambio las de la gente acomodada solían tener dos o más pisos de altura y numerosas estancias. Las viviendas de Ugarit podrían ser el ejemplo más cercano de planta rectangular, dispuesta alrededor de un amplio patio central, en el que había un pozo. Los suelos eran de cemento, de guijarros e incluso de teselas de mármol; las paredes en las que se habrían puertas y ventanas tenían revoques de estuco y por el exterior se hallaban enjalbegadas (blanqueadas con cal yeso o tierra blanca).
Las casas de los mercaderes y sobre todo las de los artesanos contaban, además, con almacenes y espacios arquitectónicos para talleres, según se sabe por algunas excavaciones qué se han realizado. En cuanto al mobiliario se refiere, los fenicios no fueron al parecer muy exigentes, claro que esto debió de variar, lógicamente, en función de la posición económica de las familias.
Las casas más humildes se contentarían con una sencilla vajilla de cerámica, algunos instrumentos y aperos, así como con algunos cofres trabajados en cedro o ciprés, en donde se guardaría la escasa ropa, cofres que luego aprovecharían sus propietarios cómo ataúd. Una simple estera serviría para dormir y quizás unas banquetas de madera y algunas lucernas de cerámica debían de completar sin duda el ajuar.
En cambio, las viviendas de los ricos llegaron a contar incluso con muebles lujosos: camas decoradas con incrustaciones metálicas y de marfil, veladores o mesitas de tres patas, sillones y banquetas, así como cofres de artística artesanía, realzados con plaquitas de marfil, destinados a guardar la ropa y las joyas. La vajilla era mucho más completa, con un variado repertorio de ejemplares no solo de cerámica, sino también de vidrio y de metal, páteras de plata principalmente.
Asimismo, algunos braseros de bronce servirían para aliviar el frío de la estación invernal. Por otro lado, los quema-perfumes e incensarios, también de bronce, eran de uso corriente. Lucernas y candelabros, tapices y esteras contribuían a completar el mobiliario de las viviendas acomodadas.
LA ALIMENTACION
La alimentación descanso en el consumo de cereales y aceite de oliva, los típicos productos mediterráneos. Con la harina de trigo y de cebada fabricaron panes y diferentes gachas saladas y dulces. La dieta corriente se basaba en las legumbres garbanzos y lentejas y las verduras cómo coles y berzas, guisantes, alcachofas, ajos y cebollas. Entre las frutas, higos, manzanas y melocotones, nueces, dátiles y granadas, fruto que introdujeron en todo el Mediterráneo, fueron muy consumidos, así como aceitunas, tanto secas cómo aderezadas.
El pescado fue su gran recurso proteínico. Lo obtenían de sus costas, ricas y con numerosas especies, entre ellas meros, doradas, mújoles y atunes, especie que iban a pescar incluso a lejanas tierras. Lo consumían tanto fresco, cómo ahumado y en salazón , pues conocieron adecuadas técnicas para sus diversas preparaciones.
La carne solo fue consumida con ocasión de las festividades y de los sacrificios religiosos, sobre todo la de ovinos y vacunos. La volatería la consiguieron bien por la caza o por la cría en corrales. Se abstuvieron en general de comer cerdo al igual que lo hicieron la mayoría de las gentes semitas, pero en cambio consumieron la carne de perro, dato atestiguado para Cartago, practica criticada y rechazada por otros pueblos.
Le dieron una especial atención a la leche, el queso, la mantequilla, la miel, así como al vino, del cual fueron grandes productores y consumidores, conociendo diferentes tipos de caldos y sabores.
ACTIVIDADES ECONÓMICAS
Las actividades económicas son el capítulo más conocido de la vida de los fenicios, creadores del comercio internacional, pues operaban a escala mundial a través de sus factorías y colonias.
Buenos agricultores, expertos madereros y por encima de todo, excelentes artesanos y marineros, llegaron a colocar sus productos por todo el Mediterráneo y por puntos de Arabia y sur de Inglaterra, gracias a su extraordinaria capacidad mercantilista.
Dada la poca superficie cultivable de sus tierras, constreñidas entre los montes del Líbano y del mar Mediterráneo, los campesinos fenicios hubieron de ingeniárselas para no dejar ninguna parcela de tierra sin explotar, situando incluso sus cultivos en las laderas montañosas de sus valles, en terrazas apropiadas.
La agricultura que se practicó intensivamente al adaptarse al régimen climático, apenas sí solventó las necesidades de sus habitantes, por lo que, en diferentes fases de su historia, se recurrió a la importación de productos agrícolas.
De acuerdo con algunas fuentes y datos indirectos se sabe que se practicaron principalmente dos tipos de cultivo. El cerealista en las fértiles llanuras de aluviones que les facilitaba trigo y cebada y el arbustivo, situado en los terrenos pedregosos y de secano constituido por olivos, viñedos y palmeras datileras. La higuera y sobre todo el granado, gozaron de gran aprecio, siendo árboles que se adaptaban perfectamente al terreno y clima fenicios. En pequeños huertos y jardines situados en las afueras de los núcleos urbanos, se cultivaron diferentes hortalizas y plantas aromáticas. En las colinas se practicaron los mismos cultivos típicamente mediterráneos.
Los instrumentos agrícolas eran rudimentarios, conociéndose el arado tirado por bueyes, parecido al tribulum romano, así como la sembradora de cereales. La trilla se efectúa directamente con animales, bueyes y asnos o con un sencillo trillo de madera qué llevaban incorporados guijarros de sílex o afiladas cuñas de madera y de metal. Separado el grano de la paja, aquel se almacenada en silos situados generalmente bajo tierra.
Un factor importantísimo en la economía fenicia lo constituyó la explotación de los bosques de cedros, pinos y abetos existentes en sus cadenas montañosas y que por su abundancia y calidad gozaron de justa fama durante toda la antigüedad. Desde siempre fenicia fue quién solvento la necesidad de madera que tanto egipcios y hebreos cómo asirios y babilonios precisaban para sus construcciones, navíos y enseres de uso cotidiano. Para hacer frente a la misma, muy pronto los bosques De Biblos, Sidón y Tiro, entre otros, comenzaron a ser talados por sus expertos madereros, exportando los troncos en navíos o en almadías y caravanas a puntos de todo el próximo Oriente.
Uno de los episodios del poema de Gilgamesh, que refleja tiempo sumerios del tercer milenio aC. tiene como eje central la tala de árboles del Bosque de los Cedros, situado en el Líbano y la muerte de su mítico guardián, el demonio Humbaba. Un bajorrelieve de Seti I (1312-1298 aC.) muestra la escena de una tabla de cedros del Líbano destinados a dicho faraón.
Desde el punto de vista económico, más importante que la agricultura fue la ganadería. Tenían grandes rebaños de ovejas, cabras, asnos y bueyes, utilizando estos últimos en faenas agrícolas y en el transporte. De los bueyes se obtenía además pieles para el calzado y otras manufacturas.
Los animales de granja, gallinas, palomas, patos, eran muy solicitados por la bondad de sus carnes y sus huevos. Se llegaron a criar avestruces para obtener de sus huevos hermosos cuencos. Otra fuente de ingresos fue la apicultura, la miel, el único edulcorante conocido por los fenicios fue exportada a numerosos puntos. La caza, tanto la mayor, panteras, osos, cabras salvajes, como la menor, volatería, abundaba en los bosque y parajes montañosos del país.
METALES JOYAS Y VIDRIOS
Pocos datos se tienen sobre la metalurgia y las minas fenicias. En el Amanus, cadena montañosa en la actual Turquía; se supo que las hubo de cobre y en el Líbano de hierro. Pero se sabe que se sirvieron de todo tipo de metales, llegando a alcanzar justa fama en la elaboración de objetos de cobre y bronce, además de oro y plata.
La necesidad de metales hizo que los fueran a buscar directamente a los lugares ricos en ellos, intercambiándolos por otros productos o acopiándoselos mediante comercio indirecto. De esta forma, el cobre de Chipre y Anatolia, el hierro el estaño y el plomo de Occidente, el oro y la plata de Etiopía y Yemen les permitió la fabricación de todo tipo de instrumentos y herramientas, armas y carros de guerra y la manufactura de los más variados objetos metálicos.
La joyería fenicia testimonia la habilidad de sus orfebres. Un amplísimo repertorio de piezas formales: pendientes, collares, anillos, brazaletes, amuletos pectorales. Piezas decorativas como fueron las palmetas, lotos, cabecitas de leones, cabras o pájaros, grifos, discos, de los que nos han dejado numerosas muestras en todo el mundo mediterráneo.
Complemento de las joyas fueron los escarabeos de origen egipcio. Montados en anillos de oro y de plata o ensartados en artísticos collares y brazaletes. Elementos fabricados en diferentes tipos de piedra, vidrio o esmalte, remarcan la importancia que alcanzaron estas pequeñas y populares piezas, utilizadas no sólo como elementos ornamentales, sino también como talismanes y sellos personales, sustituyendo a los sellos cilíndricos del mundo mesopotámico.
Los vidrieros sidonios y tirios lograron perfeccionar la técnica de su fabricación. Su secreto, quizá lo obtuvieran de Egipto o de algún taller del Próximo Oriente, pero sobre todo debido a la calidad de las arenas de las playas del Líbano, muy ricas en ácido silícico puro. Es de suponer que después de muchos intentos obtuvieron, no solo pasta vítrea opaca y coloreada, sino también el hermoso vidrio azulado transparente que luego soplado, técnica inventada por los fenicios a finales del siglo I aC. produjo variados y artísticos ejemplares.
Fue tan importante el vidrio fenicio que, en algunos concursos atléticos, fueron entregados como premio objetos vítreos de Sidón, siendo preferidos a las piezas metálicas.
LA INDUSTRIA DE LA PURPURA
Más importante que la fabricación del vidrio fue la de los tejidos y la de la púrpura. Una tintura natural, obtenida de unos moluscos de concha grande, muy abundantes en sus costas, perteneciente a la especie múrice. De sus glándulas se obtenía, tras machacar y dejarlas reposar en sal tres días, un líquido que cocido durante diez días a fuego lento daba la púrpura. Aplicada a los tejidos los teñía de un color amarillento, que se volvía azul y rojo o morado, según los baños que recibieran y la mayor o menor exposición al sol.
Este proceso resultaba muy caro, pues se precisaban más de diez mil moluscos para obtener un solo gramo de púrpura. La utilización de tejidos teñidos estaba solo al alcance de las clases más ricas. La púrpura se convirtió en un distintivo social muy destacado.
A los fenicios les llego de Ugarit el secreto de la obtención de la púrpura a afínales del siglo XII a.C. quizá facilitado por algún componente de los Pueblos del Mar. Los autores clásicos hablaban de la fetidez que producían los talleres de los tintoreros, ubicados por ello a las afueras de las ciudades. Han aparecido restos de estos talleres en Tiro, Sidón y otros puntos del Mediterráneo.
CERAMICAS
Los alfareros fenicios produjeron todo tipo de piezas cerámicas que fueron difundidas también por todas sus colonias. Fabricaron tres tipos de cerámica, la doméstica, la comercial y la funeraria.
La doméstica, destinada al uso cotidiano, era una continuación de las formas artesanales sirio-palestinas, destacando tazas, platos (de cavidad profunda generalmente), vasos, cubas, morteros, jarras, (muchas con boca en forma de hongo), ánforas y cráteras.
La cerámica de carácter comercial elaboró grandes ánforas que se utilizaban para el transporte de líquidos, cuyos perfiles (bicónicos, cónicos, ovoides con o sin pivote) fueron variando en función del medio de transporte y las necesidades de los lugares.
La de carácter funerario empleo las formas domésticas (tazas, y platos sobre todo) para los ajuares, conoció la elaboración de grandes ataúdes y osarios. No deben de olvidarse las lámparas de cerámica (lucernas) que en Fenicia fueron de un solo pico, mientras en Cartago y en Occidente tuvieron dos y que gozaron de aprecio por su utilidad.
MARFILES
Otra de las grandes industrias fue la labra del marfil y del hueso, materiales importados de la India y del país del Punt, un lugar posiblemente situado en la costa africana del océano Indico; con las que realizaron hermosas obras de arte que fueron ampliamente difundidas por Asiria, Israel, Grecia, Etruria, África y la Península Ibérica.
Esta industria de lujo se venía realizando ya desde el Bronce Medio, localizandose excelentes ejemplares en Ugarit y Alalakh. Sin embargo, fue en los siglos VIII y VII aC. cuando los obradores de Fenicia, Palestina y Siria produjeron las piezas más espectaculares que asimilaban iconografías y tipologías pertenecientes a ámbitos sirios, hititas, egeos y egipcios.
Curiosamente los marfiles más importantes, tanto los que figuraban estatuillas como los que adornaban muebles y objetos diversos, como cajas de tocador, cofrecitos, abanicos, cucharas, no se han hallado en suelo fenicio, sino en puntos como Nimrud, Arslan Tash, Megiddo, Samaria (en donde una fenicia llamada Jezabel llegó a convertirse en la esposa del rey Acab) y en Zincirli, sin olvidar los marfiles que también han sido encontrados en Cartago y en Chipre.
LA MARINA MERCANTE
Los fenicios lograron poseer una numerosa flota, gracias a la riqueza de la madera a la que tenían acceso y al dominio de una depurada técnica de fabricación. Estaba formada por barcos mercantes y de guerra, por ligeras embarcaciones para la pesca y el transporte fluvial, todos ellos perfectamente impermeabilizados con pez y recubiertos en su mayoría con planchas de plomo fijadas al casco con clavos de cobre.
Como distintivo y para preservar las naves del maleficio, llevaban en su proa una figura, de algún genio o dios enano o la de un animal, especialmente el caballo. Las popas solían ser de perfil redondeado y terminaban en forma de viruta o cola de pescado. En el casco a ambos lados de la proa, se figuraban dos enormes ojos, que servían para que el barco “viera” y también para causar espanto a los enemigos.
Los barcos mercantes fueron anchos y panzudos; sus prototipos se remontaban a las naves egipcias de la reina Hatshepsut 1505-1483 aC. Solían alcanzar las 30m de eslora y 7m de manga. Se controlaban mediante timones laterales situados en popa. Su desplazamiento era facilitado por una gran vela cuadrada tendida sobre una verga perpendicular a un mástil central, así como por remos auxiliares, permitiendo maniobrar rápidamente en caso necesario o cuando faltaba el viento. La tripulación estaba formada por 20 o 25 hombres.
EL COMERCIO
La economía fenicia fundamentalmente se basó en el comercio, actividad en la que fueron verdaderos expertos y les proporciono enormes riquezas y recursos materiales. Como ya sabemos su geografía obligó a sus gentes a buscar los recursos de que carecía el país o que no producía en cantidad suficiente.
Fue el estímulo e interés de las instituciones públicas, la iniciativa privada, el arribo constante de materias primas y la especialización en diferentes industrias como tejidos, purpura, vidrios, joyería, metalistería, entre otras. Fenicia se convirtió en una potencia económica indiscutible, siendo capaz de situar sus productos, o de distribuir otros, desde la India hasta Iberia, atravesando para ello mares, desiertos y montañas.
Parece ser que su actividad económica se basaba en la búsqueda de lo abundante en un lugar para cambiarlo por baratijas, como collares y adornos, o trocar manufacturas como paños de brillante colorido, o diferentes objetos de lujo, por productos de consumo como aceite, cereales o lana.
Sabemos que practicaban el comercio ajustándose a los principios de reciprocidad e intercambio, en los que el afán de ganancias era innegable. Inicialmente el poder político controlaba la organización y la gestión del comercio; el palacio detentaba un verdadero monopolio sobre el mismo; con una perfecta organización que le permitía también tener agentes en diferentes naciones. El sector privado que operaba a modo de compañías, asociaciones y hermandades familiares, pronto se incorporó a tal actividad, colaborando con el palacio, sin perder su importancia económica.
RELATOS DE EXPEDIECIONES Y DE VIAJES FENICIOS
El viaje de Hunamón. Un interesantísimo relato egipcio, a Fenicia nos informa de las relaciones comerciales entre aquel país y Egipto, tal como se practicaban en los siglos XII y XI a C.
Las expediciones fenicio-israelitas. De acuerdo con la Biblia y con la opinión de los griegos, los fenicios fueron excelentes marinos y comerciantes. No es de extrañar que surcaran con sus naves alejados puntos del Mara Rojo y del Mediterráneo durante todo el primer milenio precristiano y aun antes.
Homero y los mercaderes fenicios. Homero también nos ha transmitido algunos datos del comercio fenicio tal y como probablemente se efectuaba en el siglo VIII aC. y en cual no era de extrañar el transporte de pasajeros y el tráfico de esclavos.
De acuerdo con la mentalidad griega, el comercio era algo denigrante y los comerciantes gentes de baja condición. Homero no escapó a esta opinión presentando la actividad mercantil como algo deshonroso, hasta el extremo de defender mucho más la piratería que el comercio. Opinión que también siguieron Hesíodo, Aristóteles y Tucídides.
En la Odisea se narran experiencias de Ulises que hacen referencia a su relación con gente fenicia, o gente relacionada con ella. Hay un episodio de sumo interés, narrado a Ulises por el porquero Eumeo, cuando aquel llego a Itaca. Eumeno, hijo de Ctesis, rey de Syros, había caído de niño en esclavitud al ser raptado por mercaderes fenicios, cuando aquellos llegaron a su patria para comerciar.
También se menciona la experiencia de Ulises en Egipto; había encontrado hospitalidad por parte de un fenicio, que le había invitado a irse con él a Fenicia en su nave; pero parece ser que las intenciones no eran las de obsequiarle con el viaje, sino con la posibilidad de venderlo al atracar en un puerto.
Una crátera fenicia aparece en un episodio de la Odisea. El rey de Sidón la había ofrecido como regalo a Menelao. Estos obsequios que presuponían reciprocidad por ambas partes, junto con la hospitalidad, eran también una fórmula ancestral de comercio practicada por los fenicios que se aseguraban así la posibilidad de abrir nuevos mercados.
Ezequiel y el comercio de Tiro. Las profecías de Isaías, Jeremías y Ezequiel, recogidas en el Antiguo Testamento, son también pruebas inequívocas del esplendoroso pasado comercial de algunas ciudades fenicias. De todas ellas la más explícita es la de Ezequiel, al evaluar las actividades comerciales de Tiro en una fecha que podemos fijar a finales del siglo VIII o en la primera mitad del siglo VII aC.
De acuerdo con la misma, Tiro mantenía relaciones comerciales con diferentes localidades de Anatolia, Palestina, Siria, Arabia, Armenia, Mesopotamia e islas del Egeo, sirviéndose para ello de su propia flota y de expertos caravaneros. De todos los lugares citados, la ciudad fenicia obtenía plata, hierro, estaño, bronce y plomo, además de marfil y ébano, provenientes de la India y de África, así como esclavos, caballos, perlas, lino fino, sedas, coral y rubíes, a cambio de productos manufacturados.
Los viajes de Himilcón, Hannón y Magón. A fin de extender los mercados y defender sus intereses comerciales, Cartago emprendió una serie de grandes viajes que, por su importancia, tienen un lugar propio en la historia de las exploraciones. El primero fue el que llevó a cabo Himilcón en torno al año 450 aC. que bordeando las costas atlánticas de la península ibérica y de Francia llegó a las Islas Británicas y a Irlanda. La finalidad del viaje era hallar las fuentes del estaño, dado que por aquellas fechas las minas de la península ibérica ya no lo producían en suficiente cantidad.
El segundo viaje lo efectuó Hannón pocos años después del anterior. Debió de llegar a tierras libias y al delta del rio Senegal, siendo más dudoso que llegase a Camerún o a Gabón. En el viaje que participaron 60 penteconteras y unas 3000 personas, se suspendió por falta de víveres; no obstante, sirvió para fundar varias colonias, consolidar la presencia cartaginesa en la costa de Marruecos y explorar nuevas tierras.
La necesidad de oro movió también a los cartagineses a recorrer el desierto del Sahara. Ateneo, autor griego del año 200, narra con evidente exageración que un tal Magón cruzó el Sahara en tres ocasiones alimentándose sólo de comida seca y sin agua.
DIOSES Y CREENCIAS RELIGIOSAS
El estudio de la religión fenicia presenta muchas dificultades debido a la carencia de documentación sagrada, como himnos, mitos, letanías o cosmogonías y a los pocos restos arqueológicos de sus templos, santuarios o material litúrgico, dispersos en el tiempo y en el espacio.
Todo lo que se sabe es de forma indirecta: los textos babilónicos, egipcios, hebreos, griegos y latinos. La rica documentación ugarítica ha sido de una gran utilidad para el análisis de la religión fenicia, como elementos de comparación y de verificación, ya que, al ser cronológicamente anterior a la formación de los estados fenicios, no puede servir ni como base ni como modelo.
En la religión fenicia, de carácter politeísta y urbano, cada ciudad tenía sus propias divinidades. Hundía sus raíces en las creencias cananeas, muy pronto contaminadas por la egipcias, egeas y griegas. Su presencia, prácticamente en todos los aspectos de la vida cotidiana, impregnaba de carácter sagrado cualquier suceso o actividad, siendo los dioses así los tutores tanto de la ciudad como del individuo.
Por los datos que se poseen sabemos que designaron a sus dioses con los términos “dios” “dueño” “rey” “señor” y con el de “señoras” a las diosas. La consideración de seres superiores hizo que los sacerdotes y los teólogos les dieran nombres extraños, recurriendo por lo general a las perífrasis, dado que nadie podía conocer ni siquiera pronunciar el nombre de un ser divino sin incurrir en un grave delito.
A través de la interpretación griega, en cada una de las ciudades fenicias existía una triada divina principal, formada por un dios protector, su esposa o paredra (deidad de menor categoría), que se sienta cerca o al lado, titular usualmente de la fertilidad y un joven dios, conectado con la diosa. Este moría y resucitaba anualmente, manifestado así el ciclo de la vegetación. Esta tríada se complementaba con otra serie de dioses menores locales, con personalidades más o menos definidas de acuerdo con el trasfondo mitológico semita.
De todos los dioses el principal fue el tirio Melqart, divinidad compleja de carácter solar y luego agrícola y marítimo, sobre todo cuando Tiro alcanzó su máximo poder. Su culto se practicó en las colonias occidentales, singularmente en Cartago, Gadir, Lixus, Malta y Útica. Junto a este fue muy venerada en Tiro, como máxima divinidad femenina, la sidonia Ashtarte, que en la posterior tradición griega se la haría madre del propio Melqart.
En Sidón la divinidad más importante y verdadera protagonista fue Ashtarte. Fue la asimilación fenicia-cananea de una diosa mesopotámica que los sumerios conocían como INANNA, los acadios asirios y babilonios como ISTHAR, y los israelitas como ASTAROT.
Representaba el culto a la madre naturaleza, a la vida y a la fertilidad, así como la exaltación del amor y los placeres carnales. Su culto se expandió con su faceta de Tanit, venerada especialmente en la ciudad de Cartago. También es adorada como diosa de la caza o incluso como diosa de los navegantes. Con el tiempo se tornó también en diosa de la guerra y recibió cultos sanguinarios de sus devotos
Suele representarse posada sobre un león y sosteniendo una flor de loto y una serpiente. Ashtarte llegó a recibir un gran culto en occidente bajo el nombre de Tanit, definida por populares símbolos, mano derecha levantada, caduceo (vara lisa con dos alas a un extremo y rodeada de dos culebras entrecruzadas) “signo de Tanit”.
Recibió culto también Ba’al, señor, dios no muy activo; fue una transposición de “El dios” una divinidad semita cuyo culto era de larga tradición. El tercer dios de Sidón fue Eshumun, de carácter ctónico (perteneciente a la tierra), en un principio y luego titular de la medicina. Su personalidad benefactora le hizo que fuese también adorado en Cartago, donde llego a desplazar al propio Melqart, así como en Chipre y en otros muchos lugares. Se le asimila a Apolo y a Esculapio como dios sanador.
Entre la llamada “congregación de los dioses de Biblos” los más importantes fueron El, Ba’alat y Adonis. El primero El, que había ocupado la cúspide de diferentes panteones locales entre ellos el de Ugarit, aparecía en Biblos desdibujado, prácticamente sin contenido teológico. Ba’alat, señora, fue la verdadera dueña de la ciudad, a la que recurrirían constantemente reyes y pueblo. Era una diosa de la fecundidad, generatriz de divinidades, hombres, plantas, muy cercana en su teología a las antiquísimas diosas orientales, representada a veces bajo los rasgos de la egipcia Isis-Hathor. Muy ligado a ella se hallaba Adonis, mi señor; joven dios que moría y resucitaba periódicamente y del cual nos ha llegado su mito bajo forma griega, eco sin duda del lejano relato del Dumuzi sumerio.
Por debajo de estas divinidades estaban Resheg, originario de Siria, dios de la luz y del relámpago, de carácter guerrero, dueño de las calamidades cuyo culto atestiguado en Ebla, Mari y Ugarit, apenas se llegó a extender por Occidente.
Dagón dios semita conocido ya en el tercer milenio aC. titular e inventor, según Filon de Biblos del grano y del arado; así como numerosos baales locales (Ba’al Shamen, Ba’al Malge, Ba’al Safon, Ba’al Lebanon, Ba’al Rosh, etc).
Muy populares entre los fenicios y los púnicos fueron Shadarpa, Horon, Sid y Sasm, aparte de diferentes dioses orientales, entre los que destacaron Yarih la luna y Shamash el sol; así como algunos dioses egipcios, sobre todo Isis, Osiris y Horus, sin olvidar el pigmoide Bes, asociado a la magia.
Los sacerdotes . Los encargados de los lugares de culto y de las ceremonias religiosas debidas a los dioses fueron los sacerdotes, que siempre gozaron de gran prestigio social y político y cuyo cargo trasmitían a sus descendientes.
Se sabe que existió una variada lista de clases sacerdotales, agrupadas en colegios, sujetos a la autoridad y disciplina de un sumo sacerdote que, en las principales ciudades fenicias, se identificaba con la figura del rey, en quien confluían todo tipo de poderes. Junto a estos sacerdotes se hallaban algunas personas consagradas de por vida al templo, que asumían el papel de videntes o profetas, entrando en éxtasis cada vez que debían emitir un oráculo según cuenta la Biblia.
También aparecen inscripciones que hacen mención a sacerdotisas pertenecientes a familias nobles, incluso de la realeza, encargadas de diferentes funciones de culto difíciles de precisar. El personal de los tempos se completaba con los hieródulos de ambos sexos, entregados sobre todo a la “prostitución” sagrada, ligada al culto de Ashtar. Parece ser que esta práctica licenciosa contribuyo al éxito de determinados santuarios, entre ellos Biblos, Pafos, Erici, Pyrgi y SiccaVeneria. Dicha práctica resultaba ser de manera enmascarada la forma de conseguir la recaudación de fondos económicos bajo discutibles “principios” religiosos.
Los templos estaban llenos de vida, muy presentes en ciudades y colonias, se supone que existirían numerosas servidos y colaboradores, tanto contemplativos como laborales, panaderos, cantores, sacrificadores “señores del agua”. Aparece un título como es el de “barbero de los dioses”, que posiblemente fuera el encargado de mantener ritualmente rasurados a los sacerdotes.
Los templos. Los restos arqueológicos, la representación de recintos sagrados en monedas y la descripción bíblica del Templo de Jerusalen, construido por operarios tirios y el arquitecto fenicio Hiram o Huram Abi, nos facilitan una idea de cómo fueron los lugares de cultos fenicios, templos, capillas y “lugares altos”.
Los templos, constaban normalmente de tres estancias dispuestas en eje longitudinal: pórtico delantero, vestíbulo y la estancia donde se hallaba la imagen o el símbolo de la divinidad, como estelas, cipos y mobiliario ceremonial. En el exterior dos columnas situadas ante el pórtico, un manantial o estanque sagrado y un bosquecillo. Esta estructura era la que se encontraba en el Templo de Jerusalén, mandado edificar por Salomón, así como los de Biblos: Templo de Ba’alat Gebal y Templo de los Obelistos; en Sidón Templo de Eshmun; en Tiro Templo de Ba’al Shamen y Templo de Melqart, éste de tipología siria y muy famoso por las dos columnas de oro y esmeralda de su fachada.
Las capillas consistían en un amplio patio a cielo vierto, en el centro se situaba, unas veces un edículo o tabernáculo, con un betilo, piedra cónica erecta símbolo de la divinidad. Ante estos se disponía un altar de cuernos para los sacrificios, así como un manantial o lago sagrado. Entre las capillas más importantes sobresalían las dos de Sarepta, dedicadas a Tenit-Ashart, y la de Tell Amrit en Siria, conocida como el Ma’abed.
Fueron también recintos de cultos los llamados “lugares altos”, espacios al aire libre situados en las cumbres de las montañas o colinas, puntos considerados sagrados. Cabe mencionar los existentes en las cercanías de Arados y de Biblos. En las colonias los templos consagrados a las divinidades de la metrópolis, no solo obedecía a la religión, sino que era una manera indirecta de recaudar tributos bajo el aspecto de ofrendas sagradas.
Las fiestas religiosas, Como los dioses eran señores, jueces, sabios y protectores de las ciudades y de los hombres y éstos a su vez, los hijos y los esclavos de aquéllos, era lógico que se les ofreciesen abundantes sacrificios, como los de combustión, comunión, o el llamado pacífico, regulados por tarifas, cuyo importe regulaban los sacerdotes a la entrada de los templos. Libaciones y ricos presentes vegetales eran también ofrendas que se hacían a diario.
Mas importantes que los sacrificios y las libaciones, parece que fueron las festividades religiosas, relacionadas con la vida agrícola, marítima y sobre todo mítica. Dichas fiestas oficiadas directamente por reyes o magistrados eran sobre todo de carácter imploratorio o de acción de gracias.
El peregrinaje, las procesiones, los sacrificios, algunos juegos, los banquetes y las licencias sexuales constituían, según se deduce de la documentación indirecta, los elementos fundamentales.
Entre las más importantes se hallaba la egersis o “resurrección de Melqart”, que tenía lugar en Tiro, de cuya ciudad se creía fundador. Esta fiesta celebrada en primavera, pretendía revivir al dios con la quema de una de sus imágenes. En esta celebración se entonaban cánticos por toda la ciudad y se expulsaban a los extranjeros; el rito del hierós gamós o matrimonio sagrado entre el rey y la reina, que representaban simbólicamente a Melqart y Ashtart ponía fin a dicha egersis.
En Biblos se celebraban las ceremonias destinadas a despertar a Adonis, divinidad agraria que había muerto al ser atacada por un jabalí. Durante varios días, los lamentos de las mujeres, la tonsura de los cabellos y la prostitución ritual en nombre de Ashtart, la amante de Adonis, eran lo más notable. También ofrendas de frutos, palomas y banquetes funerarios completaban los actos de dichas fiestas.
Igualmente se tiene referencia de la celebración en las colonias de algunas fiestas religiosas, la del “mes del sacrificio del sol” se realizaba en Pyrgi, Italia y la mayaumas en Cartago.
Creencias mágicas. La religión popular fenicia estuvo dominada por las prácticas mágicas, según consideran lo que demuestran los millares de amuletos hallados en las tumbas de todo el ámbito fenicio. Los de mayor difusión fueron los de origen egipcio, como los escarabeos, la serpiente y el ojo de perfil, como los específicamente fenicios y púnicos.
Dichos amuletos servían para proteger a su portador de cuantos males pudieran acecharle. Ejemplo de ello son dos amuletos del siglo VI aC. localizados en Arslan Tasch, en Siria, conteniendo sendos escritos de encantamiento. En uno se invoca a Sasm y a Horon contra las malignas potencias nocturnas; en el otro se acude a Ba’al para neutralizar el posible mal de ojo que causaba la “serpiente de la estepa”.
Los conjuros y maldiciones asociadas a prácticas de magia negra también se utilizaron para causar el mal en otras personas. A veces la magia era una superchería, pues para maravillar a los fieles se recurría a dispositivos que se situaban en las estatuas de los dioses, para adquirir movimiento o para que derramasen leche por los senos. Practica muy común, no solo en el mundo fenicio, fue la consulta de oráculos y la adivinación, cuyos resultados “se leían” en las vísceras de animales sacrificados o se deducían de sueños y prodigios insólitos.
LA MUERTE
Costumbres funerarias. Una vez sobrevenida la muerte causada por un ser llamado Mot, los cadáveres podían ser inhumados; llegando a veces a ser embalsamados a imitación egipcia o eran incinerados. Se desconoce por qué estos dos modos de sepelio se utilizaron en un mismo tiempo. De todas formas, parece ser que los fenicios quisieron que sus restos materiales reposasen en sarcófagos, cistas o urnas que se depositaban en las necrópolis, fuera de las ciudades. Las personas de condición humilde eran enterradas en un simple hoyo abierto en el suelo.
Muy poco se sabe del ritual funerario. Lo corriente era que unas plañideras se lamentaran y se arrancaban los cabellos y que el cadáver, recubierto por vendajes y con una máscara mortuoria, se sepultase. Sus familiares y amigos vestidos todos con tajes de luto, celebraban un banquete funerario.
Se debe mencionar por su importancia y características el “recinto de Tani” o tofet de Cartago en el que se depositaron miles de urnas conteniendo los restos incinerados de niños pequeños y diferentes animales. Sus cuatro estratos de potencia arqueológica (del siglo VII al II aC.) han proporcionado tipología tanto de urnas cinerarias como de estelas, figurillas, altares y máscaras depositadas junto a ellas.
Una de las manifestaciones plásticas más conocidas de la civilización fenicia la constituye sus sarcófagos antropoides, notables no solo por sus tipologías y técnica, sino también por su alto eclecticismo artístico al aunar influencias egipcias y griegas.
Probablemente los fenicios pudieron creer en un Más Allá según se deduce de las ofrendas de alimentos, agua y demás objetos funerarios como lámparas de arcilla, joyas o sello personal que aparecen depositados en las necrópolis. Sin embargo, la práctica simultánea de la inhumación y de la incineración, incluso en una misma tumba, demuestra que esa creencia en una vida después de la muerte no fue unánime, ya que se considera que la incineración es la desaparición material del individuo. Es difícil saber si hicieron distinción entre el cuerpo y el alma y si esta se separaba tras la muerte. Parece ser que la tumba significó para los fenicios la “morada del reposo eternos” de los difuntos.
Es posible que pensaran que únicamente los soberanos disfrutarían de la inmortalidad, del privilegio de comer y beber junto a los dioses. Quizá para algún otro segmento de la población, como la clase sacerdotal o miembros de la nobleza, podía caberles la posibilidad de la supervivencia ultraterrena, con la erección de una estela en donde aparecía el nombre del difunto, su genealogía y el cargo público que ostentó en vida.
LOS SACRIFICIOS HUMANOS
Uno de los hechos que sus coetáneos consideraron más característico de la religión cananea fue el sacrificio humano, que en púnico molk significa ofrenda, como rito religioso. Los fenicios continuaron con la costumbre que también practicaron los israelitas, según confirma la Biblia, pero sobre todo fue practicada por los cartagineses.
Tales sacrificios, determinantes de una mentalidad social, chocaron con la de sus contemporáneos griegos y romanos que no entendían esos ritos. Se efectuaban en recintos al aire libre aislados por muros, muy distintos de los templos y de las necrópolis. Siempre situados a las afueras de las ciudades, llamados tofet, instalación para el fuego, y que curiosamente no ha aparecido todavía en ninguna inscripción fenicia ni púnica.
De todos ellos el mejor conocido es el de Cartago, al que se le dio el nombre de Salambó, en memoria de la heroína de la famosa novela de G.Flaubert.
Este tofet ha proporcionado durante todas sus excavaciones unas 20.000 urnas que contenían restos de huesos calcinados de niños recién nacidos de no más de seis meses de edad, o de animales, utilizados como sustitutos.
En la península ibérica, se pueden considerar que se hallan muy cerca de lo que era un espacio religioso, tipo tofet , donde se han detectado indicios de tales áreas cerca de las localidades de Carmona, Baelo, Tarifa y Cádiz.
Según las fuentes se sabe que el molk u ofrenda fue una ceremonia, quizás no obligatoria, que consistía en dar muerte a un hijo recién nacido y ofrecerlo a los dioses. Según Diodoro Sículo y Plutarco, dicha ceremonia se efectuaba en presencia de los padres de la víctima, que no debían llorar ni gemir y al son de tambores un sacerdote especializado degollaba al pequeño, cuyo cadáver se quemaba en un brasero.
Si nos hacemos la pregunta ¿a qué obedeció el molk? Quizá podamos saber algo más de este pueblo “maldito y menospreciado” por sus contemporáneos.
A parecer se efectuaba en una determinada estación del año y obedecía a razones religiosas. Los historiadores han emitido diferentes posibilidades, algunos consideran que el molk en su origen respondería a un sacrificio de sustitución, la persona sustituida sería el rey, luego debió de extenderse a la nobleza. Podría tratarse de una ofrenda de los “primeros frutos”, acción que llevaba acarreada la inmolación del primogénito de una familia; pudo haber sido por la necesidad de conjugar un grave peligro, para lo cual se ofrecía a la divinidad a cambio la vida del hijo recién nacido; se podía realizar como contrapartida para la obtención de algo sumamente importante; o podría ser una práctica tendente a la regulación demográfica de la ciudad, sobre todo en momentos de carestía alimentaria.
También se ha tenido en cuenta recientemente, la hipótesis de que el tofet sería sin más una necrópolis infantil en la que se recogerían los restos posibles de abortos o los de niños precozmente muertos por enfermedades o por causas naturales y que por esas razones eran ofrecidos como molk a Tanit “Rostro de Ba’al” o de Ba’al Hammon.
Esta hipótesis no parece satisfacer a la mayoría, aludiendo que también se han encontrado en los tofet víctimas de sacrificios de sustitución en restos de pequeños animales. Al propio tiempo diferentes estelas de Cartago, dan testimonio de aquellos infanticidios al tener escrita la expresión mlk’dm bsrm btm, esto es “sacrificio humano del hijo en perfectas condiciones”.
Por último, el relato de Diodoro, historiador griego, concluye: Agatocles asediaba la ciudad de Cartago; los sacerdotes ante este peligro no dudaron en sacrificar con gran solemnidad 200 niños escogidos de entre las más ilustres familias de la nobleza. Familias que en aquella ocasión y en otras muchas anteriores, habían comprado niños a familias de baja condición económica, para evitar que se sacrificaran sus propios hijos.
LA ACTIVIDAD INTELECTUAL
La humanidad debe a los fenicios la difusión del alfabeto, que lo enseñaron primero a los griegos y luego junto a ellos, lo transmitieron por todo el occidente- Está demostrado que no fueron sus inventores, pero si los primeros en comprender su utilidad, ya que se hallaban ante un procedimiento de expresión escrita cómodo y simple, que servía a las mil maravillas para sus operaciones comerciales y para la propagación del pensamiento.
Desgraciadamente, como otras muchas cosas de este pueblo, no ha llegado hasta nuestra época ninguno de estos textos, ni los de tipo diplomático o simplemente científico. Posiblemente por haberse escrito todos ellos sobre papiro y cuero, materiales menos resistentes que las tablillas de barro utilizadas para la escritura cuneiforme o la piedra que había recibido el jeroglífico.
En el orden alfabético se tuvo en cuenta únicamente razones astronómicas y por extensión religiosas. Cada uno de sus signos aludía a una de las partes de una lunación completa de un desconocido calendario, en vigor entre los años 2000 y 1500 aC. De ahí que pueda deducirse que el inventor del alfabeto pudo ser un sacerdote del ámbito cananeo, experto en astronomía y astrología.
Han llegado a nuestros días más de 10.000 inscripciones fenicias, púnicas y neopúnicas, pero su brevedad y su carácter estereotipado impiden que se pueda utilizar para profundizar en el conocimiento de este pueblo. Anotan dedicatorias a divinidades, tarifas de sacrificios, textos funerarios; son excesivamente breves las leyendas monetales, las exiguas referencias contables o de onomástica anotadas en diferentes objetos.
Sin embargo, todas ellas tienen una importancia histórica y filológica excepcional por ser los únicos documentos auténticos de una lengua, todavía con muchas incógnitas, que alcanzó una enorme difusión en el tiempo y en el espacio geográfico. Las inscripciones más antiguas, fechadas en el siglo XI aC. son las existentes en puntas de flechas de bronce, halladas en el Líbano y en unos breves textos encontrados en Creta, cerca de Cnosos.
La literatura. Los fenicios escribieron numerosas obras de todo tipo que lamentablemente no han llegado a nuestros días. Pero si conocemos algunas referencias que nos han dado datos de sus actividades literarias y de quienes fueron sus autores.
Hacía el año 1000 aC. vivió y escribió en Beirut o Tiro uno de los autores fenicios de nombre conocido Sanchuniatón o Sakkunyatón, autor de una monumental Historia fenicia que pudo compilar después de la consulta de los Anales conservados en diferentes ciudades fenicias. Dicha obra fue traducida al griego en ocho volúmenes por Filón de Biblos, un escritor griego del siglo I de nuestra era.
Basándose en esos mismos Anales que recogían los nombres y hechos más notables de cada una de las ciudades en el siglo III aC., el escritor Menandro de Éfeso, según el historiador judío Flavio Josefo, pudo realizar una compilación que redacto en griego. Se sabe también que mucho más tarde, en el siglo VI, el filósofo neoplatónico Damascius utilizó para sus estudios la traducción en griego de una perdida Consmogonía fenicia de notable interés.
Cartago se convirtió en otro importante centro literario llegando a poseer magnificas bibliotecas. Los centros religiosos contaban con libros santos escritos en púnico, (en fenicio cartaginés), según detalla Plutarco y no faltaban escuelas en las que se impartía ciencia y filosofía, destacando en el siglo II aC. el filósofo Asdrúbal, autor de más de 40 volúmenes.
Tambien en lengua púnica se redactaron dos obras sobre viajes, escritas a mitad del siglo V aC.; Periplos de Himilcón donde cuenta su viaje a las islas Británicas y el de Hannón que llegó probablemente a Gabón. Quizás el más famoso de todos los libros cartagineses fuera el Tratado de Agronomía, que escribió Magón en 28 libros y que por su importancia mereció ser traducido al griego y al latín.
Los fenicios tuvieron conocimientos de diferentes ramas del saber y de la técnica, aunque ningún escrito de este tipo ha llegado a nosotros.
La pericia de sus navegantes y marinos hace pensar en el domino de la astronomía, a la Osa menor se le llamó “estrella fenicia” que recibirían de babilonios y caldeos, y de la Geografía, costas, corrientes marinas, régimen de vientos. Ello les facilito además de sus múltiples viajes comerciales, el ser capaces de circunnavegar África y de arribar, bordeando Iberia hasta las costas del norte de Europa (ruta del estaño).
Se supieron dotar de un calendario, probablemente lunisolar, parecido al de los pueblos orientales. El mes al parecer no estaba dividido en semanas y solo el primer día de cada mes, podían considerarlo de descanso coincidiendo con la luna nueva, que tendría por esta razón carácter sagrado.
Dominaban las matemáticas y la geometría según se deduce de sus magníficas construcciones urbanas, murallas, edificios de varios pisos, palacios y sobre todo de sus instalaciones portuarias, dotadas con diques de colosales bloques y con puertos artificiales, llamados cothones, destacando el de Cartago y el de Motya en Sicilia cuyos restos se conservan.
CONCLUSIONES
La civilización fenicia, resultado de la amalgama y asimilación de influencias sirias, neohititas, egeas, asirias y egipcias, difundida desde tempranas fechas por todo el Mediterráneo, tuvo beneficiosas consecuencias para el futuro de la humanidad. A pesar de la mala imagen que de ellos dieron griegos y romanos, en muchas ocasiones se hubieron de rendir ante la evidencia del papel civilizador que habían desempeñado.
Sus navegaciones y comercio fueron el lazo de unión entre Oriente y Occidente. A los fenicios el mundo occidental les debe muchos logros tanto en lo material, técnicas, vestidos, alimentación, como en lo espiritual, gracias sobre todo a la difusión del alfabeto, instrumento que abriría el pensamiento a horizontes sin límites.
La Historia no ha hecho todavía justicia a este pueblo, a quienes tachó de bribones, astutísimos, expertos en engaños y otros calificativos, sin tener en cuenta en que una civilización presenta luces y sombras. Esa misma Historia ha perdido la memoria de cómo desarrollaron su vida cotidiana aquellos phoinikes, de cómo solventaron sus preocupaciones, de cómo sobrevivieron a la amenaza de otros pueblos imperialistas.
No sabemos si la valoración de los restos ha carecido de una visión de género por parte de los estudiosos del tema o si ha sido la carencia de restos y vestigios de estas culturas, la que nos impide tener una visión mas rica del papel desempeñado por la mujer. El hecho del conocimiento de hábitos y costumbres de estos pueblos a través de terceros incrementa la dificultad de estudio del rol de la mujer.
Bibliografía:
ASÍ VIVÍAN LOS FENICIOS
BREVE HISTORIA DE LOS FENICIOS
HISTORIA DE LAS MUJERES
LOS CARTAGINESES
LOS FENICIOS EN EL MEDITERRANEO
Federico Lara Peinado
José Luis Córdoba de la Cruz
Georges Duby, Michelle Perrot
Werner Huss
M’Hamed Hassine Fantar
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