LA MUJER EN LA PREHISTORIA
Introducción GREC:
En el libro la “Historia de Calanda” nuestro convecino D. Manuel Sanz Martínez sitúa en el mapa calandino la presencia de diversos asentamientos prehistóricos. La tipología de las piezas halladas en las Contiendas, en la Cueva Corva y en el llano del Carmen demuestran la presencia del género humano en nuestra localidad desde el Paleolítico Superior aprox. 20.000 BP.
La historiografía tradicional a la hora de abordar el estudio del periodo centra su visión en la figura masculina: el hombre gran cazador de mamuts, el hombre líder indiscutible del clan, el artista que convierte la cueva de Altamira en pinacoteca.
Pero ¿Y la mujer? ¿Qué papel desempeñó el género femenino en la vida cotidiana en ese momento? Afirmar que la participación de la mujer en la prehistoria, se reduce a la reproducción de la especie y a las tareas domésticas, no deja de ser una afirmación simplista. La historiadora y antropóloga Asunción Blesa Castán, desarrolla en las líneas siguientes un planteamiento bien distinto y fuera de todo prejuicio.
Autoría: Asunción Blesa Castán
A través del análisis sociológico estudiaremos cómo ha evolucionado la relación entre hombres y mujeres que nos ha llevado a la actual situación con el paso del tiempo.
Las teorías feministas consideran que en la época prehistórica se forjo la relación de sumisión femenina. Pero los restos arqueológicos no son suficientes para concluir ni cuándo ni cómo las mujeres dejaron de ser consideradas como iguales a los hombres, convirtiéndolas en el “sexo débil” o “segundo sexo”. Las teorías planteadas en uno u otro sentido han estado influenciadas por prejuicios y perjuicios, dificultando una visión real de la situación de la mujer en la prehistoria.
Las primeras culturas que demuestran la presencia de humanos capaces de desarrollar industrias primitivas se sitúan en el Paleolítico. Las primeras evidencias de útiles elaborados por homínidos se encontraron en Hadar (Etiopia), elaborados hace dos millones y medio de años.
En la cultura de cantos trabajados, protagonizada por Homo hábilis, se desarrolla los primeros útiles con piedras que fueron utilizados para cortar, machacar y golpear. Tradicionalmente se ha considerado que aquellas primeras herramientas fueron elaboradas por homínidos masculinos basándose en la fuerza necesaria para percutir las duras piedras. Hoy podemos decir que no es la fuerza el requisito imprescindible para elaborar dichas herramientas y que impidiera a la mujer confeccionarlas.
En aquellas primeras sociedades a las mujeres se les asignó, siempre bajo la óptica tradicional, un papel de recolectoras de frutos la atención del grupo y la reproducción. Un modelo que se perpetúa en el Achelense, hace un millón de años, momento en el que el Homo erectus empieza a extenderse desde África hacia Asia y Europa.
El Achelense es el momento en el que se controla el fuego. En las terrazas junto a los ríos, en los abrigos rocosos, en el hábitat del hombre paleolítico nace el “hogar”. Alrededor del fuego los hombres y mujeres prehistóricos cocinan los alimentos encontrados que manipulan con aquellos primeros útiles de piedra rudimentaria. Los modelos tradicionales establecieron una división del trabajo donde los hombres, con sus hachas bifaciales e instrumentos tallados en piedra y hueso, se dedicaban a la caza y las mujeres cuidaban de su prole y recolectaban alimentos, utilizando largos palos para desenterrar raíces o alcanzar frutos de los árboles, y se encargaban de mantener vivo el fuego.
La arqueología feminista rechaza esta división de funciones dado que está influenciada por el modelo de familia de sociedades posteriores, basadas en premisas cristianas. Muchos de los primeros investigadores de la prehistoria y protohistoria eran clérigos, como el abate francés Henri Breuil o el sacerdote español José Miguel de Barandiarán. Según las premisas de la arqueología feminista, el modelo cristiano de familia habría sido el utilizado para interpretar aquellos primeros núcleos de población humana sin ninguna base científica. Sería la utilización de modelos modernos para tiempos pasados.
Por otro lado, si fuera cierta esa división del trabajo donde los hombres cazaban y las mujeres se encargaban de todo los demás, no parece que las tareas masculinas fueran más importantes que las femeninas.
Los restos humanos de aquellos milenios, concretamente las mandíbulas, nos indican que la base de su dieta se centraba en alimentos vegetales y que la caza era secundaria. Los aparejos que pudieron usar las mujeres recolectoras, elaborados con materiales perecederos, no han subsistido. La gran cantidad de testimonio material de caza hizo pensar que ésta era primordial, mientras que la recolección era una tarea simple y secundaria, en la que las mujeres no se jugaban la vida ni les suponía grandes esfuerzos
Las herramientas construidas en piedra fueron evolucionando y perfeccionándose. No existen pruebas concluyentes de que este trabajo del sílex fuera tarea exclusiva de los hombres. Los restos de algunos yacimientos apuntan a que en ocasiones la caza se basaba en lo que se conoce como “caza oportunista”, el aprovechamiento de los animales muertos por causas naturales que encontraban a su paso.
Las herramientas líticas servirían para manipular las presas de una caza incipiente ya que las primeras sociedades paleolíticas tenían una dieta mayoritariamente vegetal. Estos vegetales eran recolectados ayudándose con rudimentarias herramientas de madera o de huesos. Podría ser una tarea que se realizara en colectividad.
La única labor que conocemos biológicamente comprobada es que ellas eran las que parían y cuidaban de sus hijos a los que alimentaban con su leche materna. El resto son sólo especulaciones.
El nº5 representa una mujer dando a luz.
Hace unos cuarenta mil años, la Tierra sufrió el último periodo glacial (de Würm). Comienza el Paleolítico medio y superior, donde el hombre de Neandertal y el Homo sapiens iniciaron su andadura en el planeta. Los fríos de la glaciación avanzaron desde el norte hacia zonas meridionales. La vegetación fue desapareciendo y la fauna de zonas frías se desplazó con los hielos.
El hábitat al aire libre junto a los ríos y mesetas se abandona. Se buscan zonas protegidas como profundos abrigos rocosos y cuevas. La caza se convierte en elemento necesario de subsistencia ante la disminución de los recursos vegetales.
Venus de Laussel (Francia) fechada (25.000 BP) – Mujer bebiendo de un cuerno
Si la caza es la única forma de conseguir alimento para todo el grupo, entendemos que es una tarea a la que se dedicarán todos los individuos disponibles sean hombres o mujeres.
En estudios realizados de las distintas pinturas rupestres donde aparecen escenas de caza, se ha planteado la posibilidad que las figuras que aparecen sean también de mujeres cazadoras. Algunas de estas pinturas se identifican claramente con recreaciones de cuerpos femeninos, como la cazadora de la cueva del Tío Garroso de Alacón (Teruel).
Figura femenina en la cueva del tío Garroso (Alacón, provincia de Teruel. – Archivo fotográfico del Gobierno de Aragón
Los neandertales protagonizaron los primeros enterramientos conocidos. En el yacimiento de La Chapelle aux–Saints, donde se hallaron restos de un neandertal, algunos investigadores identificaron como un hombre y otros aseguraron que era una mujer. Un año después en la Ferrassie, se encontró una fosa en la que un hombre y una mujer habían sido inhumados uno al lado del otro. Estos restos nos hablan de las primeras inhumaciones voluntarias indicando una evolución social de asimilación cultural de la muerte. Si las mujeres fueron enterradas igual que los hombres deducimos que su destino se consideraba igual.
Una de las más interesantes inhumaciones femeninas es la que se encontró en el yacimiento de Dolní Vêstonice, en Moravia. Después de desenterrar decenas de figuritas femeninas, datadas de hace aproximadamente unos veinticinco mil años, apareció un enterramiento femenino. Junto al cuerpo de una mujer se desenterró una cabeza de marfil femenina, dos cuchillos, utensilios de piedra y restos de un zorro.
Esta mujer cuyo cuerpo fue espolvoreado con ocre rojo, una práctica habitual en las inhumaciones prehistóricas, plantea la duda de si fue una mujer excepcional, si fue una matriarca, una sacerdotisa o cazadora quizás. ¿Los cuchillos y los restos de animales serían un indicativo de que la mujer de Dolní Vêstonice era cazadora? ¿La figurilla de marfil la definiría como una sacerdotisa de una sociedad matriarcal? Todas las hipótesis están abiertas.
Los restos humanos determinaron que los hombres tenían una esperanza de vida mayor que la de las mujeres, que no superaba, salvo raras excepciones, los cuarenta años.
LAS “VENUS” PREHISTÓRICAS
En el Paleolítico superior se realizan numerosas estatuillas femeninas que contrastan con la inexistente representación masculina. Se localizan por todo el continente de Eurasia.
Fue el marqués de Vibraye quien en 1864 las bautizó con el nombre de “venus”. Identificar todas estas estatuillas con la diosa de la fertilidad según la mitología romana nos da una idea de la función que se les asignó.
Estas figurillas femeninas se han encontrado en lugares tan dispares como Siberia y la costa francesa. Fabricadas en distintos materiales como marfil, piedra, hueso, terracota… Quizá también pudieron ser confeccionadas en madera pero no hay constancia. De sus formas destacan pechos, caderas, glúteos y vulva. El rostro no existe en estas pequeñas representaciones femeninas. Casi todas son de bulto redondo y representan todo el cuerpo. La venus de Brassempouy es la primera representación donde podemos intuir un rostro femenino
Diosas madres, símbolos de la fertilidad, representaciones maternales o simplemente figuritas femeninas. Su significado continúa siendo un misterio del que los estudiosos no se ponen de acuerdo.
En la interpretación de las “venus” se planteó si las sociedades prehistóricas conocían el papel del hombre en la reproducción. Algunas teorías apuntan a que en tiempos muy antiguos y durante miles de años, hubo un total desconocimiento de la función procreadora del hombre. Hacían a la mujer la única garante de la supervivencia de la especie, una idea que no todos los prehistoriadores aceptan. Conocedores o no de su papel reproductor, los hombres podrían haber participado en el culto a la mujer. Lo que nos lleva a plantear la pregunta de si en aquellos milenios existieron sociedades matriarcales.
Algunos estudiosos no creen que sea suficiente, para aceptar la existencia de matriarcados, porque en los primeros rituales religiosos tuvieran a la diosa-madre como su deidad principal. Pero tengamos en cuenta la inexistencia de representaciones masculinas mientras que las femeninas son constantes y numerosas en todas las sociedades prehistóricas. Cada vez son más los estudiosos que defienden ese culto ancestral a un ser femenino primigenio, a la función primordial de la mujer: la fertilidad y fecundidad.
Si eso fuera así habría que preguntarse cuándo ese dominio de lo femenino en el panteón religioso paleolítico fue destruido y sustituido por uno o varios dioses masculinos.
LA REVOLUCIÓN DEL NEOLÍTICO
El Neolítico, hacia el 7000 a.C., se inició con el cambio de las sociedades cazadoras-recolectoras a sociedades sedentarias. El hombre y la mujer salen de las cavernas y consiguen domesticar algunos animales y cultivar alimentos, dando paso a la agricultura y la ganadería. Nuevamente se plantea la pregunta, si existiría una supuesta división del trabajo.
Las teorías tradicionales identifican al hombre como el ganadero y a la mujer como la segadora, pero no existen pruebas objetivas que así lo corroboren. Estas teorías son una evolución del modelo paleolítico, del hombre cazador y la mujer recolectora. El hombre domina los animales, las mujeres controlan la tierra y los frutos que salían de ella.
Siguiendo con el modelo tradicional, la mujer sería, desde los tiempos neolíticos, la encargada de arar la tierra, sembrar y recoger la cosecha. A la vez que sería la encargada de proveer de agua, mantener vivo el hogar para poder cocinar y, por supuesto cuidar de los hijos. Modelo que aún en la actualidad sigue siendo válido.
La mujer del Neolítico es también la encargada de la fabricación de la vestimenta familiar, de los cestos y de la producción alfarera. ¿Qué hacían entonces los hombres? En esa época, el incremento en la producción de alimentos y las mejores condiciones climatológicas, facilitaron un importante aumento de la población. Ello provocó una presión demográfica creando la necesidad de migrar, poniendo en conflicto a los distintos grupos humanos. ¿La propiedad de la tierra pudo dar inicio a las primeras luchas de la humanidad?
Según Anderson y Zinsser, sería entonces cuando la subordinación de las mujeres sería “racionalizada y justificada”. En ese momento es cuando consideran, que las mujeres y los niños necesitan una protección, argumento más que suficiente para que el sexo femenino empezara su larga historia de sometimiento.
La mujer en la prehistoria pudo haber vivido en igualdad de condiciones con el hombre. De manera progresiva se habría dado una especialización del trabajo según el sexo, aunque como hemos visto, no lo podemos saber. Porque, si es cierto que los hombres eran los que cazaban, ¿por qué existen testimonios de arte rupestre en los que se ven cuerpos claramente femeninos cazando animales? Tampoco sabemos qué significan las hermosas figuras paleolíticas que, por cierto, continuaron fabricándose durante el Neolítico. ¿Por manos femeninas?
CONTINENTE EUROPEO- PENINSULA IBERICA- TERRITORIOS ARAGONESES
En el Neolítico, Europa se despeja de hielos y se ocupan zonas que nunca habían sido habitadas, como Inglaterra y el resto de la Península Ibérica. La mayor parte de las tierras del actual Aragón eran desiertos demográficos. Estas poblaciones ya no son paleolíticas, porque se considera que el Paleolítico termina en el año 10.000 a C., con el cambio climático, pero tampoco se pueden considerar poblaciones neolíticas porque no son pueblos sedentarios, ni agricultores, ni ganaderos, sino que siguen siendo cazadores recolectores.
El Neolítico se expande por toda Europa desde Oriente y nuestra península es el último lugar al que llega. Es un proceso complejo que abarcan diferentes tipos de grupos sociales en el neolítico. Los oriundos van adaptando la cerámica y la técnica de piedra pulimentada, aunque siguen siendo cazadores-recolectores. Algunos grupos adoptan la agricultura, pero no la ganadería y siguen siendo cazadores-recolectores. Otros adoptan la ganadería, pero no la agricultura. Algunos son nómadas durante todo el año, otros viven en un poblado durante el otoño-invierno y en otro durante primavera-verano. Otros se adaptan, al cambio. Hay muchas variables, como ocurre siempre con los cambios tan importantes como fue la adaptación al cambio climático y la conveniencia de relacionarse entre grupos.
Se producen contactos e intercambios culturales, algunos amistosos y otros hostiles. Simplificando esta complejidad, los neolíticos talan los bosques para cultivar y los cazadores-recolectores se quedan sin tierras donde cazar. Esto creó tensiones provocando conflictos y enfrentamientos.
ARTE RUPESTRE
La muestra de toda esta época prehistórica, queda plasmada en los grabados y pinturas que nos dejaron hombres y mujeres que han podido llegar hasta nuestros días.
En este contexto desde Lérida a Almería y desde las sierras prelitorales hasta Huesca y Cuenca, aparecen un gran número de pinturas rupestres que dan testimonio de este escenario. Aparecen escampadas y de forma aislada, en abrigos naturales de difícil acceso y al aire libre. Nuestra actual comunidad aragonesa es uno de los principales focos donde se desarrolla este arte.
Se distinguen cuatro estilos: el Lineal-geométrico, el Macroesquemático, el Levantino y el Esquemático.
El arte Lineal-geométrico, líneas de mayor o menor longitud, frecuentemente en zig-zag, pintadas siempre en rojo y debajo de las pinturas levantinas, por lo que se sabe que son anteriores. Muchas de estas representaciones son grabados sin pintura, manifestaciones de cazadores recolectores y las encontramos en los abrigos valencianos.
El arte Levantino fue descubierto en 1903, en el abrigo de Calapatá-Teruel, por Juan Cabrera. Pero su cronología fue muy discutida. Henry Brevil, concluyo que era un arte del Paleolítico, como el de las cuevas del norte de la Península, pero se descartó esa idea ya que la figura humana era protagonista a diferencia de las pinturas cántabras. El debate se centró entonces en si eran anteriores o posteriores a la llegada del Neolítico.
El arte macroesquemático, fue descubierto en los años 80 del siglo pasado en Alicante por Mauro Hernández. La temática de orantes que posiblemente fueran diosas, aparecían también en las cerámicas neolíticas valencianas. Considerando el arte macroesquemático de la misma cronología que el levantino. En Alcoy vemos un abrigo con un orante debajo de dos ciervos de arte levantino, por lo que el arte levantino no puede ser anterior a la llegada del Neolítico; en este arte también hay serpientes alrededor de los orantes. Se trata de un arte restringido a la zona de Murcia y Alicante. En Aragón no hay una combinación de arte macroesquemático y levantino, sino que hay arte esquemático y levantino.
La conclusión a la que llegan los especialistas es que el macroesquemático, el levantino y esquemático son pinturas coincidentes con la llegada del Neolitico. Siendo el macroesquemático y el esquemático representaciones de pueblos neolíticos y las pinturas levantinas de pueblos cazadores-recolectores, que coincidieron en el tiempo y en el espacio. El arte esquemático se diferencia del levantino en que las figuras son más esquemáticas, eso es, tiene menos detalles.
En Huesca predomina el esquemático, aunque también hay levantino. En el esquemático de esta zona aparecen ciervos machos no heridos con mucha cornamenta. Estos no se cazan, parecen tener un significado ritual, ya que se ven junto a gente dando palmas o tocando algún instrumento. En Çatal Hüyuk, poblado neolítico de Turquía, se han encontrado estas escenas en las paredes de las casas. Nos encontramos con representaciones de líneas en zig-zags, círculos, espirales, cruces, todo tipo de símbolos y dibujos abstractos.
En el arte levantino hay varias zonas diferenciadas por su cronología y tipos de representaciones humanas. Por un lado, está la Sierra de Guara, donde las figuras humanas son representadas de manera muy estilizada, casi esquemática. Dura poco tiempo ya que es absorbido por el esquemático. Por otro lado, es en el Bajo Aragón donde hay hasta siete modelos de representaciones humanas. Esta zona es la última en “neolitizarse”, así que el arte levantino pervive durante mucho más tiempo.
En el arte levantino existe incluso el retrato, que nos indica que había varias razas: negroides, blancos… Los varones se pueden ajustar al estilo longilíneo, suelen ir desnudos, de forma estilizada y con el sexo bien marcado. Es común que lleven cintas en las pantorrillas, parece que van bastante adornados con plumas y penachos. En Aragón encontramos varios peinados: con cuernos, con plumas, con sombrero de teja, con sombrero de copa y con un gorro parecido al de los faraones egipcios.
Las mujeres llevan faldas hasta las pantorrillas con los pechos al aire. No portan adornos; como mucho, alguna pluma y algún colgante en los codos. En Albacete y Murcia se muestra a las mujeres con cabezas enormes y en Huesca no hay representaciones de mujeres. La única imagen de una mujer embarazada se encuentra en el Bajo Aragón. Aparecen mujeres con nalgas prominentes cerca de una parrilla, al igual que en representaciones del Próximo Oriente.
Solo hay un ejemplo de grabado en el arte levantino y se encuentra en el Bajo Aragón, el resto de sus manifestaciones son pictóricas. Las figuras son de un sólo color, que suele ser rojo claro o rojo oscuro. Los claros habitualmente son más antiguos. También se utiliza el negro, aunque en menor proporción que el rojo. Solo en Albarracín, se pinta en blanco, la roca allí es roja.
El tema predominante es el de la caza, siendo la más común la de cabras, seguida de jabalíes y ciervos. En Huesca parece que los ciervos tienen un valor sagrado porque allí nunca los representan heridos. Las cabras se representan heridas, cazadas en todos los núcleos. La caza del jabalí solo se representa en el Bajo Aragón con arqueros al vuelo, con piernas en spagat, que sólo se representan en ese territorio. A veces estos cazadores son ayudados por perros. En Teruel aparecen boomerangs, como en representaciones de Turquía.
Las escenas bélicas también son muy abundantes. Parece que representan conflictos entre grupos neolíticos y grupos no neolíticos. Por ellas sabemos que en el momento de la guerra se acicalaban, peinaban y adornaban. En Alicante se muestran escenas de ejecución. Al sur aparece un jefe alentando a las tropas, lo que indica que hay una jerarquía propia de sociedades más complejas, típicas de finales del Neolítico. Hay escenas en la que aparecen 54 guerreros. Estos ejércitos tan numerosos, o bien son de poblados de unas quinientas personas, habituales en el Neolítico; o de una alianza de tribus que lucharía contra otra agregación de tribus.
Hay escenas de gentes que se desplazan. En el abrigo de Centelles (Castellón) se muestra a una familia que se desplaza, puede que obligados, lo que encajaría con cazadores-recolectores desplazados por neolíticos. En este conjunto los hombres van solo con arcos y las mujeres con hijos y la casa a cuestas. En Alcañiz tenemos una escena parecida.
También hay pintadas escenas de recolección, como las que vemos en Bicorp Valencia, donde tenemos una recolectora de miel. En el Bajo Aragón hay un hombre trepando por un árbol, parece ser que para coger frutos. Y en Albarracín aparece una escena de vareo de olivo o de acebuche.
Por último, aparecen temas agrícolas y ganaderos. En Cuenca tenemos a un hombre llevando a un équido, no se puede precisar si era un caballo, asno o mula, con ronzal y en el Bajo Aragón un pastor o una pastora con ovejas. Si fuera una pastora, sería la única pastora representada porque solo pintaban, según la teoría tradicional, a los hombres relacionados con los animales. La agricultura, no obstante, se asocia a la mujer, apareciendo mujeres con palos cavadores
Los tiempos prehistóricos se encuentran aún en un silencio inquietante acerca del papel real de las mujeres y los hombres. Las teorías relativas al posible inicio de la sumisión femenina paralela al nacimiento de las sociedades campesinas neolíticas parecen posibles. Lo que sucedió en los milenios anteriores está todavía sometido a la interpretación de las distintas corrientes ideológicas.
BIBLIOGRAFIA
– Ferrer Valero, Sandra, BREVE HISTORIA DE LA MUJER.
– Navascués Alcoy, Santiago, ARTE RUPESTRE EN ARAGON
– José Mª Fullola y José Mª Gurt, LA PREHISTORIA DEL HOMBRE Desde orígenes a la escritura.