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LA MUJER EN LAS PRIMERAS CIVILIZACIONES

Autoría : Asunción Blesa Castán

EL PRÓXIMO ORIENTE

Sigamos con la historia de la mujer y por supuesto sin perder la referencia de que el objetivo de lo que se va relatando, de forma resumida en este espacio del Grupo de Estudios Calandino, tiene que ver con la historia de la península Ibérica y por lo tanto de nuestro entorno y concretamente de nuestro pueblo.

En nuestra anterior publicación hicimos referencia a la prehistoria y a las poblaciones en el Neolítico. Por supuesto a los asentamientos neolíticos localizados en el término municipal de nuestra villa y a los localizados en la zona del bajo Aragón.

Debemos entender que en este espacio no se va a referenciar de forma sistemática, los órdenes y poderes establecidos en cada periodo ni las guerras que mantuvieron. Hablaremos cronológicamente de las épocas sin que las fechas concretas sean una prioridad.

Analizaremos en este capítulo a las primeras civilizaciones del Próximo Oriente ya que se consideran el germen de la cultura occidental. Configuran nuestras tradiciones y nuestra forma de entender las relaciones sociales, la vida y la muerte.

EL CRECIENTE FÉRTIL

El Creciente Fértil, nombre que recibe la zona regada por los ríos Éufrates y Tigris localizada en la actualidad en Iraq, daría lugar a las llamadas civilizaciones hidráulicas. Allí nació, hacia el 3000 aC. lo que conocemos como Historia: periodo definido así a partir de la invención de la escritura.

Desconocemos muchas de las culturas y pueblos que existieron en la zona debido a la falta de datos arqueológicos y vestigios, permaneciendo en el olvido. Pero sabemos de la existencia de culturas legendarias como la de los pueblos sumerios, acadios, babilónicos y asirios.  Las culturas mesopotámicas tuvieron en común aspectos relacionados con la mujer, como la existencia de una diosa madre en el plano religioso, o las estructuras sociales basadas en el matrimonio patriarcal.

Este modelo de matrimonio patriarcal lo veremos repetirse una y otra vez en los casos del Imperio Hitita, Israel, Egipto, Grecia, Roma…. Pero existieron pequeñas variaciones como veremos en el caso de los pueblos hititas en los que se sugiere que la mujer tenía derechos igualitarios en el plano legal. En un plano opuesto estaban las leyes israelitas que apelaban a la mujer quedando convertida en una posesión más del hombre.

Mujer con turbante

Diosa Astarté

Mujer

MESOPOTAMIA

En las primeras civilizaciones históricas se observa la relación directa entre la construcción del universo y la visión de la mujer en la tierra. Los primeros relatos que intentan dar una explicación al origen de todo nos muestran también cómo se construía la sociedad. En Egipto, la cosmogonía dibujaba un mundo en que la naturaleza femenina y masculina eran iguales, mientras que en el Olimpo de Grecia se mostraba a dioses violentos con afán de someter a las diosas. En el caso de la mitología mesopotámica nos encontramos con una gran variedad de dioses con diferentes relatos originarios. Uno de los más antiguos es el de la civilización sumeria, 3.200 años aC., que nos habla del matrimonio entre un dios y una diosa que daban origen a la vida. Unión que justificará las relaciones entre los sacerdotes y las mujeres sagradas.

Los primeros documentos registrados de la historia que se conocen son de Uruk, hacía 3300-3200 a.C, utilizaban tablillas de arcilla con grabaciones cuneiformes.

También podemos encontrar en estas culturas mesopotámicas a la diosa-madre que, según cada cultura, adoptará distintos nombres como Mami o Aruru. Y una larga lista de dioses y diosas formando matrimonios divinos prevaleciendo los dioses sobre las diosas. De la misma manera que la realeza masculina vetaba el ascenso al trono a las reinas, las mujeres de las sociedades mesopotámicas vivían sometidas a la figura del varón.

La variedad de diosas se simplificó en la figura de Ishtar, la diosa babilónica que asimiló al resto de las deidades femeninas. Divinidad de la fertilidad, el amor, la vida y la guerra. Istar nació de la fusión de una antigua diosa sumeria de la feminidad, Inana, y una diosa semítica de la guerra.

Se puede entender que el poder estaba reservado a los hombres. Tanto en la realeza como en la religión. El rey era el propietario de todos los bienes del país y ejercía como padre de todos sus súbditos.

Es excepcional la mención a mujeres que ejercieron poder en esos momentos. La reina Kubaba de Kish que consolidó la monarquía Sumeria a mediados del III milenio, es la única que aparece en la Lista Real. Los demás nombres de mujer son aquellos relacionados con las esposas de los reyes: Baranamtara, esposa del rey sumerio de Lagash Lugalanda, también del III milenio. Shasha esposa de Urukagina. Semíramis, esposa de Sammuramat de Babilonia hacia el siglo IX aC. Naqi’a, esposa de Senaquerib.

Los reyes poseían las reinas principales y esposas secundarias o concubinas, que vivían recluidas en un harén. Tanto las reinas como las hijas de la realeza fueron importantes para las estrategias políticas de sus padres, ya fuera como grandes sacerdotisas o como moneda de cambio en los enlaces matrimoniales de carácter diplomático con reyes y soberanos vecinos.

No podemos dejar de mencionar a la que está considerada como la primera científica de la historia, Tapputi-Belatekallim, cuyo nombre fue inmortalizado en unas tablillas mesopotámicas en la corte de Babilonia en el siglo XIII aC. Fue una mujer experta en química que dirigió el laboratorio de cosméticos, perfumes y ungüentos del Palacio Real de Babilonia.

Tapputi- Belatekallim en escritura cuneiforme

Tapputi- Belatekallim

La sociedad en las culturas mesopotámicas se formaba en base a la familia patriarcal, entendida como un grupo de personas con lazos consanguíneos, y otros miembros unidos por posesión como los esclavos. El hombre era el que tenía el poder sobre las propiedades y las personas. El contrato matrimonial culminaba con la toma de posesión del marido sobre la esposa. Ella era entregada por los hombres de su propia familia a la familia de su esposo.  Pasaba de la potestad de su propio clan a convertirse en propiedad de su marido. Además del contrato, el desposorio suponía una celebración, un banquete nupcial y otros ritos de traspaso de la mujer con la entrega de bienes.

En esta estela se hallan grabadas las 282 leyes del Código de Hammurabi, donde el rey Hammurabi las recibe de manos del dios Shamash.1​La estela fue encontrada en Susa, donde en 1200 a. C. fue llevada como botín de guerra por el rey de Elam Shutruk-Nakhunte.1​ Se conserva en el Museo del Louvre (París).1

En el Código de Hammurabi de 1728 aC. (Museo del Louvre en Paris), se detallan dos tipos de “regalos nupciales”, el shriqtu, que se podía entender como una dote que recibía la mujer por parte de su propia familia y el nudunnu, una serie de bienes que el marido avanzaba de la herencia. La mujer convertida en esposa tenía como principal obligación dar descendencia al marido, este era el único vínculo definitivo que sellaba el matrimonio. Si la mujer no concebía hijos era legalmente repudiada.

Era clave en la vida de una mujer la concepción y el parto. Los tratados médicos mesopotámicos, entre ciencia y magia, hablan de los días más propicios para concebir y los cuidados que se le debían de dar a la futura madre. Los problemas del parto se ahuyentaban con conjuros, ceremonias y el uso de amuletos a modo de collares y cinturones. Las comadronas eran las que sabían cómo hacer que el nacimiento tuviera un final feliz, algo que no siempre sucedía. Después del alumbramiento, durante treinta días, la mujer era considerada impura, condición que también sufría mes a mes con la llegada de la menstruación. Las madres amamantaban a sus hijos durante tres años. Si no tenían leche contrataban a una nodriza cuyos servicios estaban regulados, según hemos observado, en el Código de Hammurabi.

Los hijos permanecían bajo la protección materna hasta los diez años. Superada esta edad, los varones pasaban a la tutela paterna, educándolos en los roles masculinos y las niñas permanecían con las madres. La figura materna se encuentra ensalzada en estas civilizaciones como alguien a quien respetar y alabar.

Además de su rol principal de madre, la mujer debía ocuparse del buen funcionamiento del hogar. La mujer no podía entrar y salir cuando quisiera de la reclusión de la casa y debía ser eficiente en sus labores. Debía elaborar el vestido y la comida para los miembros de la familia y ayudar en algunos trabajos del campo.

Ella debía ser fiel al esposo. Él podía disfrutar de relaciones con otras mujeres que podía tomar como segundas esposas o concubinas; la poligamia estaba aceptada.  El marido podía divorciarse legalmente de ella o repudiarla; a ellas no les estaba permitido.

Se sabe que hubo mujeres que no optaron por el matrimonio. Una de las maneras más seguras de vivir alejadas de una relación conyugal era consagrarse en un templo a una divinidad. Encontramos dos posturas diferenciadas entre las sacerdotisas. Las harimtu, eran mujeres sagradas que mantenían relaciones sexuales con los sacerdotes en uniones que simbolizaban la unión con la divinidad. Las naditu mujeres que vivían recluidas y alejadas de cualquier relación física con un hombre. Estas fueron activas mujeres de negocios que gestionaron sus propias tierras, compraban y vendían todo tipo de bienes y contrataban trabajadores para sus actividades económicas.

No podemos cerrar este resumen sobre Mesopotamia sin recordar a la que está considerada la primera escritora de la historia Enheduanna. Fue una suma sacerdotisa acadia, documentada a mediados del III milenio aC., hija del rey Sargón que escribió, como nos recuerda Clara Janés, varios himnos que rubricó como propios con la fórmula: “Soy Enheduanna, la sacerdotisa de Nanna”.

No podemos cerrar este resumen sobre Mesopotamia sin recordar a la que está considerada la primera escritora de la historia Enheduanna. Fue una suma sacerdotisa acadia, documentada a mediados del III milenio aC., hija del rey Sargón que escribió, como nos recuerda Clara Janés, varios himnos que rubricó como propios con la fórmula: “Soy Enheduanna, la sacerdotisa de Nanna”.

ISRAEL

¿Podemos asegurar que la civilización occidental se nutre de la cultura judeocristiana? Apreciamos referentes religiosos, tradiciones heredadas y visiones del mundo que han permanecido vivas desde 1.500 años aC. cuando aquellas tribus semitas de origen nómada, asentadas en la zona de Palestina, formaron el reino de Israel.

Su originalidad en el ámbito religioso será determinante en los siglos posteriores. La religión de los israelitas era monoteísta, centrando su credo en un solo ente superior. Yahvé creador del universo, ser todopoderoso creador de los hombres a su imagen y semejanza.  Aquí aparece uno de sus principales dilemas pues, a pesar de que a priori el dios israelita era un ser asexuado, se asumió una imagen masculinizada del mismo. Dios había creado al hombre como se suponía que era Él, pero ¿y a la mujer?

El Génesis, primer libro del Antiguo Testamento, su texto sagrado, relata de dos maneras diferentes la creación del hombre y la mujer. En el versículo 1,27 nos dice que: “creo Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo; varón y hembra los creó” un poco más adelante, en el versículo 2,22 afirmaba que “de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre”.

Veremos más adelante, como la insistencia en una versión por encima de la otra fue utilizada en los siglos medievales para iniciar un largo camino de sumisión de la mujer en el seno de la Iglesia católica. Si nos centramos en aquellos tiempos antiguos, podemos decir que la mujer empezó a perder el escaso papel que tenía en las civilizaciones mesopotámicas.

En la religión israelita no hubo lugar para otros dioses más que para Yahvé, y por supuesto las divinidades femeninas brillaron por su ausencia. No hubo mujeres ni sacerdotisas en el ámbito de la religión, ésta era una cuestión estrictamente masculina. Solo aparecen en el papel de esposas y madres de reyes, además la tradición israelita no las dejo en buen lugar. Jezabel, esposa del rey Acab, al que llevó a la perdición por alejarlo de Yahvé y convencerlo para que adorara a dioses paganos. El mismo camino de adoración pagana siguió Atalia quien no queda claro si fue hija de Jesabel o hermana de Acab. Mayoritariamente a las mujeres se las considera, de una forma o de otra, una mala influencia para los hombres, que debían asegurar y seguir el culto al único Dios.

En la religión israelita no hubo lugar para otros dioses más que para Yahvé, y por supuesto las divinidades femeninas brillaron por su ausencia. No hubo mujeres ni sacerdotisas en el ámbito de la religión, ésta era una cuestión estrictamente masculina. Solo aparecen en el papel de esposas y madres de reyes, además la tradición israelita no las dejo en buen lugar. Jezabel, esposa del rey Acab, al que llevó a la perdición por alejarlo de Yahvé y convencerlo para que adorara a dioses paganos. El mismo camino de adoración pagana siguió Atalia quien no queda claro si fue hija de Jezabel o hermana de Acab. Mayoritariamente a las mujeres se las considera, de una forma o de otra, una mala influencia para los hombres, que debían asegurar y seguir el culto al único Dios.

El rol principal de la mujer israelita era el de casarse y tener hijos. Era una posesión más del esposo. El matrimonio se realizaba después de que el esposo pactara las condiciones económicas y materiales con el padre o tutor de la esposa. El marido podía tener esposas secundarias, la mujer debía permanecer fiel si no quería sufrir las terribles penas a las que podía verse sometidas como la lapidación, en el caso de ser acusada de adulterio.

La religión israelí incorpora un detalle muy importante con respecto a la esterilidad de un matrimonio. En otras culturas se solucionaba tomando otra esposa o repudiando a la primera, en la religión israelí existía además el matiz de la culpa y se entendía la esterilidad como consecuencia de algún pecado cometido por la mujer.

Las parturientas eran asistidas por comadronas. Tras el alumbramiento se consideraban impuras, igual que al tener la menstruación. El bebé se alimentaba de la leche materna hasta los tres años. Los hijos e hijas vivían en el entorno de las madres, en el que las niñas permanecían hasta que contrajeran matrimonio mientras que los niños pasaban a recibir una educación masculina.

Un hombre podía divorciarse de su mujer, no así a la inversa. La religión se imbrico en las costumbres sociales, incorporando una visión negativa del divorcio.

Más allá del rol de esposa y madre, se encuentran pocas mujeres ejerciendo otras tareas: nodriza, comadronas y prostitutas, poco más. La mujer que no tenía derecho a heredar y no tenía posesiones, pasaba su vida recluida en el hogar.

EL IMPERIO HITITA

En el siglo XVII aC., unas tribus nómadas instaladas en Anatolia en el segundo milenio aC., fundaron un importante imperio dirigidas por un rey llamado Labarna. El imperio hitita destaca por una original visión de la mujer respecto a los demás pueblos coetáneos.

Conocemos la historia de una de sus reinas que algunos historiadores consideran ejemplo de la situación social y legal de la mujer en la Anatolia hitita. Puduhepa, esposa del rey Hattusili III, compartieron el poder en igualdad de condiciones. Hija de un sacerdote dedicado a una divinidad femenina; Puduhepa tuvo un papel destacado como sacerdotisa y gobernadora. Su nombre aparece en la correspondencia con el faraón Ramsés II, con quien negoció el matrimonio de una de sus hijas. Ella tenía su propio sello e impartía justicia, demostrando una importancia inusitada en los reinos vecinos.

La reina hitita Puduhepa ofrece una libación a la diosa solar Arinna Epatu (relieve).

Puduhepa

Esta pareja de reyes es el fiel reflejo de las estructuras religiosas de los hititas formadas por dualidades divinas, dioses y diosas en unión e igualdad. Esa igualdad se encuentra también en el código de leyes hititas, donde se consideran a las mujeres iguales a los hombres ante la ley.

Su estructura social era el patriarcado, pero en el matrimonio la mujer mantenía una cierta independencia, poseía bienes de su propiedad. El esposo entregaba a la mujer un regalo nupcial que en caso de disolución debía devolver por duplicado. Existía también la dote que la mujer tenía derecho legal a heredar en caso de viudedad.

En el ámbito religioso, las mujeres tenían un papel destacado no sólo como sacerdotisas, sino también como magas y adivinadoras.

Es escueta la información disponible de la mujer en la sociedad hitita, pero la imagen divina de igualdad que junto a las leyes que hemos podido observar, nos permite esbozar una imagen más permisiva con la mujer que la encontrada en el caso de Israel y la que veremos en civilizaciones posteriores.

Los posteriores pueblos europeos de Occidente fueron influenciados social y culturalmente por civilizaciones anteriores. Este es el caso de Israel, donde su religió basada en un único dios, marco la historia posterior de la Europa occidental. Otros pueblos que iremos viendo influyeron también significativamente en la sociedad europea posterior.

CONSIDERACIONES

Somos conscientes de que la mujer en la historia ha sido relegada a un segundo plano, no porque no pudiera ser protagonista de su vida, sino por que quienes compartían con ella su tiempo y espacio no estaban dispuestos a perder el dominio y la autoridad sobre ellas.

Pero no olvidemos que, aunque hayan sido acalladas sus voces, han existido mujeres que han ejercido su libertad clamado a través de la historia, su capacidad y su valía.

Bibliografía:

  • ATLAS HISTÓRICO MUNDIAL, Herman Kinder    Wemer Hilgemann
  • De los orígenes a la Revolución francesa
  • BREVE HISTORIA DE LA MUJER, Sandra Ferrer Valer
  • HYPATIA, Pedro Gálvez
  • LA EPOPEYA DE GILGAMESH, Andrew George-Fabián Checa Crespo

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