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EL CONCEPTO DE LARGA DURACIÓN

Fernand Braudel (1902–1985) es considerado uno de los historiadores más influyentes del siglo XX y una figura clave en la renovación de la historiografía moderna. Miembro destacado de la segunda generación de la Escuela de los Annales, su obra representa un giro epistemológico respecto a la historia tradicional centrada en los acontecimientos, los grandes personajes y las cronologías lineales. Braudel propuso una “historia total”, estructural y de larga duración, que integra dimensiones geográficas, sociales, económicas y culturales.

1. La longue durée y los tres niveles del tiempo histórico

El concepto central de la historiografía braudeliana es la «longue durée» (larga duración), que alude a los procesos históricos profundos, lentos y estructurales que condicionan el devenir de las sociedades. En su obra más influyente, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II (1949), Braudel introduce una estratificación del tiempo histórico en tres niveles:

  • Tiempo geográfico (la longue durée)

  • Tiempo social y económico (tiempo medio)

  • Tiempo de los acontecimientos (tiempo corto)

Esta concepción temporal permite desplazar el foco de la historia de los líderes y las batallas hacia las condiciones de posibilidad que dan forma a los procesos históricos en su conjunto.

2. Historia estructural y enfoque interdisciplinario

Braudel propone una historia estructural que se alimenta de múltiples disciplinas, como la geografía, la economía, la sociología o la antropología. La historia deja de ser un relato cronológico de hechos para convertirse en un estudio sistémico de estructuras de larga duración. Este enfoque interdisciplinario es una de las principales contribuciones de la Escuela de los Annales y de Braudel en particular.

Asimismo, Braudel introduce una mirada macrohistórica, superando las fronteras nacionales para analizar espacios regionales y globales, como en su estudio del Mediterráneo, entendido como una “economía-mundo”, noción que luego profundizaría Immanuel Wallerstein.

3. “Civilización material, economía y capitalismo”

En su trilogía Civilización material, economía y capitalismo (siglos XV–XVIII) (1979), Braudel profundiza su estudio de las estructuras económicas desde una perspectiva histórica y global. La obra está organizada en tres volúmenes:

  1. La vida material: analiza los hábitos cotidianos (alimentación, vivienda, tecnología), revelando la persistencia de las formas tradicionales de subsistencia.

  2. El intercambio económico: aborda los circuitos de mercado en distintos niveles (local, regional, internacional), destacando la coexistencia de economías precapitalistas con formas avanzadas de intercambio.

  3. El tiempo del mundo: estudia la consolidación del capitalismo, los centros de poder económico (Venecia, Ámsterdam, Londres) y la configuración de una economía-mundo europea en expansión.

Braudel argumenta que el capitalismo no se identifica con el mercado libre, sino que más bien se sitúa por encima de él, como una red de actores privilegiados que controlan el acceso al comercio global mediante el monopolio, la política y la banca.

4. Legado y aportes historiográficos

Braudel cambió radicalmente la manera de concebir y escribir la historia. Entre sus principales aportes se destacan:

  • El uso de múltiples escalas temporales para comprender los fenómenos históricos.

  • La centralidad de las estructuras (sociales, económicas, culturales) por sobre los eventos episódicos.

  • Una perspectiva global y comparativa que trasciende el marco nacional.

  • La incorporación metodológica de herramientas y enfoques provenientes de otras disciplinas.

Su influencia se extiende más allá de la historia económica o social: ha dejado huella en la geohistoria, en los estudios globales y en el pensamiento histórico contemporáneo

Síntesis Profunda: «Historia y Ciencias Sociales: La Larga Duración» de Fernand Braudel

El artículo «Historia y Ciencias Sociales: La Larga Duración» de Fernand Braudel, publicado en 1958 en la revista Annales. Economies, sociétés, civilisations, representa un manifiesto fundamental para la historiografía del siglo XX y un llamado urgente a la interdisciplinariedad en las ciencias humanas. Braudel aborda una crisis general de las ciencias del hombre, acentuada por la acumulación de conocimientos y la necesidad de una organización inteligente del trabajo colectivo que aún no se ha logrado. Argumenta que estas ciencias, a pesar de sus progresos, a menudo se encierran en querellas fronterizas y visiones retrospectivas que les impiden avanzar. La convergencia de las investigaciones, la puesta en común de técnicas y conocimientos, es vista como una necesidad apremiante.

I. La Crisis de las Ciencias Humanas y la Urgencia del Diálogo Interdisciplinario

Braudel señala que todas las ciencias del hombre están afectadas por esta crisis, sea por el peso de sus propios avances o por la influencia de las disciplinas más «ágiles». Aunque a menudo se resisten, estas ciencias se imponen mutuamente, cada una buscando comprender lo social en su «totalidad», invadiendo el campo de sus vecinas al creer permanecer en el suyo propio. La economía descubre la sociología que la rodea, y la historia, quizás la menos estructurada, acepta las lecciones de su múltiple vecindad y se esfuerza por repercutirlas. Este proceso ha esbozado la creación de un «mercado común» de las ciencias sociales, una operación que, para Braudel, es urgente y digna de ser intentada.

Sin embargo, esta convergencia enfrenta obstáculos significativos. En Estados Unidos, por ejemplo, las area studies (estudios de áreas culturales) intentaron esta reunión a través de investigaciones colectivas, pero a menudo con una participación prácticamente nula de la geografía y muy escasa de la historia. Las otras ciencias sociales están mal informadas sobre la crisis que la disciplina histórica ha atravesado y tienden a desconocer no solo los trabajos de los historiadores, sino también un aspecto crucial de la realidad social que la historia sirve bien: la duración social. Esta duración, compuesta por tiempos múltiples y contradictorios de la vida de los hombres, no es solo la sustancia del pasado, sino también la «tela» de la vida social actual. Para Braudel, la comprensión clara de esta pluralidad del tiempo social es indispensable para una metodología común de las ciencias del hombre.

Braudel se propone hablar extensamente de la historia y del tiempo histórico, no tanto para los especialistas en historia, sino para sus «vecinos» en las ciencias humanas –economistas, etnógrafos, sociólogos, psicólogos, lingüistas, demógrafos, geógrafos, e incluso matemáticos sociales o estadísticos. Él sostiene que la historia se ilumina al seguir o contactar con estas disciplinas. A su vez, la historia tiene algo que ofrecer: una noción cada vez más precisa de la multiplicidad del tiempo y el valor excepcional del tiempo largo, una noción que debería interesar a las ciencias sociales más que la historia misma.

II. Historia y Duraciones: La Multiplicidad del Tiempo Histórico

Todo trabajo histórico implica una descomposición del tiempo pasado, una elección de realidades cronológicas según preferencias más o menos conscientes. Braudel introduce y distingue entre tres planos fundamentales de la duración histórica:

  • El Tiempo Corto (La Duración Breve / lo Evènementiel): Esta es la duración de la historia tradicional, atenta al tiempo breve, al individuo, al acontecimiento. Braudel busca «confinar» el término «acontecimiento» a la corta duración, describiéndolo como «explosivo», una «noticia ruidosa» que llena la conciencia de los contemporáneos pero apenas dura. A menudo es el tiempo del cronista, del periodista, que registra los «grandes acontecimientos» históricos junto a los «mediocres accidentes de la vida ordinaria» como incendios, crímenes, precios del trigo o representaciones teatrales. Para Braudel, el tiempo corto es la más caprichosa y engañosa de las duraciones, y la ciencia social casi tiene «horror» al acontecimiento. Los historiadores han desarrollado una desconfianza hacia la historia puramente eventista, a menudo confundida con la historia política, que durante cien años se centró en el «drama de los grandes acontecimientos». La «autenticidad documental» llevó a creer que la verdad entera residía en los documentos, resultando en una «crónica de nuevo estilo».

  • La Conjoncture (El Tiempo Medio / Cíclico): Más allá del relato tradicional, Braudel identifica un «recitativo de la coyuntura». La nueva historia económica y social puso en primer plano la oscilación cíclica, como las subidas y bajadas de precios en décadas, veinte o cincuenta años. Este enfoque altera el tiempo histórico tradicional, ya que fenómenos como las curvas de precios, el crecimiento demográfico o los movimientos salariales requieren medidas mucho más amplias que un día o un año. Este «recitativo de la coyuntura» propone periodos de una decena de años, un cuarto de siglo, o incluso el medio siglo del ciclo clásico de Kondratieff. Ejemplos incluyen el movimiento de los precios en Europa entre 1791 y 1852. Braudel señala que la historia coyuntural se completará cuando incluya otros actores como las ciencias, las técnicas, las instituciones políticas, los «utillajes mentales» y las civilizaciones, cada uno con su propio ritmo de vida y crecimiento. Sin embargo, a pesar de que la coyuntura debería lógicamente conducir a la larga duración, a menudo ha habido un «retorno al tiempo corto», como se observa en la obra de Ernest Labrousse, que pasó de estudios seculares a análisis de medio interciclo o incluso a eventos revolucionarios de corta duración.

  • La Larga Duración (Le Temps Long / La Structure): Es el tiempo de «aliento más sostenido aún, de amplitud secular esta vez». Este concepto, clave en la obra de Braudel, se refiere a las estructuras. Una estructura, en el ámbito social, es una organización, una coherencia, relaciones «bastante fijas» entre realidades y masas sociales. Para los historiadores, es una «realidad que el tiempo gasta mal y transporta muy largamente». Algunas estructuras, al vivir mucho tiempo, se convierten en elementos estables a lo largo de «una infinidad de generaciones», entorpeciendo y, por tanto, «mandando» el flujo de la historia. Son simultáneamente soportes y obstáculos, marcando límites de los que el ser humano difícilmente puede librarse.

Braudel proporciona ejemplos concretos de estas estructuras de larga duración: * Coacción geográfica: El hombre es prisionero, durante siglos, de climas, vegetaciones, poblaciones animales, culturas y un equilibrio lentamente construido. Ejemplos incluyen la transhumancia en la vida montañesa, la permanencia de sectores de vida marítima, la duradera implantación de ciudades, la persistencia de rutas y tráficos, y la sorprendente fijeza del marco geográfico de las civilizaciones. * Permanencias culturales y mentales: Braudel menciona el sistema cultural estudiado por Ernst Robert Curtius, que prolonga la civilización latina hasta los siglos XIII y XIV. También, el «utillaje mental» de la Francia del siglo XVI, analizado por Lucien Febvre, que comandaba las formas de vivir, pensar y creer, y limitaba la aventura intelectual. Alphonse Dupront examina la idea de cruzada como una actitud de larga duración que atraviesa sociedades y psiques a lo largo de siglos. Pierre Francastel señala la permanencia de un espacio pictórico «geométrico» desde el Renacimiento florentino hasta el cubismo. La historia de las ciencias también revela «universos construidos» (como el aristotélico o el geométrico newtoniano) que duran siglos y solo son rechazados tras haber servido largamente. * Sistemas económicos: Aunque la larga duración es más difícil de detectar en lo económico debido a los ciclos y crisis, existen «sistemas» y «civilizaciones económicas» que representan viejas costumbres de pensar y actuar, marcos resistentes y difíciles de morir. Braudel describe el capitalismo mercantil en Europa Occidental (siglos XIV al XVIII) como una etapa de larga duración, con rasgos comunes inmutables como la primacía de los mercaderes, el papel de los metales preciosos, la fragilidad de la vida económica, y el rol desproporcionado de grandes tráficos exteriores.

La aceptación de la larga duración en el corazón del oficio del historiador implica un cambio de estilo, actitud y concepción de lo social. Significa familiarizarse con un «tiempo ralentizado, a veces casi al límite de lo inmóvil». Es a partir de estas «capas de historia lenta» que la totalidad de la historia puede repensarse, como desde una «infraestructura», alrededor de la cual «todo gravita». Braudel concibe la historia como la «suma de todas las historias posibles», una colección de oficios y puntos de vista. El único error sería elegir una de estas historias excluyendo las demás.

III. La Querella del Tiempo Corto y la Tentación de las Matemáticas Sociales

Braudel lamenta que las ciencias sociales no estén «tentadas por la búsqueda del tiempo perdido». Aunque teóricamente aceptan la dimensión «diacrónica» (histórica), en la práctica tienden a «apartar la explicación histórica». Esto ocurre de dos maneras:

  1. «Eventualizando» o «actualizando» en exceso: A través de una sociología empírica limitada a los datos del tiempo corto, desinteresada de la historia y basada en encuestas «en vivo». Los economistas, por ejemplo, están prisioneros de la actualidad más corta, a menudo sin ir más allá de 1945, dejando las economías antiguas a los historiadores.
  2. Sobrepasando el tiempo: Imaginando una formulación matemática de «estructuras cuasi intemporales» al final de una «ciencia de la comunicación».

Braudel critica la sociología de encuestas sobre lo actual, que ve el presente como irremplazable y el pasado como «empobrecido, simplificado, devastado por el silencio, reconstruido». Él replica que el presente también necesita reconstrucción para revelar sus «tramas finas» y que el «extrañamiento» del pasado es tan útil para comprenderlo como para entender el presente propio. La obsesión por la actualidad lleva a centrarse en lo que «se mueve rápido, brilla, o hace ruido», un «eventual» tan tedioso como el de las ciencias históricas. Para Braudel, «presente y pasado se iluminan con su luz recíproca». Las encuestas sociológicas carecen de valor si no se inscriben en la duración histórica, ya que una ciudad, por ejemplo, debe entenderse en el movimiento a través del tiempo. Lucien Febvre lo resumía: «historia ciencia del pasado, ciencia del presente».

El debate esencial para Braudel reside en las nuevas experiencias de las ciencias sociales bajo el signo de la «comunicación» y la «matemática». Aunque aparentemente escapan al tiempo histórico, Braudel sostiene que «ningún estudio social escapa al tiempo de la historia». Él define conceptos clave para esta discusión:

  • Sincronía y Diacronía: Aunque se definen por sí mismos, su papel en un estudio concreto es complejo. Para Braudel, una «sincronía perfecta» es casi absurda, ya que un «detención instantánea» de todas las duraciones es facticia.
  • Historia Inconsciente: Se refiere a las formas inconscientes de lo social. Citando a Marx («Los hombres hacen la historia, pero ignoran que la hacen»), Braudel la vincula al tiempo coyuntural y, por excelencia, al tiempo estructural. Esta «revolución en espíritu» consiste en abordar esta «semi-oscuridad» y darle un lugar creciente al lado del evento, incluso en detrimento de este.
  • Modelos: Son hipótesis, sistemas de explicaciones sólidamente ligadas que permiten establecer relaciones estrechas y constantes entre realidades, con un «valor recurrente» para aplicar a otros contextos. Pueden ser simples o complejos, cualitativos o cuantitativos, estáticos o dinámicos, mecánicos (para pequeños grupos) o estadísticos (para grandes sociedades). Braudel insiste en la necesidad de confrontar los modelos con la idea de duración, ya que de ella depende su significado y valor explicativo.
    • Ejemplos de modelos históricos rudimentarios incluyen el capitalismo mercantil de Marx o su propio modelo de ciclo de desarrollo económico de ciudades italianas.
    • El modelo de Sigmund Diamond sobre el «doble lenguaje» de las clases dominantes para legitimar sus privilegios es un ejemplo de un modelo «capaz de recorrer los siglos», acercándose a los modelos «cuasi intemporales» de los sociólogos matemáticos, que circulan por las rutas de la «muy larga duración».

IV. Matemáticas Sociales y la Reintroducción de la Duración

Las matemáticas sociales, en sus diversas formas (matemáticas tradicionales para hechos de necesidad, cálculo de probabilidades para hechos aleatorios, y la estrategia de juegos para hechos condicionados), ofrecen la posibilidad de pasar de la observación a la formulación matemática directamente, sin necesidad de mediciones ni cálculos estadísticos complejos, abriendo la vía a las matemáticas «cualitativas». Sin embargo, esta preparación de la realidad social para el uso de estas máquinas y lenguajes requiere elegir una unidad de observación restringida (como una tribu primitiva o un «aislado» demográfico) para establecer relaciones precisas y determinadas.

Braudel se detiene en Claude Lévi-Strauss como un «excelente guía» en la «ciencia de la comunicación». Lévi-Strauss propone que la comunicación opera en tres niveles: mujeres, bienes y servicios, y mensajes. Al tratarlos como «lenguajes», se pueden aplicar los avances de la lingüística o la fonología. La fonología, al centrarse en el fonema (esquema de sonido) más allá del sentido del palabra, ha permitido a la lingüística «escapar del mundo de las ciencias sociales para cruzar ‘el cuello de las ciencias exactas'». Extender este sentido de «lenguaje» a estructuras de parentesco, mitos o intercambios económicos, como hizo Lévi-Strauss con el «átomo» de parentesco o los «mitemas» de los mitos, busca los niveles «inconscientes o poco conscientes» de la realidad social, reduciéndola a elementos minúsculos y idénticos para analizar sus relaciones.

Sin embargo, Braudel reintroduce la duración en esta discusión. Él compara los modelos con «navíos» que deben ser probados en las «aguas del tiempo», siendo el «naufragio siempre el momento más significativo». Un modelo vale tanto como la realidad que registra, y el tiempo es primordial, ya que los puntos de ruptura y la «brusca o lenta deterioración» de las estructuras profundas son aún más significativos que las estructuras mismas. Los modelos de las matemáticas cualitativas, tal como se presentan, se adaptarían mal a estos «viajes» temporales porque suelen circular por la «muy larga duración», «a cubierto de los accidentes, de las coyunturas, de las rupturas». Lévi-Strauss mismo se enfoca en fenómenos de «extrema lentitud», casi «intemporales» (como la prohibición del incesto o los mitos), que corresponden a estructuras de «extrema longevidad». Braudel duda que estos modelos, al quedarse en la «muy larga duración», capturen «el juego múltiple de la vida, todos sus movimientos, todas sus duraciones, todas sus rupturas, todas sus variaciones».

V. El Tiempo del Historiador y el Tiempo del Sociólogo: Un Desacuerdo Fundamental

Braudel, como «historiador incorregible», se sorprende de que los sociólogos puedan escapar del tiempo, ya que su tiempo «no es el nuestro».

  • Para el historiador, el tiempo «se pega a su pensamiento como la tierra a la pala del jardinero». Es un tiempo «imperioso porque es irreversible», un tiempo «concreto, universal», externo a los hombres («exógeno»), que los empuja y los constriñe. Las duraciones que se distinguen son solidarias entre sí, y los fragmentos se unen al final del trabajo; larga duración, coyuntura y acontecimiento «encajan sin dificultad» porque se miden en la misma escala.
  • Para el sociólogo, el tiempo social es una «dimensión particular de tal realidad social» que se contempla. Es «interior a esta realidad», un signo que la afecta, una propiedad que la marca como un ser particular. El sociólogo puede «cortar, exclusar, volver a poner en movimiento» este tiempo complaciente. El tiempo del historiador, sin embargo, «se prestaría menos al doble juego ágil de la sincronía y la diacronía».

Este desacuerdo es profundo. El tiempo de los sociólogos «no puede ser el nuestro»; la estructura profunda del oficio del historiador «le repugna». Mientras que los sociólogos pueden decir que una estructura se destruye para reconstruirse, los historiadores desean saber la «duración precisa de estos movimientos» y su entrelazamiento con otros movimientos. El tiempo del historiador es una «medida general de todos estos fenómenos», a diferencia del tiempo social multiforme del sociólogo, que es una «medida particular de cada uno de estos fenómenos».

Braudel critica la vasta «arquitectura social» de Georges Gurvitch, que organiza la sociedad en «niveles de profundidad, sociabilidades, grupos sociales, sociedades globales» y, finalmente, los «tiempos» o «temporalidades». Gurvitch distingue una serie de temporalidades (tiempo de larga duración y a cámara lenta, tiempo engañoso, tiempo cíclico, etc.). Para Braudel, con esta «gama de colores», le sería imposible al historiador «reconstituir la luz blanca, unitaria, que le es indispensable». La «ciudad ideal» de Gurvitch permanece inmóvil, y la historia está ausente; el tiempo del mundo, el tiempo histórico, está allí «encerrado en una piel de cabra». Para Braudel, los sociólogos, «final e inconscientemente», no tienen nada contra la historia, sino contra el «tiempo de la historia», esa realidad «violenta» de la que el historiador nunca escapa, mientras que los sociólogos lo hacen, o en el instante actual, o en fenómenos de repetición.

VI. Hacia una Convergencia de las Ciencias Sociales

Braudel concluye que si la historia está llamada, por naturaleza, a prestar una atención privilegiada a la duración, la larga duración es la «línea más útil para una observación y una reflexión comunes a las ciencias sociales». Para los historiadores, esto implicaría un «cambio de rumbo», ya que su preferencia instintiva es hacia la historia corta. Reconoce la validez de estudios de caso concretos (como Flaubert o Tintoretto en Sartre) que profundizan en el contexto estructural, pero aboga por un flujo bidireccional: del evento a la estructura, y de la estructura al evento.

En relación con el marxismo, Braudel lo ve como un «pueblo de modelos». El genio de Marx reside en haber sido el primero en fabricar «verdaderos modelos sociales» a partir de la larga duración histórica. Sin embargo, estos modelos fueron «congelados» en su simplicidad, dándoles valor de ley aplicable a todas las sociedades, lo que limitó el poder creativo del análisis marxista. Solo al devolverlos a los «ríos cambiantes del tiempo» podrían revelar su solidez y ser matizados por otras estructuras.

Finalmente, Braudel señala que la larga duración es solo una de las posibilidades de un «lenguaje común» para la confrontación de las ciencias sociales. También menciona las nuevas matemáticas sociales (cálculos inmensos, estadísticas de gran longitud que abren las profundidades del pasado). Y, por último, la reducción de la realidad social al espacio que ocupa, es decir, la geografía o la ecología. Lamenta que la ciencia social ignore «de forma asombrosa» los modelos espaciales y aboga por una «concepción cada vez más geográfica de la humanidad».

El artículo, situado bajo la rúbrica «Debates y Combates», es un llamado a la discusión. Braudel desea que las ciencias sociales dejen de discutir sus fronteras y se centren en trazar líneas que orienten una investigación colectiva y temas que permitan alcanzar una primera convergencia, identificando él mismo la matematización, la reducción al espacio y la larga duración como estas líneas clave. Su meta es plantear problemas, no resolverlos, en un esfuerzo por avanzar el diálogo y la integración del conocimiento sobre la compleja realidad social.

Bibliografía Complementaria (No incluida en las fuentes proporcionadas)

Para profundizar en los conceptos desarrollados por Fernand Braudel y la escuela de los Annales, así como en la relación entre historia y ciencias sociales, se pueden consultar las siguientes obras:

  • Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II. México: Fondo de Cultura Económica, 1976 (original en francés: 1949). (Esta obra magna es la aplicación práctica de su teoría de las duraciones, especialmente la larga duración).
  • Braudel, Fernand. Civilización material, economía y capitalismo, siglos XV-XVIII. Madrid: Alianza Editorial, 1984 (original en francés: 1979). (Aquí Braudel explora las estructuras de la vida cotidiana y los sistemas económicos a lo largo de siglos).
  • Bloch, Marc. Apología de la historia o el oficio de historiador. México: Fondo de Cultura Económica, 2001 (original en francés: 1949). (Obra fundamental que sienta las bases de la «Nueva Historia» y la reflexión sobre la disciplina).
  • Febvre, Lucien. Combates por la historia. Barcelona: Ariel, 1970 (selección de artículos). (Recopilación de textos del cofundador de Annales, que muestran su visión de una historia amplia y su diálogo con otras ciencias).
  • Le Roy Ladurie, Emmanuel. Montaillou, aldea occitana de 1294 a 1324. Madrid: Taurus, 1981 (original en francés: 1975). (Ejemplo clásico de microhistoria que, sin embargo, se inscribe en las preocupaciones de la larga duración y la historia social).
  • Burke, Peter. La escuela de los Annales (1929-1989): Una revolución historiográfica. Barcelona: Crítica, 1993. (Estudio crítico y panorámico sobre la historia de la escuela de los Annales y sus principales figuras).
  • Koselleck, Reinhart. Futuro pasado: Para una semántica de los tiempos históricos. Barcelona: Paidós, 1993 (original en alemán: 1979). (Ofrece una perspectiva teórica sobre la historicidad de los conceptos y la experiencia del tiempo, dialogando implícitamente con las nociones de duración).

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