1610, 12 DE JULIO. LA EXPULSIÓN
En la madrugada del fatídico 12 de julio de 1610 se inicia el traslado de los moriscos de Calanda hacia el puerto de los Alfaques. La organización del tránsito ha sido objeto en los días previos de discusión entre el comisario Garcés de Marcilla y los representantes de los moriscos. Gestionar de forma ordenada la salida de 358 familias requiere de un minucioso proceso de gestión logística.
En los arrabales de la villa los moriscos esperan su turno para incorporarse a la caravana. Los oficiales del comisario, encargados de interpelar a los grupos familiares llevan a cabo un minucioso recuento del número de expulsados, diferenciando entre mujeres, hombres, muchachos y niños de teta. El Consejo de Estado ha decidido que cada moriscos, antes de embarcar, deberá abonar a las arcas reales una tasa por el valor de los bienes que llevan consigo.
Durante horas, uno tras otro, los mil cuatrocientos moriscos calandinos van incorporándose a la caravana, formando una columna que se extiende a lo largo de dos kilómetros. La columna rodeando los Montes Blancos, cruza el paso Fernando, y toma dirección camino a la Ginebrosa donde pernoctará la noche del 12 al 13 de julio.
Mil cuatrocientas setenta y una personas, cabizbajas, abandonan tras ellos lo que fue el hogar de sus antepasados durante siete siglos. La mayoría guarda la esperanza de que se les permitirá volver en a Calanda y conserva a buen recaudo la llave de su casa.
Mosén Juan Julis, vicario de Calanda, escribirá aquel mismo día en el libro de difuntos : ” y con estos se acabaron los moriscos de Calanda porque los mando echar fuera despaña nº rey don philipe 3ºy se acabaron los moriscos de Calanda a 12 de julio de 1610.”.