ARTE CISTERCIENSE

VERUELA
1. Implantación y programa general
Fundado en 1146 a los pies del Moncayo, Veruela es el primer cenobio cisterciense aragonés. El conjunto se articula dentro de un recinto amurallado hexagonal irregular (c. s. XVI) de unos 925 m de perímetro, reforzado por cubos semicirculares y una torre-puerta que controlaba el único acceso. Al interior, las dependencias mayores —iglesia, claustro, sala capitular y refectorio— se ordenan según el esquema claustral cisterciense clásico, al que se añadieron en época moderna un sobreclaustro renacentista y el palacio abacial.
2. Iglesia abacial
La iglesia (1170-1240 aprox.) adopta planta de cruz latina de tres naves con transepto pronunciado, ábside principal y girola provista de cinco capillas radiales; en los brazos del crucero se adosan dos ábsides menores elcisteriberico.com.
Naves: arcadas de medio punto flanquean la nave central, cuya cubierta es de bóveda de crucería apuntada; las laterales se cubren con crucería simple.
Alzado: ausencia de triforio y uso austero de vanos; el claristorio aporta luz filtrada, reforzando la diafanidad buscada por el Císter.
Cabecera: bóveda poligonal de cinco paños, con nervios achaflanados que convergen en clave lisa; los arcos túmidos que introducen la girola revelan ecos mudéjares elcisteriberico.com.
La portada occidental conserva un crismón y baquetones románicos de impecable talla, ejemplo paradigmático de la fase más temprana del templo .
3. Claustro gótico y sobreclaustro renacentista
El claustro inferior (s. XIV) presenta arquerías ojivales y bóvedas de crucería que dialogan con ventanales trilobulados rematados en óculos cuatrilobulados. En la panda norte se sitúa el lavatorio gótico; la panda sur cuenta con dos portadas de acceso a la iglesia, una de ellas románica (puerta de los monjes) elcisteriberico.com.
En el s. XVI se añadió un sobreclaustro renacentista de galerías adinteladas que multiplica la iluminación e introduce ritmos clásicos sobre la base medieval.
4. Sala capitular
Abierta al ala oriental, la sala capitular (c. 1200) es un espacio cuadrangular de cuatro tramos cubiertos por crucería sexpartita. Destacan la portada tripartita con ajedrezado jaqués y los capiteles vegetales de cuidada filigrana; en sus muros se conservan sepulcros de abades de los siglos XIII-XIV y un pavimento funerario con catorce lápidas elcisteriberico.com.
5. Refectório y dependencias de servicio
El refectorio, frente al lavatorio, fue profundamente remodelado en el s. XVI: nave única de gran altura, bóveda estrellada y púlpito pétreo sin ornato, acorde con la sobriedad cisterciense elcisteriberico.com. A él se vinculan la cocina medieval, la cava y un pasaplatos que revela la funcionalidad del complejo.
6. Fortificación y espacios posteriores
Además de la cerca exterior, Veruela posee la Torre de San Miguel (torre-reloj) y restos de un camino de ronda. La fábrica románica-gótica recibió adiciones renacentistas (sacristía de Hernando de Aragón, 1542) y barrocas (fachada de la hospedería, portada de la sacristía, s. XVIII), configurando hoy un palimpsesto estilístico patrimonioculturaldearagon.espatrimonioculturaldearagon.es.
7. Lectura estilística y materiales
Románico cisterciense (s. XII): portada oeste, volumetría maciza, vanos de medio punto.
Gótico de transición (s. XIII-XIV): crucería de la nave, elevación del claristorio, claustro ojival.
Renacimiento (s. XVI): sobreclaustro, acondicionamiento de la sacristía, regularización de cuerpos palaciales.
Barroco (s. XVII-XVIII): portada monumental de la hospedería y torres decorativas.
Construido en sillería caliza local, el conjunto muestra la habitual gama cromática ocra-grisácea del somontano moncaíno, con alabastro en ventanales claustrales que tamiza la luz —elemento decisivo en la atmósfera contemplativa del monasterio.
8. Conclusión
Veruela sintetiza la estética austera y funcional del Císter con aportaciones góticas maduras y reformas posteriores que ilustran su continua adaptación. La impecable conservación del claustro, la integridad de la muralla y la superposición estilística hacen del monasterio un laboratorio de la arquitectura monástica aragonesa y un testimonio clave para comprender la dialéctica entre recogimiento espiritual y poder señorial en la frontera de los reinos peninsulares.
El Císter y la arquitectura monástica: espiritualidad, austeridad y proyección europea
1. Introducción: Reforma espiritual y principios artísticos
La fundación de la Orden del Císter a finales del siglo XI representó una de las transformaciones más profundas de la espiritualidad cristiana en la Edad Media. Liderada por San Bernardo de Claraval, la reforma propuso una vuelta a la estricta observancia de la Regla de San Benito, en reacción al lujo litúrgico y decorativo que caracterizaba a muchas comunidades benedictinas y cluniacenses. El hábito blanco de los monjes cistercienses simbolizaba esta pureza renovada frente al negro benedictino, y su instalación en entornos rurales y apartados respondía a un ideal de recogimiento frente a la vida urbana.
Desde el punto de vista artístico, esta espiritualidad se tradujo en una arquitectura austera, funcional y simbólica, que rechazaba la ostentación y defendía una estética basada en la simplicidad, la claridad y la luz natural. El Císter supuso, en este sentido, un canal de introducción de soluciones técnicas como el arco apuntado o la bóveda de crucería, anticipando el desarrollo del arte gótico, aunque preservando una radical sobriedad formal.
2. La doctrina estética de San Bernardo: entre crítica y norma
San Bernardo condenaba la acumulación decorativa, la monumentalidad y el uso excesivo de imágenes. En sus escritos, censuró las alturas desproporcionadas de los templos, el empleo de campanarios de piedra, las esculturas narrativas, e incluso los programas iconográficos, por considerar que distraían de la contemplación de Dios. Únicamente se permitían cruces de madera pintadas, mientras que la pintura mural y la escultura ornamental eran sustituidas por superficies lisas, sin color.
La arquitectura cisterciense, por tanto, se caracteriza por:
- El rechazo de la escultura monumental y el ornamento narrativo.
- El uso exclusivo de piedra de cantería bien labrada, con aparejos regulares.
- Bóvedas de cañón y, más tarde, de crucería simple.
- Rosetones con vidrios sin pintar, que dejan entrar la luz en estado puro, sin distorsión cromática.
3. Disposición funcional del monasterio cisterciense
El monasterio cisterciense se organiza en torno al claustro central, que articula las principales dependencias monásticas:
- Iglesia abacial (situada al norte): presenta planta de cruz latina, con brazos del transepto dotados de capillas radiales que permitían la celebración simultánea de misas. La nave principal se divide en dos secciones: una para los monjes de coro y otra para los conversos, con accesos independientes al claustro.
- Sala capitular (al este): lugar de lectura de la Regla y deliberación comunitaria.
- Armarium: pequeño recinto donde se conservaban los libros litúrgicos.
- Dormitorio común: ubicado en el primer piso, conectado directamente con el transepto mediante una escalera que permitía el acceso nocturno a los oficios.
- Ala sur: incluía el calefactorium, el refectorio y la cocina, espacios relacionados con la vida cotidiana.
- Ala oeste: reservada a los conversos, con su propia bodega, dormitorio y otras estancias funcionales.
4. La expansión del Císter en Europa: Italia y la Península
4.1. En Italia
La implantación cisterciense en Italia fue más limitada que en Francia o Inglaterra, pero dejó ejemplos notables de transición hacia el gótico:
- Abadía de Fossanova (ca. 1200): templo de dos pisos, sin triforio, que introduce el arco ojival y la bóveda de crucería en un marco de austeridad extrema.
- Casamari (1217) y San Galgano: consolidan este estilo sobrio y constructivamente eficaz.
- En Siena, la catedral adopta elementos del plan cisterciense (triple ábside, alzado en dos niveles) bajo un enfoque más monumental.
Además, el ideal cisterciense influye en las órdenes mendicantes, como muestra la basílica de San Francisco de Asís, que incorpora soluciones arquitectónicas y espirituales del Císter.
4.2. En la Península Ibérica
En la Península, el Císter se implantó rápidamente gracias al apoyo regio y al fracaso de Cluny en varios territorios:
- Fitero (Navarra, 1140): considerada la primera fundación cisterciense hispánica.
- A partir de 1147, numerosos monasterios abandonaron la obediencia cluniacense para pasar al Císter.
La expansión fue especialmente notable en Galicia y León, aunque siempre bajo dependencia de Clairvaux. Los monasterios respondían a patrones comunes, aunque sin una homogeneidad absoluta:
Monasterio | Rasgos distintivos |
Osera (Orense, 1141) | Nave baja con bóveda de cañón; fachada con rosetón; avocinamiento del ábside. |
Valbuena (Valladolid) | Planta de tipo languedociano; claustro del s. XIII con gran arco ciego apuntado que alberga tres menores. |
La Santa Espina (Valladolid) | Sala capitular con cuatro columnas centrales, cubierta de crucería que divide el techo en nueve tramos. |
Huerta (Soria) | Iniciado en 1179; nave única con bóveda sexpartita; pilares delgados; cocina cuadrada con cuatro columnas centrales. |
En el siglo XIII, el modelo comienza a relajarse: se incrementan las dimensiones, se adopta el gótico pleno y se permite una mayor monumentalidad en los espacios funcionales.
4.3. Monasterios femeninos y consolidación regia
La monarquía castellana y aragonesa favoreció la fundación de monasterios femeninos cistercienses, como:
- Las Huelgas (Burgos), vinculado a los reyes de Castilla.
- Poblet (Tarragona), ligado a los condes de Barcelona y reyes de Aragón, convertido en panteón real desde Alfonso II.
4.4. Cataluña y Aragón: evolución y magnificencia
- Veruela, Poblet y Santes Creus fueron ampliados por impulso regio.
- En Poblet, a petición de Ramón Berenguer IV y con donaciones de Alfonso II, se construyó una iglesia de 85 metros de longitud, con cinco capillas radiales y una nave principal cubierta con bóveda apuntada de cañón. El alzado se estructura en dos niveles, aunque se conserva cierta unidad formal.
- Santes Creus, influido por el modelo bernardino, presenta una cabecera con cinco capillas rectangulares, pilares de sección rectangular y ménsulas de gran volumen que sostienen arcos fajones excesivamente anchos, lo que representa una inversión deliberada del principio cisterciense de ligereza.
5. Conclusión: espiritualidad, técnica y evolución
La arquitectura cisterciense constituye un ejemplo singular de cómo una espiritualidad exigente puede modelar no solo la vida monástica, sino también el paisaje construido. Su rechazo de la imagen, su búsqueda de la luz sin color, la claridad compositiva y la adaptación funcional a la liturgia comunitaria, marcan una diferencia notable respecto a otras órdenes medievales.
No obstante, con el paso del tiempo, los principios de austeridad se fueron matizando, y muchos monasterios adoptaron soluciones góticas de gran monumentalidad. A pesar de ello, el legado del Císter se mantiene como paradigma de una arquitectura espiritual donde forma y función, materia y mística, se articulan en perfecta correspondencia.
