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ROMUALDA MILTON GRACIA

Autoría : Asunción Blesa Castán

Familia Lahoz Milton

Se cumple en este año 2022 el 150 aniversario del nacimiento de Doña Romualda Milton Gracia, matrona durante más de 60 años en nuestra villa de Calanda. El recuerdo de esta persona va diluyéndose en el tiempo y creemos que debería formar parte del imaginario colectivo. Por ello es necesario recuperar su memoria y hacerle un homenaje a una persona que puso en valor su condición de mujer.

Fue ella una pionera que superó con éxito las metas que se marcó, se mostró inconformista y procuró su realización personal haciéndose dueña de su vida.

Romualda fue una mujer de entereza y carácter fuerte. No le agradaban las imposiciones y menos la de género. Se supo capaz de dominar y controlar su vida y, seguramente, de controlar la de los demás que estaban a su alrededor.

Fue una mujer que “se hizo instruida”, capaz de conseguir una titulación universitaria. Pocas mujeres de su época llegaron a alcanzar una formación similar. Y posiblemente ninguna de Calanda y menos de su condición social.

Sabemos que Romualda Milton nació en Zaragoza, el 7 de febrero de 1872 y que sus padres biológicos constan como “desconocidos”.  En su niñez fue adoptada por un joven matrimonio de Calanda que pare ella fueron sus padres.

No nació de la nada, pero respetaremos su decisión de ignorar quien fueron sus progenitores. Sobre todo, porque su nieta Gregoria Lahoz Gascón y su bisnieto Joaquín Galindo Gascón, quien por desgracia nos dejó recientemente, y a quienes agradezco su colaboración y su tiempo, me contaron que Romualda rechazó la posibilidad de conocerlos en algún momento de su juventud.

LA BENEFICENCIA PÚBLICA LIBERAL

La política de la Restauración en la España de finales del siglo XIX, cuando nació Romualda, se caracterizó por la nula validez del sistema parlamentario. Se sostenía a partir de la dualidad de una constitucionalidad formal y un funcionamiento político real basado en el caciquismo, la corrupción política y el fraude electoral. Este orden político generó un clima de desconfianza generalizada respecto a la eficacia de las reformas y conllevó una cultura política que no identificó el progreso con la ampliación de los derechos políticos.

En España, a partir de mediados del siglo XIX, la caridad religiosa del Antiguo Régimen y sus instituciones son sustituidas por la beneficencia pública liberal. El objetivo de ésta se centró en el grupo de personas que eran los pobres de “tipo antiguo”: huérfanos, viudas, ancianos, impedidos y expósitos.

Las inclusas españolas, o casas de expósitos, a mediados del siglo XIX tenían como objetivos el asilo y la protección de sus acogidos, que eran los niños nacidos en los departamentos de maternidad, los dejados en los tornos o fuera de ellos y los que eran remitidos por las autoridades desde los pueblos o eran entregados por las comadronas.

Una de las razones del abandono de criaturas residía en el miedo al deshonor por parte de algunas mujeres que habían dado a luz a su hijo, sin estar casadas o fuera del matrimonio. Otra razón era la pobreza general, agravada en el caso de las mujeres solas, ante la dificultad de compaginar el trabajo y el cuidado de un lactante. La inclusa se presentaba como una solución.

A mediados del siglo XIX, en las inclusas, cuando acogían una criatura se anotaba en el libro de ingresos, especificando la hora y si había entrado por el torno o por la puerta. También si procedían de las maternidades, donde las embarazadas acogidas, mayormente solteras, podían parir secretamente y dejar a sus hijos en las inclusas.

En este libro también se anotaban una serie de circunstancias como, las ropas del niño, la procedencia y si el menor llevaba consigo una nota se copiaba literalmente.

Al recién ingresado se le lavaba, se le vestía con la ropa de la inclusa y se le colgaba del cuello el “plomo”, es decir, una cinta con una plaquita con el número y año de la entrada. Por último, una ama de leche interna le amamantaba y se bautizaba.

El niño era entregado a una nodriza externa, generalmente rural, que se haría cargo de él hasta los cinco o siete años, como estaba establecido legalmente. Llegado ese momento, la nodriza podía elegir entre quedárselo sin retribución alguna o devolverlo a la inclusa, de donde sería trasladado a un hospicio o establecimiento similar.

A mediados del siglo XIX, la mortalidad en las inclusas españolas era muy elevada, entre el 45% y el 87%, afectando principalmente, a los menores de 1 año.  Estos datos corresponden a la época en que se publicó la Ley de Beneficencia de 1849 y su Reglamento de 1852.

La nueva legislación, según Concepción Arenal, no había logrado ordenar el sector ni había garantizado que se cumpliera con lo establecido. La situación de muchos de los establecimientos benéficos era penosa. Todos ellos solían carecer de la higiene y la ventilación adecuadas y, frecuentemente, eran tan reducidos que no permitían aislar a los enfermos. A todo ello había que añadirle el traslado de los niños desde el lugar del abandono o exposición hasta la inclusa.

Pero el problema más importante era la escasez de nodrizas internas. Cada una de ellas tenía que amamantar a dos o tres asilados, dado que la lactancia artificial requería personal preparado y unas condiciones que las inclusas no tenían. Además del bajo salario que recibían y el ambiente conventual y de reclusión que les imponían.

Respecto a las nodrizas externas, el bajo sueldo que era pagado con retraso en muchas ocasiones. Hay que tener en cuenta que las amas con más leche solían ser contratadas por particulares.

Fueron pocos los tratadistas, entre ellos Concepción Arenal, que entendieron que lo que provocaba que algunas de estas nodrizas tuvieran poca leche y no pudiera amamantar en condiciones era la pobreza.

La visión sobre las nodrizas y la responsabilidad que tenían en la muerte de los expósitos que lactaban cambió en la segunda y la tercera década del siglo XX. En 1918, médicos de la Inclusa de Madrid declaraban que la mortalidad en los propios locales de la institución se debía a que cada ama lactaba a dos criaturas y, en 1926, el director de la Maternidad provincial de Zaragoza, el doctor Gómez Salvo, achacaba la mortalidad de los asilados a la escasez de nodrizas internas. Es decir, las nodrizas no eran el problema sino la falta de sensibilidad de los dirigentes sociales para dotar de fondos a las inclusas provocando que no pudieran disponer del número de amas internas suficientes.

También cambió la visión sobre las amas externas. El doctor ya citado afirmaba que para tener muchas y con leche abundante era esencial pagar bien y puntualmente.

No había una gran preocupación política o social en el siglo XIX, ante la alta mortalidad de los menores dependientes de las inclusas españolas porque también lo hacían los niños pobres no incluseros, aunque en menor proporción. Tampoco se responsabilizaban de los numerosos abandonos en las inclusas porque no equivalían a infanticidios. No fue hasta la crisis de 1898 que se agudizó la preocupación por la mortalidad infantil.

LA INCLUSA DE ZARAGOZA

La inclusa de Zaragoza, había sido fundada en el siglo XVII para asilar a mendigos y vagabundos. Desde principios del siglo XIX, el orden interior de la Inclusa estaba al cuidado de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana, que también prestaban sus servicios en el Hospital desde 1804. La congregación de Hermanas de la Caridad de Santa Ana surge en Zaragoza el 28 de diciembre de 1804 con la llegada al Hospital Real y General de Nuestra Señora de Gracia del Padre Juan Bonal y María Ráfols con once mujeres más para atender la llamada de la junta que requería el hospital.

En la década de los cuarenta del siglo XIX, la Inclusa de Zaragoza estaba situada en el ex convento del Carmen y de allí, en 1850, se trasladó al ala de mujeres del edificio de la Casa de Misericordia. Donde albergaba a niños huérfanos o abandonados, jóvenes, ancianos y discapacitados físicos y psíquicos, aunque a lo largo de la segunda mitad de ese siglo fue aumentando el porcentaje de menores entre los acogidos.

También entraban en este centro los recién nacidos procedentes del Departamento de Retiradas, situado en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia. Este departamento, similar al que existía en algún otro hospital español, albergaba a mujeres embarazadas ilegítimamente a las que, para preservar su honra, se les garantizaba el secreto de su identidad y la del hijo que parían.

Al entrar un niño en la inclusa, se seguía un protocolo muy parecido al que ya hemos visto en otras inclusas de España. La estancia en la Institución solía ser muy breve, entre uno y diez días, porque las criaturas eran entregadas rápidamente a lactancia externa tras haberse anotado en el libro de ingresos los nombres y las direcciones de sus nodrizas.

Pocas amas residían en Zaragoza capital. La mayoría eran rurales, de pueblos de la propia provincia e, incluso, de los de Teruel y Huesca.

Había niños de la Inclusa que no llegaban a ingresar en la Casa de Misericordia, porque antes eran recogidos por algunos consortes para, como consta en los libros de ingresos, «continuar su crianza y educación» de forma gratuita.

PRIMEROS AÑOS DE ROMUALDA

Romualda Milton pudo ser uno de esos menores rescatados de la Inclusa de Zaragoza. Sabemos que la lactancia de Romualda se realizó con una nodriza externa. Sus padres adoptivos fueron “los consortes que se hicieron cargo de ella para continuar su crianza y su educación de forma gratuita”. Pensamos que fue así, pues era la forma que se utilizaba a finales del XIX para hacerse cargo de un niño en adopción, según hemos visto anteriormente en las normas de la época.

Romualda Milton Gracia, fue acogida por el matrimonio formado por Miguel Hueso Lorente que nació el 25-09-1847 y María Asensio Ariño, nacida en 19-07-1849 ambos de Calanda. Que se casan el 11-06-1871, en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza de Calanda, él es un jornalero de 23 años y ella no ha cumplido los 22 años. No tuvieron descendencia.

Miguel es hijo de Pablo Hueso Adán y Antonia Lorente Grau, ambos nacidos y vecinos de Calanda. María es hija de Simón Asensio, nacido en Escatrón y de Ramona Ariño, de Alcorisa, ambos vecinos de esta villa.

Miguel y María, solo tienen a Romualda, a quien criaron y educaron en el mejor de los ambientes que podían darle en el hogar de un jornalero a finales del siglo XIX en el mundo rural. Romualda, siempre los consideró sus únicos padres a los que quiso y respeto durante toda su vida.

El ama de cría de la niña estaba en Foz-Calanda, y allí es donde Romualda paso sus primeros años, hasta que pudieron traerla a Calanda donde vivió con ellos, en la calle Nueva nº 9 durante la primera etapa de su vida.

Ella fue una niña muy inteligente, que aprendió a leer y a escribir y debió de ser muy disciplinada y tenaz, capaz de conseguir aquello que se proponía. La atención y cuidado hacia los demás debía de estar presente en su forma de entender la vida y en la forma de educar a las niñas en ese momento. Sabemos que también fue una niña que conoció su condición de huérfana de padres desconocidos, su condición de adoptada.

Su disposición y su capacidad de aprendizaje hicieron que se decantara por la atención y la ayuda a las mujeres en el proceso del embarazo y del parto.  Quizá pudo ser también el conocimiento de las circunstancias de su nacimiento y su lugar de procedencia lo que originó esa dedicación y atención a ayudar a las mujeres en su condición de madres. 

Simplemente conocía la necesidad de atención y cuidado que les hacía falta a las parturientas. La mayoría de las veces eran atendidas por las mujeres más cercanas de la familia o vecinas más allegadas y por alguna mujer que por la edad y la experiencia atendía y ayudaba en los partos.

El médico, normalmente, no aparecía en esos momentos y dejaba que fueran la Partera, la Comadrona, o la Matrona, como se la identificara, la que se ocupara de “las cosas de mujeres”.

Romualda Milton Gracia, fue acogida por el matrimonio formado por Miguel Hueso Lorente que nació el 25-09-1847 y María Asensio Ariño, nacida en 19-07-1849 ambos de Calanda. Que se casan el 11-06-1871, en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza de Calanda, él es un jornalero de 23 años y ella no ha cumplido los 22 años. No tuvieron descendencia.

Miguel es hijo de Pablo Hueso Adán y Antonia Lorente Grau, ambos nacidos y vecinos de Calanda. María es hija de Simón Asensio, nacido en Escatrón y de Ramona Ariño, de Alcorisa, ambos vecinos de esta villa.

Miguel y María, solo tienen a Romualda, a quien criaron y educaron en el mejor de los ambientes que podían darle en el hogar de un jornalero a finales del siglo XIX en el mundo rural. Romualda, siempre los consideró sus únicos padres a los que quiso y respeto durante toda su vida.

El ama de cría de la niña estaba en Foz-Calanda, y allí es donde Romualda paso sus primeros años, hasta que pudieron traerla a Calanda donde vivió con ellos, en la calle Nueva nº 9 durante la primera etapa de su vida.

Ella fue una niña muy inteligente, que aprendió a leer y a escribir y debió de ser muy disciplinada y tenaz, capaz de conseguir aquello que se proponía. La atención y cuidado hacia los demás debía de estar presente en su forma de entender la vida y en la forma de educar a las niñas en ese momento. Sabemos que también fue una niña que conoció su condición de huérfana de padres desconocidos, su condición de adoptada.

Su disposición y su capacidad de aprendizaje hicieron que se decantara por la atención y la ayuda a las mujeres en el proceso del embarazo y del parto.  Quizá pudo ser también el conocimiento de las circunstancias de su nacimiento y su lugar de procedencia lo que originó esa dedicación y atención a ayudar a las mujeres en su condición de madres. 

Simplemente conocía la necesidad de atención y cuidado que les hacía falta a las parturientas. La mayoría de las veces eran atendidas por las mujeres más cercanas de la familia o vecinas más allegadas y por alguna mujer que por la edad y la experiencia atendía y ayudaba en los partos.

El médico, normalmente, no aparecía en esos momentos y dejaba que fueran la Partera, la Comadrona, o la Matrona, como se la identificara, la que se ocupara de “las cosas de mujeres”.

LA SUBORDINACIÓN FEMENINA DE LA EPOCA

Recordemos el valor que se le daba a la mujer en el siglo XIX, el modelo de género establecido en la sociedad liberal española garantizaba la subordinación de la mujer al varón a través de un control social formal, establecido por un cuerpo legislativo que discriminó abiertamente a las mujeres y un control informal, definiendo los modelos culturales de género, estableciendo las normas de conducta masculinas y femeninas, por medio del Código Civil (1889), Penal (1870), y de Comercio (1885).

La mujer casada no disponía de autonomía personal o laboral, tampoco tenía independencia económica y no era dueña de los ingresos que generaba su propio trabajo. Debía de obedecer al marido, necesitaba su autorización para desempeñar actividades económicas y comerciales, para establecer contratos e incluso para realizar compras que no fueran las del consumo doméstico.

El poder del marido sobre la mujer fue reforzado con medidas penales que castigaban cualquier transgresión de su autoridad. La desobediencia o el insulto de palabra eran suficientes para que la mujer fuera encarcelada.

Existía la doble moral sexual, se permitía el adulterio al hombre y se aceptaba la violencia contra la mujer. Si el marido asesinaba o agredía a la esposa adultera, solo era desterrado durante un corto espacio de tiempo. En la misma situación las penas impuestas a la mujer eran mucho más severas: el asesinato del marido, siempre era prisión perpetua. 

El feminismo español, en esos momentos tuvo menos presencia que en la mayoría de los países europeos desarrollados. Nunca adoptó la acción directa violenta y no consiguió un grado destacado de militancia.

Seguía recomendando a las mujeres el cumplimiento de sus deberes familiares aun cuando su reclamación central era la mejor preparación intelectual de la población femenina.

Pero existieron mujeres como Sofía Tartilan y Concepción Arenal que con sus obras hicieron en su tiempo la denuncia más clara y contundente de la educación tradicional de las mujeres.

Concepción Gimeno Flaquer, defendía la educación física, intelectual y moral de las mujeres, promoviendo el cambio formativo conservador. Gertrudis Gómez de Avellaneda, comento las actividades del sufragio británico. El dar a conocer a la sociedad lo injusto de la discriminación femenina, estaba formando un embrión de proto-feminismo hispano.

Se utilizaba la prensa, para defender la validez intelectual de las mujeres y demandar su acceso a profesiones liberales que se les había negado. Escritoras, como Sofía Tartilán, Josefa Pujol, Natividad Rojas Concepción Flaquer, dirigidas por Faustina Sáez de Melgar, participaron en la obra colectiva, de tintes costumbristas “Las mujeres españolas, americanas y lusitanas pintadas por si mismas”; se les añadía también la colaboración de Patrocinio Biedma, Rosario de Acuña, Blanca de los Ríos y Emilia Pardo Bazán, a las que básicamente les unía su dedicación a la literatura y su preocupación por la llamada “cuestión femenina”.

Estas publicaciones abrían un proceso de autoreflexión, de constitución de redes y de complicidades femeninas. Más tarde otros feminismos tomarían el relevo difundiendo las desigualdades entre los sexos como parte de la cuestión social y política.

Las demandas de instrucción superior y el derecho femenino a ejercer profesiones liberales coincidían con las polémicas en torno a la obtención del doctorado. La polémica se resolvió denegando el gobierno a las mujeres el acceso a la enseñanza secundaria y superior.

En esos momentos la cuestión era no sólo que tipo de educación era adecuada para las mujeres, sino si los títulos universitarios obtenidos las habilitaba para ejercer las profesiones en las que habían sido formadas. Otra de las tareas de los nuevos y también de los “viejos” movimientos sociales consiste en llevar a término ciertas rupturas con el sistema de normas sociales, de modo que se establezcan y normalicen los modelos identitarios que se proponen.

En 1882 dos médicas Dolores Aleu y Martina Castells, obtuvieron el doctorado y abrieron consultas ginecológicas en Barcelona. Hasta 1900, en un ambiente hostil, 30 mujeres cursaron estudios superiores en España y un alto porcentaje de ellas desarrollaron una carrera profesional. Se abría una brecha en el techo de cristal de la mujer.

Recordemos que las tasas de alfabetización en esos momentos en España indican que el 42% de hombres estaban alfabetizados y sólo el 25% de mujeres gozan de conocimiento que les dieran acceso a la lectura y la escritura.

En el Congreso Pedagógico Hispano Portugués Americano de 1892 con la participación de figuras femeninas relevantes como Concepción Arenal y Emilia Pardo Bazán, se tomó conciencia de los tímidos cambios que se estaban operando. Existían mujeres que ejercían como: maestras, profesoras de escuela normal, directoras de colegios privados, escritoras, médicas, comadronas, estudiantes universitarias.

La intransigencia clerical, desde su perspectiva reaccionaria, afirmaban que el acceso femenino al espacio público era incompatible con la mujer doméstica, religiosa y costumbrista. Los límites de la feminidad se acotaban por los sectores conservadores vinculados a los dogmas de la iglesia católica, en la frontera de la domesticidad. El modelo de feminidad de la época abundaba en el valor de las mujeres en el ámbito familiar.

Las redes feministas que conformaron diversos núcleos de mujeres trataban de fomentar la libertad de conciencia, promover la ciencia y la instrucción laica, también la superior entre la población femenina. Pretendían también concienciar a los hombres de que la liberación de las mujeres era necesaria para su propia liberación.

JUVENTUD DE ROMUALDA

Sigamos con la vida personal de Romualda, tiene 20 años cuando el 8-10-1892 contrae matrimonio, en la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Esperanza, con Joaquín Lamiel Garcés. Él natural de Calanda nació en 1869 hijo de Mariano Lamiel Celma y Pascuala Garcés Valles, ambos nacidos y vecinos de Calanda. La nueva pareja, se quedará a vivir con los padres de Romualda en la calle Nueva nº 9.

Desgraciadamente y debido a unas “fiebres adinámicas”, Joaquín fallece el 1-01-1894, sin llegar a conocer al hijo que estaban esperando que su esposa diera a luz.  Desconocemos si estos acontecimientos pudieron provocar el desenlace de que solo tres días después naciera su hijo póstumo. El día 4-01-1894 Romualda Milton alumbró a su primer hijo que pondrá el nombre de Joaquín Lamiel Milton.

Este año 1894 será un año convulso para Romualda y su familia. El 13-03-1894 muere su padre Miguel de una bronquitis crónica a los 50 años de edad. Esto hace que las perspectivas de la familia cambien radicalmente. Unos meses atrás, esta familia formada por dos parejas, la una joven y feliz con el nacimiento de su primer hijo, la otra ilusionada por ser abuelos, no imaginaban lo que pasaría.

La situación para la familia es desoladora. Se han quedado dos mujeres solas con un recién nacido, ¿cómo van a conseguir subsistir? En el mundo rural a finales del siglo XIX la figura masculina parece ser la solución a sus males. Un hombre que se haga cargo y trabaje sus tierras solucionará el problema de la subsistencia. ¿Quizá un viudo, con hijos, necesitado de una mujer que se haga cargo de su casa y su descendencia?

Una solución que solía ser frecuente en aquella época son las  bodas concertadas o de conveniencia; ya fuera por cuestiones sociales o económicas.  Existía la figura de la casamentera, no solo en el mundo rural, como hemos podido conocer a través de las obras literarias costumbristas de la época. Esa persona o personas, ya fuera mujer u hombre era quien se encargaba de encontrar y concertar los acuerdos necesarios para llevar a cabo dichos matrimonios. 

María Asensio y su hija Romualda Milton, toman conciencia de la situación, han de decidir lo antes posible solucionar el problema. Hablan y deciden que no hay otro remedio: casarse, para poder conseguir que alguien se haga cargo de la situación y solucione su problema. María está decidida, pero Romualda considera que su madre es ya mayor, tiene 45 años y ella solo tiene 22. Razona que es a ella a quien corresponde tomar la decisión.

En ese mismo año 1894, Romualda Milton y Anselmo Lahoz Virgos se casan en segundas nupcias ambos, en la iglesia parroquial de Calanda el 30-11-1894. Son dos viudos, él tiene 30 años y ella 22, que encuentran la solución a sus problemas. Cada uno de ellos aporta al matrimonio un hijo: Joaquín Lamiel Milton, de 10 meses y José Lahoz Conesa de 6 años.

Anselmo Lahoz Virgos, era un labrador, nació en Calanda el año 1864, su padre Manuel Lahoz Lombar, natural de Calanda y su madre Gregoria Virgos natural de Tronchón. Ambos vecinos de Calanda y difuntos cuando su hijo contrae matrimonio. Anselmo se casará por primera vez el 19-03-1887 con Lucia Conesa Ayora de Mirambel hija de José Conesa de Olocau de Castellón y de Sista Ayora de Tronchón, como la madre de Anselmo.  De este matrimonio nacieron tres hijos: Manuel el 29-10-1892 que muere 12-08-1893; Gregoria que nace el 25-10-1890 y muere 09-02-1893 y José que nace el 02-05-1888 y es el hijo que aportara al segundo matrimonio. Lucia muere el 21-05-1894, dejando a su esposo e hijo sin nadie que los cuide. Como era lo natural y propio del momento, Anselmo busca resolver su problema y es Romualda en quien encuentra la solución. Se inicia con ese matrimonio el 30-11-1894 la familia Lahoz Milton, que se instalará en la calle Nueva nº 9, donde Romualda ha vivido siempre con sus padres.

El 27-03-1897 nace su primera hija. Le pondrán el nombre de María Dolores Lahoz Milton, pero solo la llamarán María, como la madre de Romualda. Esta niña será, con el paso del tiempo, su aprendiza y sucesora en la ciencia de traer niños al mundo. Y con quien compartirá su vida y su hogar hasta el final de sus días.

Desconocemos quien pudo iniciar a Romualda en la atención y cuidado de las mujeres embarazadas y en el auxilio a los partos, pero si sabemos que en un momento de su vida y alentada por uno de los médicos que ejercían en Calanda a finales del XIX, D. Leoncio Serred, Romualda decidió legalizar su situación profesional y ello conllevó la preparación y presentación a la prueba de reválida y a la obtención del título de Matrona en 1899.

PARTERA MATRONA COMADRONA

La titulación oficial de Matrona en el ámbito universitario, nos lleva al año 1857, con la publicación de la Ley de Instrucción Pública. El Reglamento de 1861 estableció los requisitos para el ingreso en estos estudios: una formación básica previa y una edad mínima de ingreso de 20 años de edad, ser casada o viuda. Las casadas autorizadas por sus maridos; todas justificarán buena vida y costumbres con certificación de sus respectivos Párrocos. Los derechos de matrícula costaban 20 Reales de Vellón.

Diferentes normativas se sucedieron en la regulación de la titulación oficial de Matrona: Real Orden de 1864, Real Decreto de 1868, Decreto de 1874, Real Decreto de 1883, Real Decreto de 1888, Real Orden de 1889. 

A partir de 1889 solo se exigió a las aspirantes al título oficial someterse a un ejercicio práctico junto a un examen teórico de reválida de un Tribunal examinador, en la vinculada Facultad de Medicina.

La preparación que tuvo que llevar a cabo Romualda para superar el examen y obtener la titulación de matrona, debió de ser dura e intensa en su condición de madre de familia y mujer trabajadora. El doctor Serred, actuando como padrino y mentor, pudo facilitarle los textos necesarios para completar su formación académica. Existen diversas publicaciones de la época, que pudieron servirle para preparar su examen, de las cuales detallaremos algunos títulos.

“Manual de Obstetricia: obra indispensable para la clase de matronas” de Formica-Corsi 1886; “Tratado completo del arte de partear” de Antonio Vanrell 1887. “Programa de obstetricia práctica. Aprobado por el Real Consejo de Instrucción Pública para los exámenes de las matronas”. De Viñal 1889; “Curso elemental de partos, explicado a las alumnas de la carrera de comadrona. Durante el año académico de 1897-1998” de Igual Estrany 1898.

Y así “El día 27 de junio de 1899, por orden su S.M. El Rey y en su nombre la Reina Regente del Reino, expido este título para que pueda ejercer libremente la profesión de Matrona en los términos que previenen las leyes y reglamentos vigentes”, se expidió el título de Matrona a favor de Romualda Milton.

Seguramente ella se sintió feliz y orgullosa de haber conseguido su objetivo. Lo que se había propuesto, lo llevó a cabo y con ello el reconocimiento de su persona y su valía.

Todo el esfuerzo y dedicación que realizó, estuvo recompensado varios años después.  La Ley de Instrucción General de la Sanidad Pública de 1904,  legislaba: “Nadie podrá ejercer una profesión sanitaria sin título que para ello le autorice, con arreglo a las leyes del Reino”. Con su título pudo conseguir una plaza de Comadrona Titular en Calanda, consolidando de esta forma su profesión y su dedicación al cuidado de las demás. Romualda se mantendrá al día con nuevas publicaciones y seguirá estudiando y leyendo, tanto lo relacionado con su profesión como todo aquello que pasa por sus manos. Es una lectora compulsiva y lo seguirá siendo durante toda su vida.

LA FAMILIA VA CRECIENDO

El 6-04-1899 nace su segunda hija en la calle San Roque alta nº 19. Le pondrán el nombre de Gregoria, en recuerdo de su abuela paterna. Se sintió dichosa con su nueva hija, su familia va creciendo y ella compagina su esfuerzo de madre con el trabajo de comadrona. El 19-04-1902 nace su tercera hija en la calle San Roque baja nº 25, según consta en su partida de nacimiento. Llevará por nombre Carmen y desgraciadamente fallece el 27-08-1902, con cuatro meses, de un catarro pulmonar. El 17-01-1904 nace el primer varón del matrimonio Lahoz-Milton, le pondrán el nombre de Antonio Agustín. Su deceso es el 09-02-1904 a los pocos días de nacer.  El 23-09-1905 nace Miguela y desgraciadamente fallecerá el 31-08-1906.  Estos datos reflejan el alto índice de mortalidad infantil que existía en aquella época y el sufrimiento que debían de soportar aquellas madres por las pérdidas de sus hijos. Para ella, capacitada para gestionar el bienestar infantil, la pérdida de sus hijos la golpearía duramente, creándole una sensación de impotencia. El 2-07-1907 nace su hijo Manuel Simón en calle San Roque nº 23, el hogar de Lahoz-Milton. Este niño crecerá y llegará a formar su propia familia. El 9-02-1909 nace su último retoño, dos días después de su cumpleaños, le pondrán el nombre de Ramona, como la bisabuela materna de la recién nacida. 

Romualda ya tiene 37 años y con Anselmo Lahoz han formado una familia compuesta por tres hijos y tres hijas: José Lahoz Conesa, Joaquín Lamiel Milton, María Dolores, Gregoria, Manuel Simón y Ramona Lahoz Milton.

UNA VIDA AL SERVICIO DE LA MUJER

El tiempo va pasando y Romualda mantiene su actividad profesional, su casa está abierta para todos aquellos que la necesitan. Y acude a cualquier hora de la noche que la vayan a buscar. Se sabe responsable y necesaria para ayudar a las mujeres que la solicitan. Mantiene una relación activa y constante con todas las mujeres embarazadas, visitándolas y reconociéndolas en sus casas, se acomoda a sus necesidades y les ayuda aconsejándoles durante el embarazo, el parto y el período puerperal. Es como una madre de todas, siempre atendiendo a las necesidades de sus hijas.

Miles fueron los niños y niñas que Romualda ayudó a nacer, y a todos los consideraba su familia por haber tomado parte en sus nacimientos. Algunas de estas personas se recordarán por su trayectoria, sus obras o su forma de pensar y de actuar, y otras muchas dormirán en el anonimato que el tiempo diluye. 

Su gran pasión fue la lectura que la mantuvo siempre entretenida y activa con textos relacionados con su actividad profesional y con la prensa escrita que la mantenía al corriente de la actualidad política y social. Normalmente se la facilitaba el médico que estuviera en Calanda, que fueron muchos los que pasaron en el transcurso de los años y con los que Romualda tuvo la suerte de colaborar. Y por supuesto los libros de literatura, ya fuera clásica o contemporánea que siempre estaban presentes por sus rincones.

Ella prefería leer a cualquier otra actividad de entretenimiento como podían ser las labores de costura, bordados, ganchillo o de punto, que acostumbraban a realizar las mujeres de su época. No debía de necesitar la sociabilización del corro de vecinas para comunicarse o saber de la vida de los demás. Ella ya tenía su profesión que la mantenía al corriente del devenir diario de la vida del pueblo.

Romualda formó un hogar con muchos miembros; su madre siempre vivió con ella y cuando se casó por segunda vez ya eran cinco personas en la casa. Después fueron naciendo sus hijos. Cuando su madre muere en 1913, la familia ya contaba con todos sus hijos, eran 9 personas.

Poco a poco se van casando y marchando de casa, primero lo hace José en 1914, luego será Joaquín en 1918. María se casa en 1919 pero no se va, añade a su marido a la casa familiar. Gregoria se casa en 1922, luego será Ramona en 1930 y por último es Manuel Simón en el 1932.

Pero antes que todos se vayan, María ya ha tenido una niña Carmen, que ha nacido con la ayuda de su abuela. Ya son tres generaciones de mujeres que conviven en la calle San Roque nº 27.

Romualda mantiene la costumbre de reunir a sus hijos los domingos por la tarde para jugar al guiñote. Les obsequia con una tarta y les hace chocolate.  Se siente feliz, cual gallina clueca, de verse rodeada por sus hijos, hijas, yernos y nueras y su nieta y marido, como podemos ver en la foto de familia.

El tiempo sigue pasando y su nieta Carmen se casa con Joaquín en 1946, la balanza se va nivelando: ya viven en San Roque tres mujeres y dos hombres.  Poco tiempo después Carmen dará a luz a Joaquín Vicente en 1948 y más tarde nacerá Antonio en 1960. Ya son cuatro varones y tres mujeres, la balanza se decanta hacia la masculinidad.

Ella siempre fue recelosa con los hombres que entraron en su casa, su yerno primero y su nieto político después. No aceptó la sumisión que ellos esperaban, por ser mujer, y no permitió que cambiaran su forma de ser y de actuar.

El Ayuntamiento de Calanda decide jubilar de oficio el 5 de enero de 1951 a Dª Romualda Milton Gracia como matrona titular del municipio.  Podía haberse jubilado al cumplir los 70 años, pero ella siguió ejerciendo hasta los 78. Toda su vida laboral la desarrolló en Calanda según consta en el expediente de jubilación del Ayuntamiento.

Obtuvo el título de Matrona en 1899, consiguió la plaza de Matrona titular de Calanda en 1904. Cumplió los 70 años de edad en 1942 y siguió trabajando hasta los 78 años (05-01-1951). Como matrona titulada trabajó 50 años.

Considerando estos datos y según los libros de nacimientos del Registro Civil, el número de nacimientos en la villa de Calanda desde 1900 a 1950, periodo en que Romualda ejerció como Matrona, se reflejan en la siguiente tabla.

Esta es la estadística que muestra el número de nacimientos acaecidos en la villa de Calanda desde 1900 a 1950 periodo en que Romualda ejerció como Matrona titular, hasta el 5 de enero de 1951.

Su hija María la acompañó en esta tarea, siendo su aprendiza y colaboradora. Continuo el trabajo cuando su madre, ya por su edad, no podía ejercer. Romualda seguía visitando a las mujeres como una costumbre y una manera de seguir activa según recuerdan los mayores del lugar.

Seguramente antes de estas fechas Romualda ya ejercía de matrona, puesto que cuando consiguió el título tenía 27 años y un gran bagaje de la que fuera su profesión. Igualmente sabemos que después de su jubilación siguió visitando y atendiendo a las mujeres embarazadas.

ROMUALDA ANCIANA

Como recuerda su bisnieto Joaquín, Romualda con el tiempo se vuelve renegona y con mal genio. Los niños son traviesos y movidos y le molesta el alboroto y el ruido que hacen, ya no tiene paciencia.

De mayor, cuando el tiempo y la edad hacían mella en ella, utilizaba la muletilla de: “en mi casa mando yo y a quien no le guste, ya se puede ir”, pudiendo obedecer a que con la edad se pierde el pudor a decir lo que piensas.Pero eso solo debía de ser en la intimidad del hogar, porque el recuerdo que todavía se tiene de Romualda, es el de una mujer, servicial, atenta y siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitaba.

Pasan los años y la vista ya no le compaña y su caminar se vuelve lento. Romualda se dedicó a asistir diariamente a misa, cumplía con su devoción y se relacionaba con los demás de forma tranquila. 

Un día decidió que estaba muy enferma, que se iba a morir y se acostó en su cama. Decía que estaba muy mal, que no se podía levantar y requería al médico continuamente. Su bisnieto me contaba que lo llamaba y le decía: “Joaquinico hijo mío, ves a buscar a Don Luis que estoy muy mala y me estoy muriendo”.  Joaquinico diligente se iba a buscar al médico.

Cuando D. Luis Gasque, el médico de Calanda en aquel momento, llegaba y la visitaba siempre le decía lo mismo: “Romualda, no estás enferma, no te estas muriendo, solo eres mayor, no hace falta que asustes a tu familia, yo vendré a verte todas las veces que quieras. Hablaremos y estaré contigo el rato que haga falta, tú me llamas y yo vendré”. Así pasaron los dos últimos dos años de su vida, hasta que un 19 de abril de 1967, se fundió con aquellos que se habían ido antes que ella.

Las generaciones posteriores, como la mía, tenemos la idea o el recuerdo que de ella nos trasmitieron nuestros mayores y eso hace que su memoria perviva 150 años después de haber nacido.  El recuerdo de su vida no debe de perderse ya que esta mujer fue un ejemplo a seguir por las generaciones posteriores.

Que sirva esta breve recopilación de su vida y de los suyos, para rendir el homenaje que se merece, revivir su recuerdo y no dejar que se pierda la memoria de una mujer singular.

DESCENDENCIA DE ROMUALDA Y SUS DOS MARIDOS

Joaquín Lamiel Milton es el primer hijo de Romualda, nace en Calanda el 04-01-1892 fruto de su primer matrimonio con Joaquín Lamiel Garcés. Joaquín es hijo póstumo, se casará el 30-11-1918 con Luisa Trallero Luengo, que nace en Calanda en 1899, sus padres son Ramón Trallero Gavín y Ramona Luengo Sauras, ambos de Calanda.

El matrimonio Lamiel-Trallero, tiene tres hijos nacidos en Calanda: Joaquín Lamiel Trallero nacido el 15-09-1919; Ramón Lamiel Trallero el 11-02-1922; y Juan José Lamiel Trallero 30-03-1926. La familia reside en Barcelona pero vuelven a Calanda para que nazcan sus hijos. Posiblemente su abuela Romualda, tuviera mucho que ver en esa decisión. No tenemos constancia del fallecimiento ni de la evolución de la vida de dichos hijos. Alguien de la familia recuerda que Joaquín se fue a vivir a Alcalá de Henares en Madrid y que tuvo un hijo que de nombre Luis Lamiel, pero nada que hayamos podido comprobar.

José Lahoz Conesa es el hijo que aporta el segundo esposo de Romualda al matrimonio, nacido el 02-05-1888 y fallecido el 10-03-1963. Sus padres fueron Anselmo Lahoz Virgos y su madre Lucia Conesa Ayora, quien falleció el 21-05-1894 a los 34 años dejando un viudo con un niño.

José Lahoz Conesa se casa el 22-10-1914 con María Pérez Carbonell, nacida en el año 1884 en Calanda. Hija de Antonio Pérez y Manuela Carbonell. Tendrán un hijo el 08-03-1917 que se llamará Antonio Lahoz Pérez y que fallecerá el 11-12-1987. Se casará con María Valismañas Escuin de 22 años el 30-09-1943; ella era hija de Joaquín Valismañas Sanz y María Escuin Hernández. Del matrimonio entre Antonio y María, nacerán tres hijos: María Lahoz Valismañas, que nacerá el 08-08-1944 y morirá al día siguiente. José Anselmo Gregorio Lahoz Valismañas nace en Calanda el 28-11-1945 y fallece el 06-12-2001 en Zaragoza. Antonio Lahoz Valismañas nacido en 09-08-1947 en Calanda y fallecido el 06-05-2011 en Alcañiz.

María Lahoz Milton es la primera hija de la nueva familia, nace en Calanda el 28-03-1897, y fallece el 31-01-1987. Se casará el 26-04-1919 con Antonio Gascón Betes, nacido en Calanda el 13-03-1894, hijo de Manuel Gascón y Mariana Betes, fallece en Calanda calle San Roque 27, el 30-10-1971. Nacerá del matrimonio formado por María y Antonio el 26-07-1926 su hija Mª Carmen Gascón Lahoz. Quien se casa el 23/02/46 con Joaquín Galindo Domingo, nacido en Calanda el 17-04-1920, hijo de Joaquín Galindo Asensio y de Tomasa Domingo Gimeno. Siendo sus abuelos paternos Joaquín Galindo Gayán y María Asensio Valismañas. Y los abuelos maternos: Miguel Domingo Berdú y Miguela Gimeno García, ambos de Cirujeda, pueblo de la provincia de Teruel.

Carmen, falleció el 02-02-1996 y Joaquín el 10-01-2000. De su matrimonio nacieron dos hijos, Joaquín Vicente Galindo Gascón el 05-04-48 en Calanda, quien falleció recientemente en Zaragoza el 15-02-2022 y Antonio Galindo Gascón en Alcañiz el 27-03-1960 y que también lamentablemente falleció el 15-5-2010

Gregoria Lahoz Milton es la siguiente hija en nacer, lo hizo el 06-04-1899 y falleció el 11-10-1932, a causa de una Bronco-neumonía, tenía 33 años. Se casó el 09-09-1922 con Manuel Aguilar Celma nacido el 17-02-1897 y fallecido el 03-12-1985 en Calanda, era hijo de Enrique Aguilar Asensio y Dolores Celma Ballesteros, siendo sus abuelos paternos Manuel Aguilar y Miguela Asensio y los abuelos maternos Ramón Celma y Pabla Ballesteros.

El matrimonio formado por Gregoria Lahoz y Manuel Aguilar, viven en la calle del Campo tienen 4 hijos: Miguela Aguilar Lahoz nacida el 16-04-1925 y fallece a los 8 meses el 16-01-1926. Enrique Aguilar Lahoz nace en Calanda el 08-04-1927 y fallece en Zaragoza el 13-01-1988.  Este se casó con Victoria Abadía Belmonte el 06-06-1964.  Los otros dos hijos de Gregoria y Manuel fueron Dolores y Manuel que nacen el 24-08-1930 y son mellizos. Dolores fallecerá el 16-10-1930 y Manuel el 24-08-1932, poco antes de que lo haga su madre. Su viudo Manuel Aguilar Celma, se volverá a casar, en segundas nupcias con Pascuala Gracia Sancho, de quien nacerán dos hijas Dolores y Manuela Aguilar Gracia.

Manuel Simón Lahoz Milton fue el siguiente retoño de Romualda, nace en Calanda el 02-07-1907 y fallece el 18-04-1987. Se casó el 03-11-1932 con Carmen Gascón Medina nacida el 20-05-1913 en Calanda. Siendo sus padres Tomas Gascón Albert y Pilar Medina Quintana. Sus abuelos, también de Calanda, los paternos fueron: Tomás Gascón y Ramona Albert y los maternos: Manuel Medina Valles y Miguela Quintana.

Manuel y Carmen tuvieron una hija a la que llamaron: Gregoria Lahoz Gascón, nació en Calanda el 05-07-1933, y a quien he de agradecer el tiempo y la atención que me presto, meses atrás cuando me acerque a ella para hacerle saber mi intención de escribir y homenajear el recuerdo de su abuela Romualda Milton, una mujer admirable que no debía desaparecer de la memoria de las mujeres y los hombres de nuestro pueblo.  Gregoria la recordaba con mucha ternura y cariño.

Gregoria se casó el 16-04-1955 con Isidro Escuin Piquer (el Rabalera) nacido en Calanda el 08-02-1927, sus padres eran: Miguel Escuin Herrero y Martina Piquer Grau. Gregoria e Isidro tuvieron tres hijos: Mª Carmen Escuin Lahoz nacida en la calle San Roque nº 21, el 08-11-1959. Nacerá en la misma dirección la segunda hija Martina Escuin Lahoz, el 29-03-1962. Y el tercer hijo Tomas Escuin Lahoz nace el 02-12-1965, siguiendo la tradición en la calle San Roque nº 21. Lo que nos da la idea de que Gregoria estuvo muy relacionada con su abuela Romualda al vivir tan próximas.

Ramona Lahoz Milton, fue la última hija de Romualda Milton, nació en Calanda el 09-02-1909 y falleció el 28-01-1983. Su matrimonio fue el 01-03-1930 en Calanda con Manuel Barberán Barberán, nacido en 1903, siendo sus padres José Barberán y Pascuala Barberán. 

Ramona y Manuel, tienen tres hijos, José Barberán Lahoz que nace el 10-04-1937 y fallece el 24-02-2018 en Alcañiz. De quien no hay constancia que dejara descendencia ni contrajera matrimonio. La segunda hija es Antonia Gregoria Barberán Lahoz nacida el 08-05-1933 en la calle San Roque nº 23 y fallecida el 10-07-2006. Se casó el 08-10-1959 con Pedro Celma Contel, nacido el 08-06-1933 en la calle La Fuente nº 3; siendo sus padres Miguel Celma Segarra y Concepción Contel Virgos. Del matrimonio formado por Antonia y Pedro nacieron dos hijos: Pedro José Celma Barberán el 25-05-1961, en la calle del Humilladero nº34. Y también en esa misma dirección nació el 02-06-1965 Mª Concepción Celma Barberán, quien recibirá el nombre de su abuela paterna y fallecerá el 25-04-1985. Y el tercer hijo de Ramona y Manuel fue Manuel Barberán Lahoz, que nació en 08-07-1931, y falleció sin llegar a cumplir un año el 08-06-1932.

AGRADECIMIENTOS

Romualda Miltom y Carmen Gascón Milton

Agradezco a Dª Gregoria Lahoz Gascón que me hizo partícipe de sus más íntimas emociones, permitiéndome dar a conocer vivencias personales de Romualda con la esperanza de que este pequeño trabajo sea de su agrado y aceptación.

Imposible dejar de mencionar y agradecer a Joaquín Vicente Galindo Gascón, con quien me entrevisté en dos ocasiones y me facilitó sus recuerdos y el título universitario de su bisabuela, que guardaba con mucha admiración.  Sé que este homenaje, en recuerdo de su bisabuela, hubiera llenado de satisfacción a Joaquín, quien no podrá celebrarlo, ya que lamentablemente nos dejó el 15 de febrero de este año.

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