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EN MEMORIA DE UN BUEN HOMBRE. MANUEL ESTEBAN BOLEA (1924-2019)

Autoría : Paco Buj Vallés

Ya sabemos que, teológica y estrictamente hablando, ningún ser humano es bueno del todo. Todos los mortales somos, en distintas proporciones, una amalgama de luces y sombras, de errores y aciertos. Pero, en nuestro lenguaje coloquial, bueno es el humano básicamente honrado, trabajador y que respeta a sus semejantes. Así era el Tío Manuel.

Lo conocí cuando los dos estábamos ya jubilados.

Vallés (en Calanda me conocen más por el apellido materno): yo conocí a tus padres, maestros en Foz durante muchos años. Allí se les apreciaba mucho, pues así me lo aseguraron las familias, cuando allí hacíamos obras o reparaciones de albañilería.

Me alegro, Tío Manuel. Y le agradezco que me lo diga.

De apodo me dicen “El Rito”, cosa que nunca me tomo a mal. Soy “Rito” porque mi madre se llamaba Rita. Así que ese mote no me molesta, sino que me enorgullece. Es como un homenaje a ella.

Agradecí a la Providencia el haber podido asistir a su funeral. La parroquia de la Esperanza (que, estando sano, él visitaba casi todos los días) estaba llena a rebosar. Allí saludé, antes de empezar la ceremonia, a Joaquín -focino de nacimiento como yo -, que en tiempos había trabajado con nuestro hombre.    En una ocasión, me dijo el Tío Manuel:

Paco, habré llevado a lo largo de los años unos doscientos hombres. Pues bien, ni uno solo de ellos se accidentó gravemente. Allí vi yo la mano de Dios.

Me había hablado también, en algún café de la plaza, de muchos otros temas. Por ejemplo:

De jovencico, fui rabadán de un pastor. Un día, cerca de Las Nueve Masadas, vimos a los mártires dominicos, socarrados y sin enterrar.

A mí me hicieron mucho bien los llamados “Cursillos de Cristiandad”.* Aún tengo yo parientes en Foz. ¿Conoces a los que apodan “Los Cadetes”

Aquí en Calanda, la Virgen atrae mucho, muchísimo. Gentes de toda condición, incluso los poco religiosos, procuran no perderse la fiesta y procesión de nuestra Patrona, la Virgen del Pilar.

Mi querida esposa, cuando ya estaba completamente ciega, fue capaz de bordarle dos mantos: uno, para Calanda; el otro, para Zaragoza.

Y muchas otras conversaciones de provecho. Yo las recibía con afición y entusiasmo.   Descanse en paz el Tío Manuel, que apenas salía de casa en los últimos años.

Muy orgulloso estoy de haber dialogado ampliamente con él. Y de haber compartido unos descafeinados o un refresco él, y yo una cerveza, en alguno de los abundantes ¡ e imprescindibles! bares de la Plaza de España y de la calle de San Miguel.

En memoria de un buen hombre. Manuel Esteban Bolea (1924-2019) 1

  Paco Buj Vallés, mayo de 2020

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