EL CARDENAL CASCAJARES
20 de abril 1901. El Imparcial.
A llegado á Madrid el cardenal Cascajares, arzobispo que ba sido de Valladolid durante cerca de diez años. Personalidad esencialmente española, este príncipe de la Iglesia vuelve á su cuna aragonesa al cabo de muchos años, habiendo llegado al más alto cargo con que pudo soñar el que conocimos bizarro militar, oficial del cuerpo de artillería.
Salió soldado; vuelve arzobispo. Le vimos de muchacho vestir gallardamente el uniforme; veámosle ahora vestido con la púrpura cardenalicia.
Su biografía es interesante, no sólo por lo brillante de su carrera, sino por su constante afán de vivir para los demás. A la edad de sesenta y seis años puede decir que cuanto tuvo y percibió lo dió á los pobres. Su historia es esa.
D. Antonio de Cascajares y Azara, de nobilísima familia aragonesa, nació en Calanda (provincia de Teruel) en el año 1834, célebre por la matanza de frailes que hicieron nuestros padres con tanta furia como efímero resultado.
Desde muy joven demostró afición decidida por la carrera de las armas, y á la edad reglamentaria entró en el colegio de artillería de Segovia. Al salir á oficial con brillantes notas, fue destinado al Parque de Artillería de Madrid, residencia cuartelaria antaño de Daoiz y Velarde.
De Madrid pasó á Zaragoza (1860), donde fue el prototipo del militar aristócrata, lanzado en la mejor sociedad aragonesa, ocurrente, valeroso, amigo de todo el mundo, popular arriba y abajo. Veintisiete años tenía cuando se verificó en él súbita y rara trasformación. El oficial do artillería renunció sus grados, vistió la sotana y se puso á estudiar teología y jurisprudencia. No es del caso buscar las razones que para ello tuviera. Lo que sí puede recordarse es que cuando era militar decíamos: —Este será general; y cuando pasó del cuartel á la Iglesia dijimos: —Será arzobispo, cardenal, lo que quiera. Su carácter y sus condiciones revelaban al hombre destinado á salir de la vulgar medianía.
En el año de 1861 cantó la primera misa. Fue beneficiado de la iglesia del Pilar; á poco, canónigo en Gerona. De allí volvió á Zaragoza para ser catedrático en el Seminario donde había sido estudiante. De Zaragoza salió ascendido á arcediano de la catedral de Toledo. En el año pasa de deán á Burgos, y á poco tiempo es nombrado obispo de Dora y prior de las ordenes militares, con residencia en Ciudad Real. Ahí construye el seminario, comienza la edificación del palacio episcopal, pasa dos años consagrado á atender a todos los desgraciados, á aliviar todas las miserias, y cuando salió de aquel cargo para ir á Calahorra, la población en masa le acompaña y le llora.
Obispo de Calahorra el año de 84, lucha con el cólera, asistiendo personalmente á los enfermos, y distribuye todos sus bienes, la fortuna heredada, entre los pobres. En la Rioja permanece siete años y trabaja en estudios teológicos y lanza sus famosas pastorales.
En 1891 es nombrado arzobispo de Valladolid. En el año de 96 el Santo Padre le envía el Capelo. Es ahora trasladado á Zaragoza, y la población valisoletana, en documento firmado por más de veinte mil personas, pide al gobierno que el arzobispo no se vaya, porque es amigo de todos y d elos pobres.
En nuestra Zaragoza será un verdadero acontecimiento, y las campanas, volteando para saludar al apuesto soldado de ayer, hoy cardenal y célebre por sus virtudes, le sonarán á himno triunfal, y á nosotros los aragoneses también; porque Cascajares es gloria regional y como á tal le aludamos.
Eusebio BLASCO