A lo largo del la primera mitad del siglo XX, centenares de calandinos toman el camino de la emigración, en búsqueda de un contexto económico más favorable. Los principales polos industriales de la península, Barcelona, Valencia, Zaragoza, necesitados de aquellos brazos que el campo es incapaz de absorber, acogerán a una mano de obra deseosa de abandonar las penurias y que sueña con forjar un futuro a sus hijos.

La emigración no fue un fenómeno propio de la posguerra, sino que se inicia ya a mediados del siglo XIX, paralelamente a la modernización del país y la instauración del modelo Liberal . La construcción del ferrocarril, la apertura de nuevos centros y industriales remodelación urbanística de Madrid, Barcelona y Zaragoza serán los reclamos que atraerán hacia la ciudad a parte del campesinado que se ha visto ha privado del acceso a la tierras como consecuencia de la venta de los bienes comunales y sustitución del modelo propio al antiguo régimen por el capitalismo.
Las fases de emigración de los calandinos hacia el Nuevo Mundo, se centra básicamente durante dos periodos; la primera a mediados del siglo XIX, como de las malas cosechas que asolaron el BaJo Aragón entre 1860 y 1870; la segundo durante los años 50 del siglo pasado.
La isla de Cuba, la bonanza de su clima y la esperanza de hacer fortuna, tuvo un gran reclamo. Ahí, los Buñuel, los Portolés, lograron desarrollar sus dotes empresariales y conseguir una cierta solvencia económica. Otras familias intentaron la aventura americana sin conseguir semejante éxito; los hermanos Manuel y Mariano Castán Lahoz emigraron entorno a 1870 y fallecieron en la isla sin que pudiesen volver a pisar tierra calandina.
La salida hacia el extranjero se centró principalmente en la vecina Francia, donde los viñedos reclamaban con insistencia la presencia de temporeros a la hora de la vendimia. Aquel primer contacto con la sociedad gala suscitó la salida tras los pirineos para diversas familias que se asentaron definitivamente principalmente el la zona costera del mediterráneo. Con el paso del tiempo muchos de ellos solicitaron su naturalización, convirtiéndose en ciudadanos franceses.
El “Journal Officiel de la République française”, de 1940, recoge el nombre y apellido de los calandinos a quién se les concedió la nacionalidad francesa.
- Manuel Sanz (1890) de oficio agricultor, Dolores Millian (1891) y su hijo Manuel (1921) nacido en Montpellier (Hérault).
- Felipe Medina, de oficio tejedor (1918), Saint Pons (Hérault)
- antonio Insa (1919), de oficio maniobra, Bedarieux (Hérault).
- Francisco Galindo (1905), de oficio agricultor, casado con una francesa, Cabreyrolles (Hérault).
- Elisa Marco (1911), casada con José Trujillo (Serón), Bedarieux (Hérault).
- Pedro Celma, maniobra (1905), casado con Rosa María Dominguez (Algeria), Castres (Tarn).
- Facunda Milian (1910), casada con Joaquín Lisbona (Dos Torres), Bédarieux (Hérault).
- Manuel Insa (1909), peluquero, Bédarieux (Hérault).
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