Diario La Provincia. 27 de julio 1921
En el problema social, pasa algo muy parecido a lo que hemos expuesto referente a la conducta del poder central con los municipios. Mientras los obreros tenían poca o ninguna organización, ni liberales, ni conservadores (menos aquellos que estos) se preocupaban de mejorar sus condiciones de vida y liberarlos de las explotaciones que no pocas veces sufrían.
A medida que las masas obreras fueron teniendo fuerza, los gobiernos sólo se preocuparon de evitar las alteraciones de orden público, haciendo presión para que se solucionasen pronto los conflictos, sin tener en cuenta si había o no razón para lo que se demandaba.
Llegan días en que se agudizan la lucha, y el sindicalismo, mezclado o unido con el anarquismo y en estrecha alianza con la asesinos de toda clase, principia una norma de asesinatos y sabotajes, con los cuales trata de imponerse por el terror, y apoderarse de la sociedad.
Para que la norma impuesta pueda tener resultados prácticos, era preciso salvar de la sanción de los tribunales a los asesinos que fueron prendidos, y aquí principia una época de vergüenza para una sociedad organizada y de tremenda responsabilidad para los que alardeando de liberalismo, destruían con su cobardía la libertad.
El poder público consintió pudieran pasar sin castigo inmediato coacciones y amenazas de muerte contra jurados y testigos, y lo que es más inaudito que millares de obreros se manifestasen tumultuosamente ante las audiencias, cuando se estaban celebrando vistas por asesinatos.
Es muy humano que la persona a quien la Ley del Jurado saca forzosamente de su casa para que juzgue, o que por casualidad presencio un delito, si recibe amenazas de muerte y se ve que con facilidad se cumplen, se niegue culpabilidad, o niegue lo que sus ojos vieron.
También es muy humano, que los magistrados de un tribunal que reciben amenazas de muerte para sí y sus familiares, y oyen gritos de energúmenos que piden la libertad de los encartados en el proceso, no tenga libertad plena para juzgar.
Si los primeros que amenazaron de muerte y los que se manifestaba ante los tribunales hubieran sido severa y ejemplarmente castigados, desde los liberales más templados a los radicales de extrema izquierda hubieran armado un clamoreo pidiendo hasta intervención extranjera, y si hubieran rasgado sus vestiduras con trágicos ademanes.
No sé castigaron durísimamente aquellos atropellos y de resbalón en resbalón hemos ido fatalmente descendiendo desde la suspensión constante de garantías, y suspensión del jurado, a la organización privada y semioficial de asesinos contra asesinos y asesinatos como en cualquier aduar del Rif.
La suspensión de garantías, que debiera ser extremo resorte de gobierno para circunstancias extraordinarias se ha convertido en única normalidad de la vida española.
Nuestros primates liberales, (cuando gobiernan tienen casi siempre cerradas las Cortes, suspendidas las garantías, y en plena acción la censura para la prensa) dicen que los males de la libertad, con libertad se curan.
Con los debidos respetos quiere decir que eso me parece grandísimo dislate. La libertad no puede jamás producir males. Los males son producidos precisamente por los ataques a la libertad y el derecho que de la libertad emana.
El oponerse moral o materialmente al castigo efectivo de los que gravemente atentan contra la libertad y el derecho ajeno, es causa indefectible de la anulación de aquellos derechos que están sangre costó a nuestros abuelos; y dijo anulación porque así resulta cuando la suspensión se hace crónica y cómoda norma de gobiernos.
Los gobiernos españoles de toda la casta, por no castigar a tiempo los municipios que gravemente faltaban a sus obligaciones, han ido quitando a todos los municipios derechos fundamentales.
Los gobiernos españoles de todas casta, por no castigar a tiempo delitos gravísimos cometidos por una minoría de españoles, van suprimiendo en la práctica cuántos derechos arrancan de la idea de la libertad.….
Nuestros, según ellos, liberales, falsas vestales de la libertad, van haciendo alardes oratorios de liberalismo; cada día vamos perdiendo los españoles hasta el derecho de ir por las calles.
Las consecuencias de tales normas de gobierno, las iremos padeciendo quién es por sentir exceso, si exceso caben ello, la dignidad ciudadana, llevamos cierta tacha de rebeldía.
Justicia para adelantarse o conceder las justas aspiraciones de todas las clases sociales. Castigo ejemplar para el que atenta al derecho de libertad de ajenos. Gobierno administración pública, que sirva de buen ejemplo.
Eso es libertad y liberalismo; lo demás por mucha elocuencia que se tenga, son hipocresías y músicas que rápidamente nos llevan el salvajismo.
Luis González


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