En la villa de Calanda a veintitrés días del mes de octubre del año contado del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo de mil setecientos y setenta. Que nosotros Manuel Ibáñez, boticario y Engracia Montañés, cónyuges, vecinos de esta villa, estando sanos de nuestras personas, los dos juntos y cada uno de nosotros y por la misericordia de Dios en nuestros sanos juicios.
Atendido y considerado que tenemos hecho y ordenado nuestro último testamento consentido entre ambos en que disponemos de todos nuestros bienes, según consta por aquel, que fue recibido y testificado por mí el Notario el presente testificante (de que doy fe) en la villa de Calanda a ocho días del mes de diciembre de mil setecientos sesenta y cinco años.
Y por cuanto a cualquier testador o testadores le es licito y permitido según los fueros del presente Reino de Aragón, después de haber hecho y otorgado su último testamento, el hacer y otorgar uno o más Codicilos y por aquel o aquellos revocar, corregir, enmendar añadir y quitar en todo o en parte lo dispuesto y ordenado por su testamento.
Por tanto, nosotros estos Manuel Ibáñez y Engracia Montañés, cónyuges los dos juntos y cada uno de nosotros por sí y de nuestro buen grado corrigiendo, añadiendo, mudando y quitado en parte el este nuestro testamento entre entrambos aquel hacemos y prorrogamos, y de presente hacemos nuestro último Codicilo en la forma y manera siguiente.
Primeramente, encomendamos a Dios nuestro Señor, nuestras Almas, los juntos y cada uno de nosotros por sí y de buen grado.
Y también la esta Engracia Montañés: En atención a que en el citado Testamento tenía dejados de gracia especial: doscientos pesos de a ocho reales de plata a mi hija Bárbara Artigas para el preciso caso de que llegase a tomar estado, lo que ejecuté únicamente con el fin de que se colocase con la mayor decencia, consintiendo ello mi marido, este Ibáñez, a su perjuicio, pues de mis propios bienes no tenía con que cumplir esta cantidad, siendo cierto que esta mi hija Bárbara solamente podía pretender, cuarenta libras jaquesas de parte y de los bienes de su difunto padre Cristóbal Artigas.
En atención a que no se verificó el caso referido de haber llegado a tomar estado esta mi hija Bárbara, antes bien murió sin haberlo llegado a tomar, dejando y nombrándome heredera universal de sus bienes, con solo la obligación de haberla de enterrar y sufragar los gastos del entierro a mi voluntad para cuyo fin tengo gastados cincuenta y cinco pesos de a ocho reales de plata, valiéndome para ello de la buena armonía y condescendencia de mi marido, al cual este Ibáñez, deseando quitar pleitos en adelante en todo lo posible, porque lo merece su cristiandad y buena conducta con que ha vivido.
Por tanto, declaro no querer perjudicar a este mi marido en tiempo alguno en la expresada cantidad de los doscientos pesos que no se deben, respecto de no haberse verificado el caso para que fueron legados a esta mi hija Bárbara. Y yo este Ibáñez lo acepto así y lo declaro en la misma conformidad que esta mi mujer lo deja referido.
Y también yo esta Montañés por cuanto en el citado testamento me reserve la facultad de disponer de cincuenta libras jaquesas de los bienes de este mi marido Ibáñez, usando de ella ahora, es mi voluntad que de las cincuenta libras jaquesas estas, se le den a mi hijo Cayetano Artigas quince, a Leonarda Artigas mi hija, quince y a mi hijo Fray Juan Artigas Religioso Profeso de Nuestra Señora del Carmen, las restantes veinte libras jaquesas, con la obligación de celebran por mi alma cien misas rezadas, y si este muriese antes que yo esta testadora, es mi voluntad, las celebre el P.M. Fray Antonio Artigas, Religioso Profeso de Nuestra Señora del Carmen, y yo este Ibáñez lo consiento y acepto así, sin reserva ni modificación alguna.
Y también yo esta Montañés, dejo de gracia especial a Fray Juan Artigas, mi hijo, ocho almohadas, ocho servilletas, ocho sábanas y dos toballones. Y también yo esta Montañés dejo de gracia especial a Leonarda Artigas mi hija todos los ajuares de mi uso de oro y plata y toda la demás ropa de lana, lino y seda que se encontrase después de mi muerte de mi propio uso y llevar. Y yo este Ibáñez lo consiento y acepto así sin reserva alguna.
Y también por cuanto yo este Ibáñez en mi último testamento le dejaba de gracia especial a Fray Juan Artigas, cuarenta libras jaquesas después de mi muerte, quiero y es mi voluntad que estas cuarenta libras jaquesas queden a mi arbitrio el dárselas en vida o después de mi muerte y que por esta cláusula no puedan ser perjudicados mis herederos si mostrasen recios de ellas del este Fray Juan Artigas. Y yo esta Montañés lo consiento y acepto sin reserva alguna.
Y yo también este Ibáñez dejo de gracia especial para después de mis días a Cayetano Artigas diez libras jaquesas, por una vez y a Leonarda Artigas, mujer de Joseph Lagasca, otras diez libras jaquesas y yo esta Montañez, lo consiento y acepto así sin reserva, ni manifestación alguna.
Y también es nuestra voluntad, de los dos y cada uno de nos, que este codicilo se preentienda de marido y mujer consentido entre ambos sin que pueda revocarse sino como por fuero es permitido y no de otra forma. Y también queremos y es nuestra voluntad, que todas las cosas contenidas en este nuestro testamento queden en su fuerza y valor no oponiéndose a lo dispuesto en este nuestro último codicilo, cada uno de nosotros de buen grado, fiat large en quibus .
Testigos: Mariano Artigas, labrador y Pedro Antonio Gómez, escribiente.
Calanda al día de hoy.
© 2019 Grupo de Estudios Calandinos.
© 2020 Textos y fotografías, sus autores.
Impactos: 26