Libertad y libertinaje. Leoncio Serred (1888)

03/05/2020
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La antorcha : periódico republicano democrático. 20 de mayo 1889

Libertad y libertinaje. Leoncio Serred (1888) 1

Estas dos palabras cuyo concepto y significados son completamente distintos, han sido objeto de malévolas interpretaciones, para envolvernos en el caos más espantoso y sacar del eterno naufragio ciertos ideales políticos, que pasaron á la historia para dormir el sueño profundo del olvido.

Quieren los sectarios de éste sistema anticuado, disfrutar de libertad ellos solos y que una religión y un gobierno se impongan con rigor despótico á las demás clases de la sociedad, convirtiendo á sus semejantes en ciegos instrumentos de sus pasiones y caprichos. Quieren que un rey, rodeado de una cohorte de negros figurones, disponga á
su antojo de toda la nación como dispone un pastor de su ganado con las piedras y el garrote
.

Quieren, con su soberbia y orgullo, hacer que prevalezca la fantástica idea de la sangre azul para que los demás hombres no puedan, respirar con libertad en su presencia, y en fin, tantas intolerancias y monopolios quieren, que si llegaran á imponer sus torcidas ilusiones, nuestras vidas y haciendas estarían á merced de su petulante voluntad.

¿No es esto en buena lógica el verdadero libertinaje?

La ignorancia que existió en la edad media, cuando los hombres se dedicaban á la guerra y los frailes acumulaban en los archivos de sus conventos cuanto el humano saber tenía adquirido, y la lúgubre historia de reinados despóticos, son las fuentes embriagadoras que estimulan la risueña esperanza de resucitar sus utópicas aspiraciones, pero en vano se obstinan en ello; aquel yugo que los hombres toleraban por su fatal ignorancia, ha desaparecido para jamás volver y todos los esfuerzos que hagan serán inútiles para impedir que la civilización y el progreso sigan avanzando con rapidez hasta consolidar la libertad, ese precioso baluarte social, cimentado en los principios inmortales del orden, fraternidad, igualdad, legalidad, justicia y derechos, cuyos elementos son indispensables para que el hombre explaye sus dominios físicos é intelectuales y obtenga la felicidad que necesita.

Podrá ser un hombre rico ó pobre, ignorante ó culto, prudente etc. etc., pero en derechos y privilegios todos, menos los maniacos y criminales, estamos en iguales condiciones para poseerlos, porque ademas de constituir entre todos la sociedad en que vivimos, todos contribuimos á su sostenimiento y equilibrio.

El más pobre de la nación está obligado á defenderla exponiendo en ello su vida, está obligado á trabajar no solamente para ganar su sustento sino para cooperar al sostenimiento de todos los demás; está obligado a prestar sus hijos para la formación del ejército y tantas obligaciones tiene que cumplir, que sería cuestión interminable el enumerarlas, ¿Por qué razón se le han de negar sus indiscutibles derechos, si van ligados á sus imprescindibles deberes?


¿Por qué no sabe hacer uso de ellos y tuvo la desgracia de nacer desheredado déla fortuna? ¡¡Ahí! Eso son subterfugios y pretextos que
pululan por vuestra imaginación egoísta que todo lo quiere absorber.

Quitad á las ciases menesterosas todas sus obligaciones sociales y renunciaran gustosas á todos sus derechos, pero entonces
habréis conseguido la anarquía y el derrumbamiento de todo lo existente.

Queréis que una sola persona rija los destinos de la nación sin responsabilidad, es decir, á su capricho y voluntad, sin tener en cuenta que los hombres estamos llenos de miserias y pasiones. Con ese régimen político nos vedamos como ratón en boca de gato; sería explotado el hombre por el hombre, rebajando la dignidad del uno para ensalzar la
del otro
y un ídolo rodeado de serviles fantasmas dispondría de nuestras vidas y haciendas como si fuéramos un rebaño de ovejas.

Como gozaríais á expensas de los oprimidos! ¡Qué Orden más aterrador! ¡Qué igualdad ante la ley más estupenda! ¡Qué libertad más especial y que libertinaje más desenfrenado y egoísta!

Nosotros queremos que la libertad no sea patrimonio de un número reducido de ciudadanos, sino que sea igual para todos, porque todos somos hermanos; que la justicia no esté al arbitrio de mezquinas pasiones y oprimida por el caciquismo, sino que seamos todos iguales ante la ley sin distinción de clases y categorías, que el orden sea estable y esté al abrigo de pérfidas ambiciones; que no sean monopolizados los derechos de los ciudadanos, puesto que son la consecuencia inmediata de sus ineludibles deberes; que la propiedad sea respetada y, en fin, que la nación sea la soberana de sí misma porque cuanto en ella existe, á sus moradores pertenece y como todos formamos un cuerpo homogéneo para defender nuestras vidas é intereses de las agresiones que puedan sobrevenir tanto dentro como fuera de nuestro territorio, necesitamos precisamente una persona ilustre que nos represente en el exterior y nos administre en el interior, pero que sea responsable de sus actos ante la nación y disfrútele un sueldo decente y no excesivo; que no sea impuesta sino elegida por la mayoría de los ciudadanos, porque todos tenemos el derecho de nombrar administrador y representante de todo que nos pertenece.

¿Tendría gracia que una compañía industrial ó agrícola nombrase de su seno un administrador representante de ella y este señor se transformara en un verdadero tirano de sus aliados? ¿Soportarían ese yugo? No y mil veces no.

En el mismo caso, pues, estamos los que cooperamos con nuestras fuerzas físicas y morales á la constitución de una nación, y tal vez no esté lejano el día en que el mundo entero poseído de estas verdades, destierre por completo la faz. política que hoy le domina.

Leoncio Serred.


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