Cantarerías, alfarería y materia prima

11/01/2020
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Autoría : Daniel Aguilar Sanz

2.2 LA MATERIA PRIMA

La arcilla, o simplemente “tierra” como se denomina en Calanda, siempre se recogió de los márgenes de los ríos Guadalopillo y Guadalope, más frecuentemente del primero por su mayor cercanía. Burbano[1] menciona en especial la zona próxima a la llamada “Electra del Guadalope”, la primera central hidroeléctrica que poseyó la localidad.

Con el tiempo estos lugares de extracción, rudimentarias minas a cielo abierto, se fueron agotando, y hubo que ir a buscar la materia prima a otros lugares más lejanos.

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Fig. 2 La val de piedra

Álvaro Zamora[2] recoge que Pascual Lavarias la extraía en sus últimos años de producción de la partida conocida como “Val de la Piedra”, cercana a Foz-Calanda [Fig. 2].

Fuera uno u otro el lugar de extracción, el material era acarreado desde la mina hasta el taller en mulas, o en camión durante los últimos años.

Una vez transportada, se extendía delante del taller en una explanada denominada “replaceta”.  Una vez extendida allí se comenzaba a triturar o a “rollarla” con una caballería. Este procedimiento se realizaba mediante un cilindro de piedra caliza, asido por dos ejes a un bastidor de madera y este a su vez a un animal de tiro. Es el mismo que se usaba en otras labores agrícolas entre ellas para allanar la era antes de trillar.

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Fig. 3 Labores con arzos

En este mismo rollo de piedra, se ataban al bastidor unos fajos de “arzos”, planta similar a la aliaga, pero con espinas mucho más fuertes y de grandes dimensiones. Con ello se conseguía remover inmediatamente la tierra que acababa de ser triturada lo que no se habría logrado usando únicamente el rollo, ya que en este caso parte de la tierra habría quedado sin tocar [Fig. 3].

El “arrollado” se hacía siempre en círculos, como si de la trilla se tratase, hasta que la tierra quedaba bien triturada. En el proceso había grandes terrones denominados “granzas” que se desechaban, porque nunca llegaban a triturarse, bien por su dureza o por otras razones. Una vez triturada la materia prima, era “porgada”, es decir, pasada por un cribillo para eliminar las piedras y otras impurezas [Fig. 4].

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Fig. 4 Tamiz de cribar

Cuando estaba lista y limpia, la arcilla se amontonaba en el mismo suelo, limpio previamente, para evitar añadirle impurezas que estropearan después las piezas. Se comenzaba entonces a añadir agua poco a poco pisándola sucesivamente para amasarla. Primero se realizaba con los pies con los que se hace más fuerza, era el  “pisao”, y una vez la arcilla estaba relativamente ligada con el agua, se procedía al “sobao”, es decir, a amasarla con las manos formando grandes bolas para terminar de conseguir la textura adecuada para el trabajo posterior.

Una vez terminada de procesar, se amontonaba en un rincón del taller, el más sombrío y fresco que hubiera; y para su conservación se tapaba con arpilleras y trapos mojados.

Este era el sistema tradicional de obtención del barro.

Álvaro Zamora[3] explica que Pascual Lavarías, el último alfarero en activo, simplificó el proceso. Recogía la tierra con un camión y la transportaba hasta su taller. Allí la “porgaba” y la introducía en unas tinas o balsas de pequeño tamaño para ligarla con el agua. Una vez mezclada, prescindía del “pisao” y procedía con el “sobao” sobre una mesa preparada para tal fin junto a las balsas.

Esto se debe a que la producción ya no tenía las dimensiones de antaño, fabricando piezas decorativas o de menor tamaño. Por ello no precisaba de un procedimiento que requería tanta cantidad de arcilla como el tradicional, puesto que habría sido más costoso y el barro hubiera perdido su punto óptimo antes de que pudiera ser usado en su totalidad.


[1] Burbano López, j., “Los cantareros…”, op. cit., p. 136.

[2] Álvaro Zamora, m.i., Alfarería popular…, op, cit., pp. 13-24.

[3] Álvaro Zamora, m.i., Alfarería popular…, op. cit., pp. 13-24.

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