Guía del magisterio.
DISCURSO pronunciado por el Maestro que suscribe,
en el acto de tomar posesión de la Escuela de niños de Calanda.
La ley establece la enseñanza de la Doctrina Cristiana en las escuelas públicas; mas el Profesor no ha de limitarse á cumplir fríamente el precepto legal. Debe tener fé, mucha fé, y, enardecido por el fuego de su vivísima luz, transmitir con entusiasmo á sus alumnos las saludables máximas del Evangelio, los sacrosantos dogmas de la Iglesia de Jesucristo, de esa Iglesia, madre nuestra cariñosa, que tuvo su cuna en la cima del monte Calvario, y que permanece y permanecerá incólume hasta la consumación de los siglos, á pesar de los embates que el infierno dirija contra ella, por que su Divino Fundador así lo prometió. Debe tener mucha esperanza en las promesas de Dios, que ha de premiar el bien que proporcione á los
demás, y mucha caridad para con todos.
Las tiernas criaturas cuya dirección, cuya paternidad en cierto modo se le confía, tienen ante todo un alma que salvar; su ministerio debe ser para ellas un sacerdocio; él un apóstol.
La educación que no tiene por base los sentimientos religiosos no puede hacer al hombre bueno, por que sin el conocimiento y temor de Dios, nadie lo es: no siendo el hombre bueno, no es feliz; pues la felicidad temporal y la eterna se fundan en la virtud: luego tal educación carece de la cualidad principal que debe garantirla: no es nada, ni sirve para nada.
La enseñanza en que se prescinde de Dios, la enseñanza atea es estéril para el bien; cuando más producirá hombres adornados de conocimientos humanos, quizá alguno de esos que el vulgo llama sabios, pero sábio de corazón seco, en el que no germinará nunca ningún sentimiento noble, y cuya ciencia, en vez de ser la antorcha que ilumine la humanidad, ser la tea incendiaria que alumbre el puñal
Hé aquí, señores, expresado mi pobre criterio acerca del fundamento que lian de tener la educación y enseñanza. Lo expuesto será la norma á que ajustaré el cumplimiento de mi deber, mientras permanezca al frente de esta escuela. Mis aspiraciones y mis deseos se reducirán á obtener
resultados satisfactorios; para obtenerlos necesito auxilio, y lo reclamo desde ahora á V. V., señores individuos de la Junta local, y á los padres de familia. Cada uno en su esfera puede hacer algo aunemos los esfuerzos de todos en una acción común, y así lograremos lo que con vehemencia
deseamos; á saber: que esos pequeñuelos que Dios ha puesto en el mundo,
lleguen á ser útiles á sí mismos y á sus semejantes, y amando y sirviendo
al mismo tiempo á su Criador, merezcan ir un día á habitar la morada de los justos.
Y vosotros, queridos niños, que habéis de recoger el fruto de nuestro trabajo, haced cuanto esté de vuestra parte para que sea abundante y provechoso. No desoigáis nunca nuestros consejos ni desatendéis nuestras insinuaciones, que unos y otras tendrán por única mira vuestra dicha.
En este momento, que es solemne por ser el primero en que os dirijo la palabra, juzgo oportuno haceros algunas advertencias respecto al proceder quo habéis de tener aquí y fuera de aquí, para que merezcais el aprecio de las gentes. Guardadlas bien en la memoria.
Todos, hijos mios, tenemos en el mundo obligaciones, y los niños que asisten á una escuela no están exentos de ellas. En primer lugar este recinto os hade ser sagrado, en el que habéis de estar con el mayor respeto compostura, porque es el santuario donde vendréis á recibir los primeros
elementos de la Religión y del saber. La escuela es una sociedad epequeño,
en laque cada niño es un individuo, con los mismos deberes que los demás, y al que se le han de guardar las consideraciones que los otros quieran para sí. Yo, como jefe de ella, seré la autoridad, y mis mandatos habrán d obedecerse con exactitud, porque de su puntual cumplimiento dependerá la buena marcha de la enseñanza. Cuando os halléis fuera de este recinto.
también me interesará vuestra conducta, y creo deberos advertir, por más que ya lo sepáis, que vuestros padres merecen toda vuestra alencion y todo vuestro cariño, porque son los autores de vuestros días, z quienes después de Dios debéis los mayores beneficios. Respetareis á las personas de edad, que os han precedido en el mundo y lo han enriquecido con su trabajo, para que vosotros disfrutéis comodidades sin poner nada: á las Autoridades, por ser las ejecutoras de las leyes del Estad; reverenciareis á los señores sacerdotes como ministros que son del Altísimo, y, cuando estéis dentro del templo, acordaos que es la casa donde reside la Magestadde
Dios, autor y conservador de todo lo criado.
Quiera Dios, amados niños, que mi paso por este puesto marque la era de vuestra perfección y bienestar; quiera Dios que Calanda pueda decir que tuvo en mí un buen Maestro para sus hijos, y quiera Dios, por último, que al presentarme á dar cuenta de mis acciones ante su Tribunal Augusto, no se me acuse de que por mi negligencia o mi descuido, se perdió alguno de vosotros.
Simón Bernal.
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